veintiséis

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veintiséis

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PLEX


Llevaba tanto tiempo sin pararme a escuchar los grillos, que se me había olvidado que estaban ahí. Un fenómeno curioso, como si no pensamos en las cosas estas desaparecen en el fondo de nuestra mente hasta que nos son recordadas de nuevo.

Una vez más, me había ofrecido a acompañar a mi mejor amiga a la cancela de la casa, para que los metros que nos separaban como vecinos fueran menos. Y también para evitar que fumara, pues me había dado cuenta de que si estaba distraída y de buen humor se le olvidaba aquel vicio que tenía como defecto.

Aunque en realidad, sabía que ella sólo había aceptado a que la acompañara para preguntarme por aquello que llevaba días ignorando. Pero la morena había prometido ayudarme y como estaba comprobando, se mantenía firme a su palabra.

La noche había sido todo un éxito, nos habíamos pasado horas enseñándole clips de los viajes por el mundo y contándole las cientos de anécdotas en las que Jopa y Borja acababan gritando de miedo por que les poníamos en las peores situaciones.

No había dejado de mostrar esa preciosa sonrisa que tenía en ningún momento. Y eso alimentaba la sensación extraña en mi estómago.

—No quiero presionarte, Alonso.—se aclaró la garganta, mientras se acurrucaba en mis brazos para recibir la despedida.—Ya sabes que siempre estoy aquí para escucharte.

—En realidad.—teniéndola tan cerca su aroma me llegaba a la perfección. Además ahora no apestaba a tabaco, lo que la hacía aún más irresistible. —Creo que ahora es buen momento.

Nos acomodamos en los escalones de la entrada, en frente de donde aquella vez nos habíamos peleado por mi hermana. Y por mi comportamiento de mierda. Y bueno, porque ella fumaba, porque eso siempre iba a ser igual de reprochable que el resto de mis acciones.

Las calles, como todas las veces que nos habíamos visto envueltos en una situación parecida, estaban completamente vacías. Sólo se escuchaban los grillos de fondo y ocasionalmente, algún gallo. Aunque si hacía un esfuerzo, los directos de Twitch que estaban viendo los chicos, se podían intuir en el silencio.

Sólo esperaba que ningún vecino hubiera decidido sacar a pasear su perro ahora, pues sería malísimo timing.

—Te escucho.—palmeo mi pierna en señal de apoyo, y me dejo mi espacio para que pudiera empezar a hablar.

Nunca antes había dicho esto en voz alta. Era como volver todos esos miedos y preocupaciones que sabía que tenía, y que con alcohol y mujeres había estado ignorando, realidad.

Después de la Velada, sentía como todos los ojos del público puestos en mi. Querían algo nuevo, algo mejor, algo único. Y yo sencillamente estaba en blanco. Me sentía sin musa y sin inspiración. No quería grabar, ni oír hablar de las cámaras, las métricas ni las colaboraciones.

Estaba saturado. Llevaba tantos años haciendo contenido que me estaba superando.

Y en el proceso, me había visto envuelto en una serie de malos hábitos que habían terminado por volverme la peor versión de mi mismo. Y verme tan poco yo, tan irreconocible, había hecho que todo fuera aún peor.

Aunque tras estos días en Toro, con la compañía de la gente adecuada, y con los golpes de realidad que Lucía me había dado, por fin me sentía preparado para afrontar las cosas de otra manera.

Explicarle todo eso a Lucía, me costó. Sobre todo porque me faltaban las palabras, porque sentía vergüenza de mis propias emociones y porque temía que le pareciera estúpido.

agosto | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora