Capítulo 14: Migrañas

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Narrador 

Las luces ya se habían apagado y eran pocos los que quedaban fuera de la cama, más apartada del resto se encontraba Laura, encerrada una vez más en la sala de Manu mientras veía el tiempo pasar a través de la pantalla de su móvil. 

Estaba sentada frente al piano con la fotografía de su padre al lado de su móvil, las lágrimas salían sin ella poder controlarlas, dos años habían pasado desde que ambos se subieron al coche de el padre de Laura, dos años desde el accidente, dos años en los que tuvo que aprender a vivir sin el.

 Fue a numerosos psicólogos cuando llego a Barcelona y siempre le decían lo mismo, "Lamento mucho tu pérdida." "Puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti en este momento." "No estás sola en esto, estoy aquí para ayudarte", pero ninguno estuvo cuando realmente hizo falta, cuando empezaron sus ataques de pánico, cuando solo pensar en la idea de subirse a un coche le aterraba completamente, donde con el tiempo tuvo que empezar a explicarle a su hermano pequeño que su padre no volvería, dos años desde que dejo Italia y se mudó a Barcelona descubriendo una nueva versión de ella misma, aún manteniendo su pasión por la música al ser lo único que le quedaba de su padre.

La castaña se perdió en sus pensamientos hasta que volvió a encender la pantalla, 00:02 se veía en la pantalla de la castaña, jueves 7 de diciembre, Laura sintió como el pecho se le apretaba y como cada noche pequeños flashes de ese día volvieron a llegar a su cabeza, cerró su libreta lo más rápido posible y fue corriendo a los baños.

No quería llorar frente a nadie, no quería sentirse de nuevo vulnerable y mucho menos quería que la ansiedad la absorbiera de nuevo.

Sin saber que ya iba tarde, se estaba ahogando y no era consciente de eso.

Pero, no siempre estás solo en tus peores momentos, ¿verdad?.

La italiana fue con pasos torpes hacia las duchas buscando un refugio donde no estuviera el recuerdo constante de su pérdida, algo irónico pues otras veces no se podía separar de dicho instrumento.

Se echo agua en la cara pensando que eso cambiaría su situación y viendo en seguida como no funcionaba, su cabeza iba a mil, su corazón iba a mil y el dolor en su pecho incrementaba con cada intento de tomar oxígeno.

Se sentó apoyada en la pared con las piernas pegadas a su pecho y escuchando el latir de su corazón en sus oídos, un ruido que trato de tapar poniendo sus manos en cada lado de su cabeza, pero mientras intentaba solucionar un problema dos más salían.

Y supo que todo se iba al garete cuando sintió esa opresión ya conocida en su pecho y observaba como sus manos temblaban sin control ninguno.

Su pulso acelerado, su temblor en las manos, la sensación de el sudor frío en su cabeza eran síntomas claros de algo que creía superado y que solo necesitó de unos minutos para saber que no.

Sus ataques de pánico habían vuelto y ahora no tenía a Dani para ayudarla, ni a su hermano para cuidarla después, solo estaba ella encerrada en esas cuatro paredes sin ver una escapatoria clara.

Cada vez le costaba más coger aire, sintiendo como sus pulmones gritaban por más y como su cuerpo hacía todo lo contrario, estaba fuera de control o así lo pensó ella hasta ser envuelta en un abrazo.

Su tacto, su piel, su perfume, todo de ella lo reconocía, como no iba a reconocer a la persona que le gustaba de la academia, como no iba a reconocer a Chiara Oliver, pero estaba muy ocupada intentando respirar como para preguntarle que hacía en las duchas a las doce de la noche.

La pelinegra veía con preocupación a la castaña viendo que a pesar de el abrazo su estado no había mejorado y cambió de estrategia.

Cogió la barbilla de la italiana uniendo sus miradas, una mirada decidida y una perdida en mil pensamientos distintos, la distancia era escasa y fue inexistente cuando la guiri se acercó cerrando el poco espacio entre ellas.

El piano // Chiara Oliver y Laura GrecoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora