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★– Confusión y Cercanía.

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Los días siguientes fueron un torbellino de emociones para Rodrigo. Nunca antes había estado tan cerca de alguien como lo estaba ahora de Iván. Sus interacciones se volvieron más frecuentes y naturales, tanto dentro como fuera de la escuela. Iván siempre encontraba una excusa para buscarlo, ya fuera en el comedor, en los pasillos o en la biblioteca. Y aunque al principio Rodrigo había intentado mantenerse distante, algo dentro de él le impedía seguir alejándose.

Esa tarde, después de clases, Iván se le acercó con una sonrisa despreocupada. "¿Te apetece dar una vuelta? Está haciendo buen tiempo y pensé que podríamos salir un rato, si no tienes nada mejor que hacer."

Rodrigo dudó por un segundo, pero finalmente asintió. "Claro."

Caminaban juntos por un parque cercano a la escuela, en silencio. El aire fresco y el suave crujido de las hojas bajo sus pies llenaban el ambiente, pero en la mente de Rodrigo, todo era un caos. A medida que pasaban más tiempo juntos, era imposible ignorar los sentimientos que empezaban a crecer dentro de él. Cada sonrisa de Iván, cada pequeño gesto, hacía que su corazón latiera más rápido. Era una mezcla de confusión y miedo que no sabía cómo manejar.

"Es raro, ¿sabes?" Iván rompió el silencio, mirando hacia el cielo. "No suelo acercarme tanto a la gente, pero contigo… es diferente. Siento que, de alguna manera, te entiendo."

Rodrigo lo miró sorprendido. "¿Entenderme? No creo que haya mucho que entender."

Iván se detuvo y lo miró directamente a los ojos, su expresión mucho más seria de lo habitual. "Eso no es cierto. Todos llevamos nuestras propias heridas, aunque a veces las escondamos bien."

Esas palabras golpearon a Rodrigo de una forma que no esperaba. Sentía que Iván estaba viendo más allá de su fachada, como si pudiera percibir el dolor que había estado cargando en silencio durante tanto tiempo.

"¿Y tú? ¿Qué heridas escondes?" La pregunta salió de sus labios antes de que pudiera detenerse.

Iván sonrió débilmente, pero esta vez no había alegría en sus ojos. "Mi vida no ha sido fácil. Mi padre… bueno, no está presente desde hace años. Mi madre hace lo que puede, pero nunca es suficiente. Nos hemos mudado tantas veces que he perdido la cuenta. A veces siento que estoy siempre solo, aunque haya gente a mi alrededor."

Rodrigo no sabía qué decir. No se esperaba esa confesión, pero al mismo tiempo, la vulnerabilidad de Iván lo hizo sentir más cerca de él. Por primera vez, no se sintió solo en su dolor.

"Gracias por compartirlo," murmuró Rodrigo. "Es difícil hablar de esas cosas."

Iván asintió, su mirada suave y comprensiva. "Lo sé. Pero a veces, encontrar a alguien con quien compartirlo lo hace más llevadero."

Rodrigo lo observó por un momento, su mente enredada en pensamientos que no podía controlar. No sabía si era el momento, pero sentía que debía decir algo, aunque fuera pequeño, sobre lo que estaba sintiendo.

"Yo... nunca he tenido a alguien en quien confiar. Siempre he estado solo. Así que esto, lo que haces por mí, no sé cómo lidiar con ello."

Iván sonrió suavemente y dio un paso hacia él, colocando una mano en su hombro. "No tienes que lidiar con ello solo, Rodrigo. No más."

El contacto fue breve, pero el simple gesto de apoyo envió una corriente de emociones a través de Rodrigo que lo dejó paralizado por unos segundos. Esa calidez, esa cercanía… ¿Era posible que estuviera sintiendo algo más por Iván? El nudo en su estómago se apretó una vez más, y esta vez no pudo ignorarlo.

De repente, la confusión y el miedo comenzaron a mezclarse con una emoción más intensa, más clara. Había algo en Iván, algo que lo atraía de una forma que nunca antes había experimentado. No podía explicarlo, pero tampoco podía seguir negándolo.

El miedo a lo que estaba sintiendo se apoderó de él. Dio un paso atrás, rompiendo el contacto visual. "Es tarde, debería irme."

Iván lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación, pero no lo presionó. "Está bien. Nos vemos mañana, ¿vale?"

Rodrigo asintió rápidamente y se dio la vuelta, alejándose. A medida que se distanciaba, su corazón seguía latiendo rápido, no por el miedo que solía sentir, sino por algo mucho más profundo. Algo que aún no estaba listo para enfrentar.

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𝘏𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢𝘴 - 𝑅𝑜𝑑𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora