treinta

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PLEX

—Ana.—mi hermana menor enterraba su cara en mi pecho. Lucía se acababa de salir del cuarto a hacerle una taza de manzanilla. Oía su voz amortiguada en el pasillo, contándole la actualidad de la situación a los chicos.

Para ellos, Ana también era parte de su familia, así que lo que le pasará a ella les dolía casi tanto como a mi.

—Es que me parece injusto, Dani.—entrecerré los ojos al oír su voz rasposa. Ya había dejado de llorar, las palabras de Lucía habían sido bastante efectivas recordándole lo mucho que valía.—Porque no he hecho nada malo y de la noche a la mañana ha decidido que no le ineteresaba.

—Es sencillamente un imbecil, Ana.—la morena acababa de volver. Ahora, a parte de una taza humeante entre sus manos, se había puesto una camiseta. Y aunque no me agradaba haber perdido esa visión de su cuerpo, al menos ahora podía concentrarme.—El primer desamor duele mucho, pero te aseguro que cuando pase el tiempo, vas a darte cuenta de que es igual de yosoygilipollas que tu hermano.—iba a replicar el insulto, pero sentí a Ana reírse, y decidí que era mejor dejarlo estar.

—Espero que tengáis razón los dos, porque como me lo estéis diciendo para que me relaje voy a enfadarme.—gruñó la pequeña de la casa.

—Hazles caso, que saben de lo que hablan.—no me había dado cuenta de que Adri se había asomado al marco de la puerta.

—Adri también, que es todo un rompe corazones.—respondí. Mi amigo se sentó a mi lado en la cama, y antes de que pudiera detenerlo, entre la morena y él comenzaron a contarle a mi hermana menor sus peores historias.

Desde las aventuras de fiesta de Adri, que de pequeño había hecho una cantidad de locuras como cogerse un autobús de dos horas para ver a una chica, hasta las anécdotas románticas de Lucía, contando sus besos robados en campamentos de verano.

Tenía que preguntarle por aquellas historias. Aunque prefería ahorrarme la escena de celos delante de las otras dos personas.

Y de todas formas, no era una escena de celos.

Tenía aún clavado en la piel el contacto de antes. Los besos que habíamos intercambiado me habían dejado una marca permanente. Aquellos labios sabían bien lo que hacían, y eso por no hablar de lo perfectamente que se amoldaban las curvas de su cuerpo al mío.

Lucía era sencillamente de otro planeta.

Me pilló mirándola fijamente,y aunque me guiñó un ojo con una fingida seguridad, los colores de sus mejillas me confirmaron que se había puesto nerviosa.

Y sinceramente, yo también necesitaba aire. La línea de pensamientos me había motivado de mas.

—Ahora vengo.—tosí, agarrando el móvil de la mesa de Ikea donde estudiaba Ana. Sobre ella tenía un marco con fotos familiares y con sus amigas del pueblo. Ahora, apilados a su lado, estaban los cuadernos para el nuevo curso.

Se me hizo un nudo en el estómago al pensar que quedaba poco para que volviéramos a Madrid. Y entonces no sabía que iba a ser de Lucía y yo.

Y ahora que sabía que me gustaba. No quería dejarla ir.

Me serví un vaso de agua fría en la cocina. Aunque eso ayudó poco a que dejara de pensar en cierta morena. Borja diría que estaba obsesionado, pero me jugaba una pierna a que él era igual con Lili.

agosto | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora