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★– Pequeñas aperturas.

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Los días comenzaron a pasar de manera extraña para Rodrigo. Antes, los días en la escuela eran una sucesión de momentos grises, donde solo esperaba llegar a casa y encerrarse en su mundo. Pero ahora, algo había cambiado. No era solo porque los matones parecían dejarlo en paz cuando Iván estaba cerca, sino porque, de alguna forma, Iván había comenzado a ser una constante en su vida. Cada vez que se encontraban, Iván lo saludaba, le hacía alguna broma ligera o simplemente se sentaba con él en los descansos.

Para Rodrigo, todo esto era desconcertante. No estaba acostumbrado a la amabilidad gratuita. Cada gesto de Iván le parecía sospechoso, como si estuviera esperando que en algún momento, todo explotara en su contra. Pero, al mismo tiempo, había algo en Iván que lo hacía sentir... ¿cómo describirlo? Seguro. Tranquilo. Algo que hacía mucho no sentía.

Era un martes por la tarde cuando todo empezó a cambiar un poco más. Rodrigo estaba en la biblioteca, un lugar donde solía esconderse cuando no quería lidiar con nadie. Estaba leyendo un libro que realmente no le interesaba cuando escuchó una voz familiar.

"¿Leyendo algo interesante?"

Rodrigo levantó la vista y vio a Iván acercándose con su típica sonrisa relajada. Sin esperar respuesta, Iván se sentó en la silla frente a él, como si fuera lo más natural del mundo.

Rodrigo suspiró. "¿Siempre vas a aparecer de la nada?"

Iván se rió entre dientes. "Solo cuando parece que necesitas compañía."

Rodrigo intentó concentrarse en su libro, pero la presencia de Iván hacía que fuera imposible. Cerró el libro y lo dejó a un lado. "¿Por qué sigues molestándote en hablar conmigo? Hay otras personas en la escuela. Podrías hacer amigos más... normales."

Iván lo miró con una expresión seria por primera vez. "¿Y qué te hace pensar que no eres normal?"

Rodrigo se encogió de hombros. "Solo... no soy como los demás."

Iván se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa. "Todos somos diferentes. Eso es lo que nos hace interesantes, ¿no crees?"

Rodrigo lo miró, tratando de entender por qué alguien como Iván, alguien que parecía tenerlo todo, estaba tan interesado en alguien como él. Y sin embargo, había algo en su sinceridad que hacía que Rodrigo bajara un poco la guardia, aunque solo fuera por un momento.

"Quizás", murmuró finalmente.

El silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Rodrigo comenzó a relajarse, incluso a disfrutar de la compañía de Iván. Algo que no había permitido en mucho tiempo. Hablaron de cosas triviales, clases, profesores, y por primera vez en meses, Rodrigo se encontró riendo suavemente por una broma que Iván había hecho.

Cuando la campana sonó, Iván se levantó, recogiendo su mochila. "Te veo mañana, ¿sí?"

Rodrigo asintió, observando cómo Iván se alejaba. Mientras lo veía irse, sintió un nudo en el estómago. No era nerviosismo, ni siquiera miedo, pero era algo que lo confundía. Una sensación cálida que no sabía cómo describir.

***

Esa noche, en su habitación, Rodrigo se encontró dándole vueltas a la cabeza. Iván no salía de sus pensamientos, y eso lo inquietaba. Se levantó de la cama y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvía la mirada, pero había algo diferente en sus ojos. No sabía qué era, pero estaba seguro de que tenía que ver con Iván.

Cerró los ojos y suspiró. No quería pensar demasiado en lo que estaba sintiendo, en lo que ese nudo en su estómago podría significar. Pero por más que intentara ignorarlo, no podía negar que había algo en Iván que lo atraía. No solo por cómo lo defendía o lo hacía sentir seguro, sino porque cada vez que Iván sonreía, sentía que algo dentro de él se rompía y se reconstruía al mismo tiempo.

Sin embargo, aún no estaba listo para admitirlo. No ante Iván, ni siquiera ante sí mismo.

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𝘏𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢𝘴 - 𝑅𝑜𝑑𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora