veintiuno
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LUCÍA
Los flashes fueron los que consiguieron que Adri y Mar se separasen, sonrojados pero con una sonrisa de bobalicones que me dieron ganas de ser yo la que sacara el móvil. Aunque bastante espectáculo habían montado ya Jopa y Borja con las cámaras de sus teléfonos.
A estas alturas, estaba bastante convencida de que no quedaba nadie en el pueblo que no supiera que algo estaba pasando en nuestro grupo. De hecho, Ana me había mandado un mensaje en ese preciso instante, para hacerme saber que el beso le había parecido de película a ella también.
Icónico.
La busqué entre la multitud para asegurarme de que estaba bien, como su hermano mayor debería estar haciendo. Sin embargo, parecía que la jirafa estaba demasiado ocupada como para preocuparse por la menor.
A Ana la encontré, tras un rápido escáner de los grupos de adolescentes que adornaban la plaza empedrada, apoyada contra su medio novio, bebiendo de una botella de agua.
Las banderas de múltiples países ondeaban sobre sus cabezas. La típica decoración de feria que no sabía cuánto había echado de menos.
Chica lista que cuida su salud, pensé observando a la morena.
Algo que el mayor de los Alonso parecía haber olvidado. Por el rabillo del ojo, le vi dar un trago más a la botella de Ron, completamente ajeno al mundo exterior que le rodeaba.
Era como si la escenita del beso, el tumulto de personas o la música de la orquesta no estuvieran ocurriendo en su mente. Parecía estar absorto en sus pensamientos.
—¿Estás bien?—le rompí el hechizo, al parecer, porque una sonrisa se dibujó en su boca y centró su atención en mi.
—Si.—pero sus ojos vidriosos me demostraban que no. Que las cosas no marchaban como deberían. Y lo peor, que estaba claramente borracho.
Se suponía que ya habíamos superado esa fase. Estaba claro que a nuestra edad íbamos a beber para pasarlo bien, y no encontraba nada malo en ello. Ahora, de ahí a ahogar nuestros problemas en el líquido etílico, había un paso abismal.
Su acctitud estaba crispando mis nervios. Una vez más, parecía que cuando Dani quería nos echaba a todos de su vida y nos impedía ayudarlo.
Y eso que le conocía de hacía dos semanas. Pero se veía a la legua que era su modus operandis.
Por instinto, lleve mi mano al bolsillo y saqué la cajetilla de tabaco. Apenas había fumado en los últimos días, pero mi hábito era tan tóxico como el suyo. En este momento la necesidad de matar mis pensamientos a base de caldas de nicotina era superior.
Jopa me observó el gesto y tiró ligeramente de mi codo, para indicarme que el me acompañaba. Sabíamos los dos que a Plex se le iba a arrugar el gesto si olía el tabaco.
Y mira que en este momento me importaba más bien poco su opinión.
¿Por qué tenía que ser tan testarudo?
—¿A dónde crees que vas?—preguntó cuando me comencé a alejar con Jopa. Lo peor es que me lo dijo directamente a mí, como si lo que hiciera el cámara le diera igual pero no pudiera decir lo mismo de mis acciones.
—A fumar, Alonso.—mi tono fue claramente apático, pero era él quien me estaba alejando al no compartir sus inquietudes.
Que tampoco estaba obligado a hacerlo, al fin y al cabo éramos dos desconocidos. Pero pensaba que el tiempo compartido nos estaba llevando a un punto en común.
Una amistad.
O lo que fuera.
—Voy contigo.—compartió una mirada con Jopalux, en un código de hombres que no supe leer y con un suspiro resentido, el andaluz me dejó ir.
No estaba entendiendo nada. El mal humor se extendía por mi torrente sanguíneo, como si fuera oxígeno. Creí por un instante que iba a explotar de la mala leche que estaba acumulando.
—Explícate.—mi dedo índice se clavó en su pecho cuando nos hubimos alejado lo suficiente del grupo de personas. El golpe le hizo tambalearse hacia atrás, clara señal, de que estaba borracho.
Imbecil.
No lo aguantaba más. Prendí el papel y deje que se consumiera, el sabor amargo bajando por mi garganta y quemando en mi tráquea.
La mueca de asco de Plex me dió igual. No tenía derecho a reclamarme nada.
—Deja de fumar.—pues al parecer si se creía con posibilidades de hacerlo.
—Alonso.—sus ojos marrones se posaron firmes en los míos. Ojalá hubiesen transmitido la paz de siempre, pero veía en ellos una nube que me hacía querer gritar de frustración. —Estás borracho. Y no por diversión.—eso último hizo que sus labios se tensaran en una fina línea. Había dado en el clavo.—O me dices que te pasa, o me dejas fumarme el cigarro en paz, visto que no eres tan moralmente limpio como dices.
—No sabes de lo que hablas.—tal vez, pero porque él no estaba dispuesto a compartirlo.
—Está claro.
—No es tan fácil, ¿vale?—cedió por un segundo.
Sentía la tensión en la calle desierta como si pudiera cortarla con un cuchillo. El aire estaba denso mientras acababa lo que quedaba del tabaco. Con un gesto demasiado repetido, aplasté la colilla contra los adoquines de granito desgastado.
—Pues estoy aquí para escucharte.—el youtuber me miraba como si en su mente se estuviera librando la batalla más dura del mundo.—O si no me lo quieres contar a mi se lo cuentas a Jopa, o a Ana, o Adri o a tú manager Paco o como sea. O a tus padres que seguro que quieren escucharte. O te buscas un seguidor random de esos millones que tienes y le escribes. O a las chicas con las que haces cosas que no quiero saber. Que se yo Alonso, pero búscale una solución a lo que te pasa porque te está comiendo por dentro. No sólo es el alcohol, es que estás perdiendo tu luz...
De pronto, no pude seguir hablando.
Y no fue porque se me olvidará como hacerlo, o porque cayera un meteoro sobre nosotros. Que va, fue una bomba bastante más explosiva.
El silencio reino en la avenida de Toro, cuando los labios de Plex, besaron los míos.
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me voy sin decir nada,
espero que os haya gustado
nos leemos pronto <3
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agosto | Yosoyplex
ФанфикDe fiesta en fiesta, de chica en chica, plex lleva meses buscando algo que hace tiempo perdió. Sólo necesita agosto para encontrarlo. a YOSOYPLEX FANFIC