veintisiete
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LUCÍA
Las rosquillas siempre han sido un dulce típico en casa de mi abuela. Más en verano, cuando nos reuníamos todos en la casa familiar a pasar los diarios largos bajo el sol zamorano.
Ahora ya no nos juntábamos tanto. Desde que se había marchado mi abuelo, cinco años atrás, cada uno venía cuando podía y tenía un hueco para pasar un tiempo aquí. Y casi nunca coincidíamos.
De hecho, yo me las había apañado para no tener que volver en todos esos años. Al principio huyendo del reencuentro con todos los recuerdos de lo que había vivido en estas paredes y calles, y luego más adelante, porque ya no parecía tener sentido volver.
La vida en Madrid era demasiado bulliciosa y entretenida como para pensar que pudiera haber algo para mi en Toro. Además, allí tenía vía libre para mis vicios y desventuras.
Sin embargo, el aroma a anís y las manos arrugadas de mi abuela amasando la plasta dorada hacían que me arrepintiera de todos aquellos años perdidos. En su dedo anular aún estaba el anillo dorado de la boda, que no se había quitado en los cincuenta y muchos años que había pasado casada.
Y parecía que no se lo iba a quitar nunca.
—Tomad nota.—nos dijo señalando el bolígrafo de propaganda que descansaba en la encimera. A su lado, la libreta con alguna mancha de aceite en la que estábamos escribiendo la receta.—Ahora mezclas con el azúcar hasta que quede el punto perfecto de dulzura.
—Como Lucía.—bromeó el mayor de los Alonso.
En mi defensa diré, que la idea no había sido del todo mía. Mi abuela me había preguntado que con quien hablaba por mensaje, y él había dicho que estaba más que encantado de asistir a una clase de repostería de ella.
Y bueno, así es como habíamos acabado los dos con harina del pelo a las cejas, y riesgo de morir por sobredosis de azúcar.
A los chicos ni siquiera les había molestado que no les invitara, sólo habían pedido poder comerse una buena cantidad de los bollos como forma de pago.
Y la verdad es que me sonó como una respuesta muy de Jopa, Borja y Adri. El venderse por un poco de comida. Ana hubiera venido, pero últimamente andaba muy ocupada haciendo manitas con su medio novio.
Eso iba a requerir una investigación policial por parte de Mar y mía intensa. No podía ser que no nos estuvieran dando detalles. Ni tampoco la rubia, que parecía estar guardándose todos los cotilleos en lo que respectaba a el editor del grupo.
El chico de dos metros que ocupaba mi cocina ayudaba a mi abuela a darle forma a las rosquillas, haciendo mini donuts con las manos y colocándolas en una bandeja metálica a su derecha.
El pelo rizado le caía oscuro sobre las cejas, y de cuando en cuando, se lo colocaba hacia un lado, manchando su frente aún más del polvo blanquecino.
Estaba muy guapo. Y verle así, mano a mano con una de las personas más importantes de mi vida, hacía que algo dentro de mi se revolviera.
—Lucía, pero deja de mirar y echa una mano.—me regañó mi abuela al darse cuenta de que les estaba observando.—Voy a sentarme un segundo, os dejo envolviendo los bollos.
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agosto | Yosoyplex
FanfictionDe fiesta en fiesta, de chica en chica, plex lleva meses buscando algo que hace tiempo perdió. Sólo necesita agosto para encontrarlo. a YOSOYPLEX FANFIC