53: PREFACIO

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Los años pasaban y la familia seguía unida.

Habían aprendido de cada uno de sus errores.

Aprendieron que primero era la familia y con ello la familia escogida: amigos.

Habían aprendido que siempre había alguien para alguien. Que tenerlo todo lo económico y todo lo material se reducía a nada cuando fallaba el amor y la unión entre ellos.

El miedo a ser felices se había esfumado. No quedaban muchos más secretos del pasado por destapar.

Becky había aprendido a tomar su tiempo. El trabajo había caído en su lista de prioridades y ahora no había quien la alejara de su familia cada fin de semana. Darle ese beso de buenas noches a sus hijos y quedar abrazada con su esposa era primordial.

Para Freen, todo había encajado. Una familia unida era todo lo que quería desde que deseó tener una. Saber que Becky despertaba todos los días junto a ella y ya no salía corriendo con sus trajes hechos a la medida. La Castaña había pisado fuerte en el campo de la moda y ya no había quien la hiciera dudar.

Heng, Baitoey y Noey, seguían siendo los hermanos de otra madre que Freen siempre quiso.

Heng se mantenía firme en el puesto de Becky manejando parte de su empresa. Baitoey era una gran chef, esposa y madre de tres pequeños niños. Noey había puesto el anillo y Engfa había aceptado, la llegada de dos princesas a su hogar había hecho que ambas dejaran su vida loca para centrarse en ser familia.

Al final, todos tenían su propia familia, pero la huella de una Manada era imposible de borrar y más cuando había una quinta parte de esa manada que los cuidaba desde el cielo.

Saint, Engfa y Las Siriphan habían tomado caminos variados. Saint había dejado a un lado el tema del amor y ahora era un soltero codiciado conocido por ser el dueño de un famoso club en la costa. Engfa había creado su propia compañía de seguridad para poder tener tiempo para su hermosa familia. Las Siriphan y sus dotes de cantantes habían florecido.

Y ahí estaban, los terremotos Armstrong Chankimha.

-Amor, vamos... se nos hace tarde. - Salomé se asomó a su habitación para encontrar a Isaías jugando a la lucha libre con Danna.

-No sé cuál de los dos es el niño. Princesa, ándale que si te despeinas te voy a peinar de nuevo y no te gusta. - Salomé se cruzó de brazos y de inmediato el dúo dejó de jugar.

-¿Vamos a ver a las abuelas y tíos?

-Vamos para la casa... es probable que allí estén todos. - Salomé comenzó a reír cuando Danna comenzó a correr para ser la primera en salir.

-Vamos por esa famosa pasta de las suegris. - Isaías se puso su gorra negra y sonrió.

-Eso se llama interés... pero sí. Vamos por esa pasta.

La pequeña volvió a la habitación e hizo la clara representación de una ñoña angelical.

-Mami, ¿abuelitas ya me pueden comprar el Tesla? - La niña preguntó mientras tiraba de la chaqueta de su madre.

-Eso también se llama interés, Danna.

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-Amor, ¿por qué tanto perfume? - Karla miró con una mueca a Sarah.

-Es mi nuevo perfume, me gusta usar lo que creo. - Sarah dejó a un lado el envase de cristal que recién había llenado y sonrió.

-¿Estás lista para ir a casa?

A Un Click: Lo SientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora