Los días al lado de Catalina fueron pasando, cada vez los disfrutaba más, cada vez la disfrutaba más a ella. Había algo que me fallaba: trataba a Catalina como si de una serie se tratase, como si fuese una película, más bien. La disfrutaba teniendo en cuenta que no iba a ser para siempre; que se iba a acabar, que era solo temporal.
Borro ese pensamiento de mi cabeza rápidamente. No es así. Ella no se va a ir. Ella no se va a ir. Ella no se va a ir. Ella no se va a ir. Ella no se va a ir. ¿Ella no se va a ir?
El cinco de agosto llega, el día que llevamos esperando desde hace tiempo. Despertamos en nuestros sacos de dormir bajo los rayos solares mañaneros, iluminados a más no poder.
"Buongiorno", susurro, "feliz cumpleaños, bonita".
"Buongiorno, Lorenzo", susurra ella también, "no me acordaba que era hoy".
"Pues sí. ¿Quieres ir a preparar una tarta de puré de patata?".
"Sería fantástico".
Así hemos hecho: en la cocina, Giorgio nos ayuda a machacar unas cuantas patatas, -no tenemos ni idea de la cantidad de dinero que estamos gastando en patatas desde hace prácticamente un mes-, las cuales vamos amontonando en un cuenco de cristal para luego hacer la forma de un pastel.
Quedó sorprendentemente bien, lo ponemos sobre una mesa y le colocamos velas encima. Unas siete, más o menos, ya que ni ella tiene claro cuántos meses hace, dice que ese número con un ladeo de cabeza poco convencible.
¿La tarta? Pues a ver, no estaba riquísima porque era puré de patata encima de más puré, pero lo disfruté, sabiendo que ella también lo hacía. Nunca había desayunado esto.
Estoy contento por sus palabras, las cuales emite después de unas horas sentados en el tronco del árbol medio muerto que habita en el prado:
"Es el mejor día del mundo. He comido puré de patata, ¡encima de más puré de patata! Con mi alma gemela. ¿Te lo puedes creer? ¿Se puede ser más feliz?".
"No creo que se pueda ser más feliz de lo que soy estos días", asiento, "pero, igualmente, ahí queda la duda".
"Ti amo troppo per essere vero", me dice.
"Anch'io ti amo, bella".
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El surrealismo de hablar con una mariposa
Non-FictionCatalina, una mariposa que un día decide convertirse en ser humano, se enamora de Lorenzo, un chico de 16 años. No tardan en darse cuenta de que el amor es mutuo. Al ser una mariposa convertida en ser humano, Catalina no sabe muy bien ciertas cosas...