Bad Habit

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Después de otro rato, entramos a casa a comer. Giorgio y yo estamos comiendo pizza, mientras que Catalina se llena la boca de puré de patata constantemente, sin mirar a otra parte que a su plato.

"¿Está rico, Catalina?", le pregunta Giorgio.

"Desde luego", asiente, con la boca llena, "es lo mejor que he probado en toda mi vida".

"Y lo único", digo por lo bajini.

"No, también he probado la mandarina", me contradice, segura de su argumento.

Le doy la razón quedándome callado.

"Y... ¿dónde naciste?", cuestiona mi hermano.

"En una hortensia azul", afirma Catalina, levantando la mirada.

Hay incomodidad. Me siento extrañamente como si mis padres estuvieran conociendo a la que es mi novia, la cual no lo es, y mi hermano todavía menos mi padre.

"Oh, que bonito", consigue contestar mi hermano mayor, de la forma más correcta posible. "Y, ¿tienes hermanos?".

"Tenía otras cuatro hermanas: una se la comió un gato, el resto se marcharon. Nunca me llevé mucho con ellas, especialmente con las más mayores que se fueron cuando tenía tan sólo medio mes de existencia. No las llegué a conocer mucho".

"Vaya, qué lástima, lo siento", se expresa Giorgio.

"Pues yo no", discrepa Catalina, "nos abandonaron en pleno invierno e hicieron pasarlo mal a mi madre, así que no las echo nada de menos. Sin embargo sí que extraño al resto, me llevaba bien con ellas, pero, ¡y dale con la manía de irse de casa! Estamos muy bien aquí".

"Bueno, te puedes considerar de esta familia", le ofrece mi hermano. Agradezco, personalmente, que le haya dicho eso, porque es visible la emoción que ha llenado a Catalina.

"¿De verdad?", pregunta, ocupando toda su boca de puré de patata.

"Claro", le aseguro yo. La incomodidad ha desaparecido.

"Vaya", emite ella, tragando rápidamente la comida, "eso significa mucho para mí. Gracias".

Le sonreímos en gesto de respuesta.

Después de comer, vamos a mi cuarto y nos sentamos sobre el suelo, con las espaldas apoyadas en el lateral de mi cama, como la última vez. Me entra el sueño de tener la tripa llena. Dejo mi mano en el suelo, al lado de la de Catalina. Me pregunto si sabrá lo que es dar la mano. Las mariposas no se pueden dar la mano, ¿o sí? ¿Tendrán una manera de hacerlo? Haciéndome cuestiones similares, escucho que llaman a la puerta. Es mi hermano. Salgo a hablar con él.

"Tengo una noticia", dice, en tono serio.

"Miedo me da".

"Los tíos vienen a vernos", se lamenta, "otra vez".

Nuestros tíos, al estar mucho más cerca de nosotros que nuestros padres, vienen a vernos una vez cada dos meses para ver qué tal estamos. Siempre es un coñazo, porque, además de que son unos pijos de poco respeto, tenemos que esconder toda la priva.

"Joder", susurro, "¿dónde la esconderemos esta vez?".

"Lo tengo que pensar, pero todavía hay tiempo, llegan el 6 de agosto", me informa.

"¿En el sótano?", pregunto.

"No, ahí ya fueron hace unos meses", descarta, "se darán cuenta enseguida... ¿En la trampilla del techo? No saben que hay una", se le ocurre.

"Sí, estaría bien. ¿Llegamos ahí arriba?", vuelvo a preguntar.

"Con una escalera", dice. "Venga, vuelve con Catalina, y vete olvidando de beber más alcohol".

Giorgio siempre me dice eso, pero ambos sabemos que no ocurrirá. Entro en la habitación de nuevo. Catalina levanta la cabeza para mirarme con confusión, y después de preguntarme qué sucedía, le anuncio que conocerá a mis tíos. Por algún motivo, se emociona.

"¿Ponemos música?", cuestiono, buscando algún disco.

"Vale".

"Pondré música clásica", decido, "no la he escuchado en mucho tiempo, tengo curiosidad".

"Me gusta el nombre que tiene".

(Nota para lector: pon la canción Bad Habit de The Kooks, la que he dejado arriba, a partir del párrafo que va a continuación, para mejor experiencia ;)

Pongo cualquier disco que veo en el estante que parezca música clásica, y empieza a sonar. Vale, no es música clásica, es rock, no sé cómo he podido confundir esos dos géneros.

"Lo siento, pensaba que era música clásica", me disculpo a Catalina, haciendo amago de parar la melodía y quitar el disco.

"No", me interrumpe Catalina, "no te preocupes, déjalo. Además, me dijiste que te gustaba el rock, que me acuerdo".

La sonrío, emocionado por ese detalle. Bad Habit, de The Kooks, suena en el tocadiscos.

Me vuelvo a sentar a su lado. Vuelvo a probar la técnica de dejar mi mano a su lado, y sorprendentemente, ella hace lo mismo. Nuestros meñiques se encuentran a una distancia microscópica, se podría decir que se tocan, pero no me atrevo a hacerlo. Girando levemente nuestras cabezas, cruzamos una corta y suave mirada, la que me lleva a cogerle de la mano directamente. Entrelazo nuestros dedos. Siento que las notas de música se anudan a nuestros meñiques. Volvemos a cruzar una mirada, esta vez pidiendo algo.

You say you want it but you can't get it, and you

You got yourself a bad habit for it

Well, look at you, walkin' up and down the hall

Sayin', "Please, save me" (my bad habit)

Catalina me mira, esta vez de verdad, sus ojos se le escapan a la parte inferior de mi rostro pero cambia de idea rápidamente. Levanto la mano que le tenía dada y coloco mi dedo índice debajo de su barbilla, tomando ahora el control de su cabeza, técnicamente. Catalina me mira apreciablemente sorprendida. Mis ojos también se me van a la parte inferior de su cara, y al darme cuenta, -más bien, al darnos cuenta-, nos evitamos con la mirada. Decido dejar la tontería y darle un beso en los labios. Catalina me lo devuelve. Volvemos a romper la distancia entre nuestros rostros, rodeados por una fuerte melodía que añade intensidad. Volvemos a cruzar una mirada. Entonces la suelto y me quedo mirando a la nada.

"Eres demasiado inocente como para estar liándote con un chico al que ni siquiera le importa su propia vida".

Catalina me mira, acomplejada. Me siento culpable de estar besando a una pobre mariposa que una y otra vez me mira con ojos de presa, de víctima. No quiero hacer esto.

"Lorenzo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida", confiesa. "A parte del puré de patata", vuelve a confesar. "Si no sintiese eso, ya te hubiese frenado, pero no lo he hecho, y eso significa que me encuentro cómoda compartiendo momentos como estos contigo. Yo solo besaré a la persona de la que me siento enamorada".

Me giro para mirar a Catalina. Deseo con todas mis fuerzas no parecer que quiero llorar.

"Y esa persona eres tú".

Acto seguido me coge de la nuca y me hunde en un solo, único e inolvidable beso, un beso divino, de los que no se te borran de la mente, de los que sonríen al resto de tu vida, de los que deseas que sean perennes, eternos.

El surrealismo de hablar con una mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora