Capítulo 51-

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Capítulo 51.

*Narrador en primera persona, Lorena*

Espera, espera, espera.

¿Qué?

Y tiene acento andaluz.

Se me acelera el corazón de una manera impensable.

─Ana─ La llamo.

Ella levanta la cabeza al percatarse de mi tono de voz.

─Dime. ─Responde.

─ ¿Eres Sevillana? ─Interrogo, tratando de coger fuerzas para lo que quiero preguntar.

─Sí, ¿Por qué?

─Por... nada. ─Sonrío a medias─ Es solo que yo he pasado este último año allí y he reconocido tu acento.

─Anda, ¿En Sevilla capital?

─No─ Respondo.

Y tengo la bomba para soltarle.

─En un pueblo de cerca. ─Me explico.

Y antes de decirle el nombre del pueblo me concentro en su expresión para ver cómo cambia cuando lo digo. Suelto el nombre del pueblo donde viven los gemelos y Lucía con tono neutro, como quién comenta algo al azar en una conversación normal.

Y veo como una mueca de dolor cruza su rostro.

─ ¿Sabes dónde es? ─Pregunto con fingida inocencia.

─No, no me suena.

Mentirosa.

Pero no digo nada.

Es ella, Dios, que es ella. Tiene que serlo. Está muy cambiada, pero todo encaja. Y es la mujer de la foto que estaba con el CD de su madre. Tiene que ser ella. Aprieto con fuerza el puño para no decirle cuatro cosas bien dichas. Para no soltarle que es una estúpida, que no entiendo como tuvo el valor necesario para abandonar a una niña pequeña que la necesitaba más que a nada. Y a los gemelos. Recuerdo la expresión de dolor de Jesús y Dani cada vez que sacábamos el tema de su madre y tengo que contenerme seriamente para no ponerme a chillar. Les he cogido un cariño incalculable en este año a todos ellos y me sale solo defenderlos.

Pero sé que no puedo gritarle lo que sé porque eso lo dejaría todo al descubierto y podría provocar que volviese a largarse. Si ya lo ha hecho otra vez... ¿Por qué no iba a hacerlo ahora? Así que sonrío con falsedad, ahogando una mueca de asco.

Consulto mi reloj de muñeca.

─Ay, que llego tarde a donde mi madre. –Me despido con fingida amabilidad─ Nos vemos pronto.

─Claro, bonita, hasta pronto. ─Responde, consultando los papeles que yo misma le he dejado en la mesa hace poco.

**

Cuando salgo a la calle tengo que apoyarme en la pared del edificio porque me estoy mareando por el giro que acaban de tomar los acontecimientos.

Esa mujer era la madre de los gemelos y de Lucía.

Vale que mi madre no es precisamente una santa pero esta mujer... ¿Cómo puede tener el jodido valor de estar tan normal después de lo que hizo? ¿No le pesa? Quiero decir... ¿No se levanta todos los días preguntándose si Lucía al final ha hecho o no ha hecho gimnasia? ¿No se pregunta cada noche antes de acostarse cómo serán ahora los gemelos, después de seis años? ¿No vivirá con el interrogante de saber si sus hijos están bien?

Y pienso en mis padres. Dios, puede que no sean los mejores pero llevan toda la vida preocupándose por mi y por mi hermano. Que sí, que este año no lo están haciendo precisamente bien pero se nota que quieren lo mejor para nosotros, aunque se estén equivocando. No lo sé. Puedes tener malos padres... Pero tener una madre así, ausente.

¿Sabes lo que quieres?(Gemelier)(Jesús y Daniel Oviedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora