Educación

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La crujiente madera sonaba durísimo por los cuatro seres que jugaban en el primer piso. Como era costumbre, Chris se levantaba muy temprano para abrir la puerta y dejar entrar a tres bolas de pelos que esperaban afuera. Chris le aventaba la pelota y ellos corrían como locos para buscarla, haciendo el ruido fastidioso y desesperante a esas tempranas horas de la mañana. Pero ellos vivían en una burbuja y era muy difícil sacarlos.

Bill se tapó los oídos intentando apaciguar el ruido y lo consiguió un momento, pero las puertas de su habitación se abrieron y los tres perros y Chris saltaron a la cama para despertar a la pareja que intentaba dormir. Para mala suerte de Tom, su hijo Chris cayó en su entrepierna, despertándolo y haciéndolo quejarse de dolor y rodar por la cama con sus manos en ella.

- ¿Cuántas veces te he dicho, cariño, que no saltes arriba de papi? - regañó a su hijo, que solo reía.

- No te rías, cariño - pero Bill se contagió de la sonrisa de su pequeño y comenzó a reír a la par con él, ganándose un disgusto con su esposo, que se levantó como pudo y caminó hacia el baño con pasos erráticos por el dolor.

- Vamos con papi - Bill tomó a su hijo en brazos y se metieron al baño junto con Tom, que no pudo evitar calmar su pequeño enojo. Entre los tres se dieron un baño y después bajaron para hacer el desayuno.

- ¿Estás listo para tu primer día de clases de surf? - preguntó Bill a su pequeño mientras recogía su plato.

- ¿Me las dará Kelly? - inquirió Chris.

- Oye, yo he ganado la competencia dos veces y tu papi fue mi entrenador - enfatizó Bill.

- Está bien... pero ¿y si no aprendo? - se preocupó Chris.

- Tú eliges si quieres continuar o dejarlo - intervino Tom. - Ve por tu tabla - ordenó Tom, viendo cómo subía las escaleras. - No seas muy estricto con Chris - advirtió Tom.

- No lo soy, Tom - aseguró Bill, limpiando los platos.

- ¿Y si no es bueno para surfear? - preguntó Tom.

- Mi hijo es bueno en todo - afirmó Bill.

- Bill... - objetó Tom.

- ¿Qué? Yo solo quiero que sea el mejor, eso tiene algo de malo - se defendió Bill.

- No, pero no lo presiones y no te presiones tú, Chris solo tiene dos años y, aunque es avanzado para su edad, tiene limitaciones - explicó Tom.

- Yo comencé tarde en el surf y soy bueno... Él comenzará temprano y será el mejor - confió Bill.

Tom calló por un momento. Era imposible razonar con el rubio sobre la educación de su hijo, y él lo entendía. Vivir bajo las órdenes de Gordon no era un buen ejemplo de educación, pero Bill era diferente, y eso trataba de que viera, pero era imposible.

Vio a su pequeño con su mini tabla bajar y lo ayudó a montarla en su Jeep nuevo. Aseguró el cinturón de Chris y esperó a que Bill saliera con Alfia. Llegaron al sitio escogido y vieron la caseta número 5, la preferida de ellos, porque allí fue su primera vez y sentía paz estando cerca.

Bill tomó su tabla y guió a Chris hasta el agua para comenzar a dar su clase, mientras que Tom llegó a saludar a Geo.

- Tom, qué bueno verte - expresó Geo, abrazando al greñudo.

- No te vi en mi boda - cuestionó Tom.

- Estaba de viaje con Kelly y nos casamos en Las Vegas - explicó Geo.

- Oh, felicidades, Geo... Espero que sean felices - dijo Tom.

- Gracias, y tú, Veo que estás muy enamorado de Bill, ¿cierto ?- comentó Geo.

- Demasiado, me da miedo perderlo a él o a mí hijo- confesó Tom.

- ¿Qué se sabe de su padre? - preguntó Geo.

- Que está huyendo, pero tengo la certeza de que muy pronto caerá - respondió Tom.

- Que así sea... Cuando nos reunamos para festejar - dijo Geo.

- Cuando quieras, amigo - contestó Tom, viendo que venía su pequeño hacia ellos.

- Papá dice que no te acerques mucho a él - dijo Cris con la frente arrugada y visiblemente molesto, pero Tom y Geo no pudieron evitar reírse.

- Ya me voy, estamos en contacto, Geo - se despidió Tom.

- Cuidate, Tom.

El pequeño Cris se subió en los hombros de Tom, y así caminaron hasta donde estaba Bill, sentado en la arena, mirando el mar.

- ¿Ya nos vamos? - preguntó Tom, sentándose a su lado y dejando a Chris en la arena, que inmediatamente corrió con los perros para juguetear con las olas.

- Adam viene por ellos, te quiero mostrar algo - dijo Bill.

- ¿Qué es? - preguntó Tom.

- Después que Chris se vaya - respondió Bill.

- De acuerdo - dijo Tom.

Cuando por fin Adam llegó por Chris y los perros, entraba la tarde y la playa estaba cada vez más solitaria. El sonido del pito de Geo se sintió en la distancia, y los últimos bañistas se fueron yendo hasta quedar totalmente vacía. Bill se levantó y tomó su tabla, e indicó a Tom hacer lo mismo. Se metieron al mar y llegaron a una profundidad adecuada. Bill se subió en la tabla con sus piernas abiertas y metidas en el agua, y Tom hizo lo mismo con la suya, quedando frente al hermoso ocaso que aparecía frente a sus ojos.

- Tienes razón, soy muy duro con Chris, pero no quiero que fracase como yo - dijo Bill, con una mirada introspectiva.

- Oye, nunca digas que fracasaste - respondió Tom, sonriendo -. Si estás al frente del resort más importante de San Diego, con otro que podrás inaugurar muy pronto, la remodelación del chateau... Además, has ganado dos veces la competencia de surfers, y ni hablar que te casaste con un cantante muy famoso y guapo - Tom terminó de decir, riendo y contagiando a Bill en las carcajadas.

- Bueno, si me lo enumeras así, soy un triunfador - dijo Bill, sonriendo.

- Lo eres, bebé, y encontrarás la forma de educar a Chris. Solo debes estar con él al principio y al final, en sus triunfos y derrotas. Solo eso quiere nuestro hijo - dijo Tom, con una mirada amorosa.

- Ay, como puedes ser tan hermoso, Tom - dijo Bill, sosteniendo sus mejillas y lo atraía para darle un beso.

- Ya lo ves - respondió Tom, sonriendo.

- Te amo - dijo Bill, con emoción.

- Yo también, bebé... Ya deberíamos irnos, ya está muy oscuro y no puedo verte - dijo Tom, con una sonrisa pícara.

- Esa es la idea - respondió Bill.

Bill se bajó de su tabla y abrió un poco su traje para surfear, dando una pista a Tom que entendió rápidamente. Se bajó también y le terminó de quitar el traje, amarrándolo a la tabla para que no se perdiera. E inmediatamente hizo lo mismo con el suyo.

El rubio rodeó con sus piernas la cintura de Tom y, sosteniéndose con la tabla, pudo permitir que Tom entrara en él. Bill no se limitó a nada y, por su boca, salían gruñidos y gemidos de placer. Tom bajó por su pecho hasta sus pezones, que saboreó y chupó.

Una tras otra, las embestidas se fueron aumentando hasta sentir las cosquillas bajar por su vientre. Separó más sus piernas, si es que se podía, y con un grito de placer, se derramó, haciendo que el agua limpiara su abdomen. Tom dio unas cuantas más y se derramó, llenándolo de su semen.

El rubio tuvo que sostener a Tom porque sus fuerzas no daban hasta que sus respiraciones se normalizaron. Se colocaron de nuevo sus trajes y nadaron de vuelta a la arena para ir a buscar a su pequeño hijo, Chris.

𝑳𝒂 𝑨𝒑𝒖𝒆𝒔𝒕𝒂  [TwcNr ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora