veintitrés

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LUCÍA


Aún me iba el corazón a mil. Sentía en la piel un cosquilleo extraño, como un escalofrío eléctrico. La tensión que se había formado segundos antes era más que una sensación en mi cabeza, al parecer.

Seguía sin saber que era aquello que el famoso iba a confesarme, pues habíamos sido interrumpidos por un cámara al que me había visto obligada a perseguir en circulos durante cinco minutos.

Convencer a Jopa de que lo que acababa de ver no había sido absolutamente nada, probablemente pudiera entrar dentro de el top de cosas más complicadas que había hecho en mis veinte años de vida.

Porque el chico era casi más testarudo que Plex, y eso que el youtuber, era bastante cabezudo. Se le había metido entre ceja y ceja que lo que había presenciado, a nosotros dos a diez centímetros el uno del otro, era un casi beso, y que había interrumpido un momento romántico.

Nada más lejos de la realidad.

Que en realidad el cámara solo había descubierto como Plex estaba a punto de contarme lo que le pasaba. Por fin estaba listo para abrirse, bajar sus barreras y dejar que pudiéramos ayudarle.

Y se había ido todo a la mierda.

No era culpa de Jopa, ni mucho menos, pues el chico era el que más se había preocupado y había hecho por ayudar y convencer a Dani de que nos dejara hacerle las cosas más sencillas. Pero en el momento oportuno la había cagado bien cagada.

Dani nos mirada contrariado, sus barreras se levantaron de nuevo en cuanto apareció Jopa, se veía a kilómetros de distancia. El destello de miedo que había iluminado sus ojos cuando por fin se había atrevido a hablar, estaba ahora cubierto por el oscuro de sus pupilas.

No quedaba nada de inseguridad. Ahora solo brillaba el alcohol y la borrachera, observando como dos imbéciles se peleaban por la narrativa de una historia.

Estaba bien claro que Jopa no iba a saber nunca que nos habíamos besado. Más que nada porque los dos acabábamos de concluir que era un error con letras mayúsculas y que no debía repetirse en ninguna circunstancia. Por mucho que cuando el cámara había aparecido estuviéramos cerca de nuevo.

Nada de besos. Eso había sido un fallo que no íbamos a cometer más. Plex y yo éramos claramente mejores amigos, además, que su hermana era una de mis personas favoritas. Sería extraño si de pronto comenzaba a besarme con el mayor de los Alonso.

Y al chico le iba lo de usar y tirar, se lo había escuchado a Borja y Adri en varias ocasiones y lo comprobé con mis propios ojos con la chica que besó aquí. No lo habíamos comentado nunca, pero el hecho de que estuviera con ella y luego la hubiera ignorado el resto de días me parecía una red flag como una catedral.

No iba a unirme al club de las desechadas por Daniel Alonso.

Y que no me gustaba, desde luego.

Todos esos eran suficientes motivos como para no querer volver a besarlo nunca más. Que tampoco tenía ganas, pero por si acaso.

—En que piensas, que te van a salir arrugas de fruncir tanto el ceño.—me señaló Jopa. En motivos para no comerle la boca a tu amigo, no era una respuesta válida. Así que cambié de tema como mejor pude.

—Creo que es hora de que volvamos. Mar y Adri estarán ocupados, pero Borja debe estar echándonos de menos.—Plex puso los ojos en blanco a mi lado, pero se tropezó con sus propios pies y le tuve que sujetar salvándole de dejar su lindo rostro en el suelo.

Une vez más.

Estaba empezando a cansarme de ser la heroína de esta historia.

—Se ha ido a casa.—Jopa miraba con preocupación a la jirafa, que ahora se apoyaba en mi hombro, como si fuera el único pilar que le quedaba para sostenerse.

—Seguro que Mar y Adri también.—lo que implicaba el comentario de el youtuber me hizo ahogar una exclamación. Esperaba por el bien de ambos que estuvieran teniendo cuidado, no estaba preparada para ser tía tan pronto.

—Vámonos a casa.—en realidad, Jopa tenía razón. La fiesta ya se estaba acabando en la plaza del pueblo y era mejor que llegáramos antes que Ana. De todas formas, ninguno de nosotros parecía seguir con ganas de fiesta.

Tenía la cabeza en otra cosa, ni siquiera la música de fondo, ni las carcajadas ocasionales que se oían en alguna casa mientras volvíamos a la nuestra, me sacaban de mis pensamientos.

Estaba muy preocupada por Plex, por lo que le estaba atormentando tanto que parecía no dejarle seguir adelante. Y a ese vaivén constante de ideas, se le sumaba el lío del beso.

Que no era nada. De verdad que no había sido nada.

Pero no podía dejar de repetirlo en cámara lenta, como si fueran las escenas de una película o el párrafo de un libro que estaba leyendo y no mi propia vida. Nos veía discutiendo, gritándonos todo aquello que nos habíamos callado y de pronto el silencio de su boca sobre la mía.

Y claro, se me hacía un nudo en la boca del estómago y de pronto me faltaba el aire y...

—Hasta mañana, Lu.—Jopa me dedicaba una de sus clásicas sonrisas amplias. Entre sus dedos la verja abierta de la casa de los Alonso.—Descansa.

—Buenas noches, chicos.—mi intento de disimular que los últimos minutos de charla no los había procesado fue patético, pero tampoco pareció molestarle.—Alonso, más te vale beber agua.—hoy no iba a estar yo para dejarle una botella en la mesilla con una nota.

—Espera.—balbuceó entre la borrachera.—Ahora voy Jopa.—el andaluz alzo las cejas pero lo dejo ir sin hacer ningún comentario más. Suficiente habíamos tenido todos con el falso romance y los besos sin querer.—He supuesto que ibas a fumar y quería hablar contigo.

No iba a hacerlo. Pero estaba dispuesta a escuchar lo que tuviera que decir.

Lo decía en serio. Estaba para él. Iba a estarlo siempre.

—Dime.—conectábamos tan bien, que la mitad de las veces nos sobraban las palabras. Le di el abrazo que me estaba pidiendo mientras sus brazos se enredaban con fuerza en la parte baja de mi espalda.

—Quiero salir de esta, Lucía.—se me encogió el pecho al oírlo hablar así, tan roto.

—Lo vas a hacer, Alonso. Y voy a estar contigo en cada uno de los pasos. —me apretó más fuerte.—Te lo prometo.

No se cuanto tiempo permanecimos así, pero cuando nos separamos y el mayor de los Alonso se despidió con un beso en la frente, la noche parecía distinta.

Como si Casiopea hubiera cambiado de sitio.

Y yo aún, tenía su caricia en mis labios cuando le di la espalda a su habitación con la luz encendida y encendí un cigarro.

Tenía la esperanza, de que tal vez el tabaco, matará aquello que sentía.

























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no si, """""amigos"""""
espero que os haya gustado mucho,
nos leemos pronto <3

agosto | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora