8.

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Bajo la Superficie.

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Rodrigo caminaba hacia la escuela sintiendo el mismo peso de siempre sobre sus hombros, pero ahora había algo más en su mente. La breve conversación con Iván el día anterior lo había dejado inquieto. Por primera vez, había admitido que no estaba bien, aunque solo fuera un susurro, una pequeña grieta en la muralla que había construido a su alrededor.

Pero admitirlo era solo el primer paso. Rodrigo no sabía si realmente podría dejar que alguien viera el caos que llevaba dentro.

Mientras caminaba por los pasillos de la escuela, el eco de las risas y los murmullos detrás de él lo perseguía como una sombra. No era nuevo, pero cada día se sentía más pesado. Los chismes, las fotos, las miradas... todo formaba parte del mismo ciclo que lo consumía lentamente. 'Y aunque ahora tenía a Iván a su lado, el dolor no desaparecía.'

Ese día, al llegar a su casillero, encontró algo nuevo. Un papel doblado, empujado entre los libros y las pertenencias. Al abrirlo, su corazón se detuvo por un segundo.

"Nadie te quiere aquí. Haznos un favor y vete."

Las palabras eran simples, pero llevaban el peso de todas las inseguridades de Rodrigo. Apretó el papel con fuerza, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba. El nudo en su garganta volvió, más grande que nunca. Miró alrededor, buscando a los responsables, pero nadie parecía prestarle atención. 'Como si su dolor no fuera más que un espectáculo invisible.'

***

En clase, Iván notó algo raro en la forma en que Rodrigo se comportaba. Estaba más callado de lo habitual, si eso era posible. Cada tanto, lo veía apretar los puños bajo el pupitre, como si estuviera luchando por mantener el control.

Cuando sonó el timbre del recreo, Iván decidió que no podía dejar pasar el día sin hablar con él. Lo siguió hasta el patio, donde Rodrigo se sentó en su rincón habitual, lejos de los demás.

"Rodrigo," dijo Iván, sentándose a su lado, "¿qué pasó hoy?"

Rodrigo lo miró de reojo, su mano temblando mientras sostenía su mochila con fuerza. No quería hablar. No quería revivir el dolor una vez más. Pero sabía que no podía seguir guardándolo todo dentro. 'No esta vez.'

Sin decir nada, sacó el papel arrugado de su bolsillo y se lo entregó a Iván. La expresión de Iván cambió al leer las palabras. Sus ojos se oscurecieron, pero no dijo nada al principio. Solo miró a Rodrigo, buscando las palabras correctas.

"¿Quién te dio esto?" preguntó finalmente, su voz tensa.

"No lo sé," respondió Rodrigo en voz baja, su mirada fija en el suelo. "A veces siento que no importa quién sea. Siempre será lo mismo."

Iván suspiró, enfadado por la situación, pero más que nada frustrado por no saber cómo hacer que Rodrigo viera su propio valor. "Escucha, esto... esto no es cierto. No te creas lo que dicen."

"¿Y cómo no hacerlo?" Rodrigo levantó la vista, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y resignación. "Es lo que todos piensan. Lo que siempre he pensado de mí mismo."

Iván lo observó en silencio durante un momento, entendiendo que las palabras no serían suficientes para cambiar lo que Rodrigo sentía. 'Pero no podía darse por vencido.' No después de todo lo que había visto en él.

"Tal vez no puedo cambiar lo que sientes de un día para otro," dijo Iván finalmente, su voz firme, "pero no te dejaré enfrentar esto solo. Tienes más valor del que crees, aunque ahora no lo veas."

Rodrigo no respondió. Sabía que Iván lo decía en serio, pero aún no podía aceptar esas palabras como verdad. 'Estaba roto, y no creía que nadie pudiera arreglarlo.'

***

La tarde llegó más rápido de lo que esperaba, y mientras la última clase terminaba, Rodrigo decidió que necesitaba escapar por un rato. El constante ruido de la escuela, las miradas, las palabras... era demasiado. Sin decirle nada a Iván, salió del edificio antes de tiempo y caminó sin rumbo por las calles de la ciudad.

El aire fresco le ayudaba a calmarse, pero sus pensamientos seguían girando en torno a las mismas preguntas de siempre. '¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué no podía ser normal?'

Caminó durante horas, hasta que encontró un pequeño parque alejado del centro. Se sentó en un banco, mirando a lo lejos mientras las hojas de los árboles caían a su alrededor. Por un momento, el mundo se sintió tranquilo, aunque sabía que esa paz era solo temporal.

Sacó su celular del bolsillo, su dedo titubeando sobre el nombre de Iván en la lista de contactos. Quería hablar con él, pero al mismo tiempo, no quería ser una carga. 'Iván tenía su propia vida. No merecía estar atado a alguien tan roto.'

Finalmente, guardó el teléfono sin mandar ningún mensaje. Decidió que al menos ese día, enfrentaría sus demonios solo.

Pero mientras el sol comenzaba a ponerse, Rodrigo supo que no podría hacerlo para siempre. Algún día tendría que hablar, tendría que dejar entrar a alguien. Solo esperaba que, cuando ese día llegara, no fuera demasiado tarde.

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𝘏𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢𝘴 - 𝑅𝑜𝑑𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora