ocho

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ocho

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LUCÍA

Las escaleras crujieron estruendosamente cuando las comenzamos a subir. El ruido de las baldas no era nada disimulado, por más que me molestara en guiar a la jirafa borracha, el chico seguía sin pisar los peldaños que le indicaba.

—No me haces ni caso.—susurré. Plex hizo el intento de girarse para responderme, pero entre lo mucho que ya estábamos molestando y lo peligroso que vi su gesto borracho, le di un tirón en la camiseta para decirle que se quedara quieto.

A duras penas conseguimos llegar hasta su cuarto. El pasillo fue toda una aventura, pues para el youtuber caminar en línea recta era completamente imposible.

Tuve que frenarle por lo menos dos veces de dejarse la frente contra el gotelé blanco.

—Ya puedes irte.—musitó tirando las chanclas que llevaba en los pies a una esquina de la habitación. Sus padres tenían que estar encantados con él, desde luego.

Que niño.

—Que agradable eres, Alonso.—escupí. No me esperaba un beso de buenas noches de su parte pero al menos un puto gracias hubiera estado bien.

El chico suspiró mirando el techo, como si las estrellas de pegatina que brillaban en la oscuridad estuvieran diciéndole algo.

Que sea un poco menos imbecil. Tal vez. Como sugerencia, eh. Yo solo digo...

Iba a irme. No se me había perdido absolutamente nada allí. Era la segunda vez que ayudaba a un desagradecido y estaba claro como iba a pagármelo.

De verdad iba a hacerlo. Mis pies estaban girando ya, listos para mover mi cuerpo fuera de aquella casa que conocía tan bien.

—Lucía.—pensé que lo estaba alucinando. De hecho, las siguientes palabras, Plex las pronunció tan bajo que no llegué si quiera a oírlas.

—¿Qué?—respondí en un murmullo. De pronto se sintió como si hablar en alto fuera ilegal, me dio miedo romper el silencio. Parecía a punto de hacer una confesión.

—Ven.—repitió. No quería hacerlo, pues estaba harta que de me tratara como el culo.

—Es tú última oportunidad.—le aseguré. No pensaba seguir aguantando su personalidad de mierda.

Suspiré una vez más antes de acercarme a la cama de matrimonio, en la que estaba tumbado mirando a la nada y pensando en sabe dios que.

—Lo siento.—ah bueno. Eso ya es otra cosa.

—Gracias.—se me escapó una sonrisa. Me encanta tener razón.

—No soy tan gilipollas de normal.—no estoy yo tan segura de eso, pero iba a darle un voto de fe.—¿Una tregua? Prometo ser más agradable.

—Déjame pensarlo.—me mordí la lengua al notar como fruncía el ceño. Parecía que nadie nunca le había puesto las cosas difíciles. Y me gustaba estar complicándole la vida. Venganza o lo que sea.—Está bien.

—Vale.—encendió la pantalla de su teléfono, pensaba que para revisar la hora, pero me equivocaba.—Pues ayúdame a elegir que foto subir.

agosto | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora