11: un encuentro inesperado.

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Salgo furiosa del despacho de mi padre

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Salgo furiosa del despacho de mi padre.  Tres meses. Tres malditos meses para casarme. Siento impotencia y miedo. Este límite de tiempo arruina todos mis planes, me saca de la jugada y ni siquiera ha empezado la carrera.

Entro a mi recámara y voy directamente hacia el espejo; al estar frente a este, me paro recta y toco la madera que cubre los bordes. Siento que mi respiración se acelera una vez más y la ansiedad de saber que todo está arruinado me destruye.

Pego la frente en el frío espejo y cierro los ojos. Me tranquilizo diciendo que todo estará bien. Sé que encontraré una manera de manejar todo a la vez, quizás esto me ayude a conseguir más contactos dispuestos a acabar con el imperio.

Me separo y camino lentamente hasta llegar a mi cama. Siento la suavidad de mis sábanas y me doy cuenta de lo cansada que estoy. Solo quiero dormir y despertar en otra realidad en la que no sea un peón más en el tablero del imperio.

Llevo mis manos hasta mi rostro y las paso por toda mi cara, arruinando el maquillaje que quedaba intacto. ¿Qué más da? En estas cuatro paredes no tengo que fingir amar a todos, ni ser bonita para nadie.

Un delineado corrido, manchas de labial por todo mi rostro, unas mejillas sin el color característico del rubor. No tengo que lucir hermosa para nadie, puedo dormir así y sentirme la mujer más espectacular el día siguiente, a pesar de parecer un mapache. Este pequeño rincón es mío. Solo mío.

Alguien toca mi puerta, no quiero abrir. Solo pueden ser tres personas y en este momento no quiero ver a nadie, mamá solo espera el momento indicado para reclamarme por lo qué pasó en el comedor; Amber es una inmadura que piensa que somos enemigas y, Aísslinn es mi mejor compañía pero no tengo fuerzas para fingir una sonrisa ante ella.

Oigo como los golpes se vuelven más insistentes y me recuesto boca arriba en mi cama, tomo una almohada y cubro por completo mi rostro con ella. Sin más, grito con todas mis fuerzas.

Al instante siento como alguien acaricia mi cabello y descubro que no estaba equivocada. Mi madre quita la almohada de mi rosto y me mira afligida.

Observo sus ojos acuosos y su labio tembloroso. Ella lucha por no desplomarse frente a mí, sufre al verme así, al igual que yo sufro al verla tan frágil y a punto de llorar.

Me levanto y sin decir una sola palabra la abrazo. Al instante en que enredo mis brazos entre su cuerpo, la siento temblar, sus lágrimas mojan mis hombros descubiertos y sin poder evitarlo, rompo en llanto como niña pequeña.

—Todo estará bien, cariño —dice mi madre después de consolarme por unos cuantos minutos.

Me separo de ella y limpio mis lágrimas con las palmas de mis manos, debo verme horrible. Me sonríe y extiende un pañuelo desechable esperando a que lo tome.

Le devuelvo la sonrisa un poco más calmada y limpio mi cara con el pañuelo. Definitivamente esta situación me sobrepasa.

—¿Cómo fuiste capaz de aceptar un matrimonio sin amor? —lanzo la pregunta al aire, esperando no ser tan entrometida pero al mismo tiempo necesitando un consejo de mi madre.

matrimonio perfecto. {En Proceso}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora