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★– Primer encuentro.
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El sol de la mañana se filtraba a través de las persianas de la habitación de Rodrigo, iluminando el caos de papeles y libros apilados en un escritorio casi abandonado. La alarma había sonado hacía diez minutos, pero él no tenía prisa por levantarse. Cada día era el mismo. El mismo infierno.

Se levantó, mirando su reflejo en el espejo. Su cuerpo delgado le devolvió la mirada. Últimamente, el hambre era una sensación que prefería ignorar. Se vistió con lo primero que encontró en el armario, asegurándose de que su ropa no llamara la atención, y salió de su habitación con la esperanza de pasar desapercibido una vez más.

En la cocina, su madre lo miró preocupada. "¿No vas a desayunar?", preguntó, pero Rodrigo la ignoró. No quería hablar, no quería enfrentar más preguntas. Se colgó la mochila al hombro y salió por la puerta antes de que pudiera insistir.

En el otro extremo de la ciudad, Iván se miraba en el espejo con una sonrisa despreocupada. Ser el chico nuevo era algo que había aprendido a manejar con los años. Las miradas curiosas de los demás estudiantes, las preguntas de los profesores, todo era parte del paquete.

Tomó su mochila y salió rumbo a su primer día de clases en esta nueva escuela. Esta vez, se prometió a sí mismo que sería diferente. No sería "el chico solitario". Haría amigos. Se integraría. Quizás, incluso, podría ser alguien normal por una vez.

Cuando Rodrigo llegó a la escuela, los pasillos ya estaban llenos de risas y conversaciones. Mantuvo la cabeza baja, evitando cualquier contacto visual. Sabía que si alguien lo notaba, las burlas comenzarían. Caminó rápidamente hacia su casillero, deseando desaparecer entre la multitud.

Pero el silencio que tanto anhelaba no duró mucho. "¡Mira quién ha llegado!", gritó una voz familiar detrás de él. Marcos y su grupo de amigos se acercaban, con esas sonrisas crueles que Rodrigo conocía demasiado bien. "¿Qué pasa, flacucho? ¿Nos extrañaste?"

Rodrigo apretó los puños, deseando que simplemente lo dejaran en paz. El miedo se apoderaba de su cuerpo, pero sabía que responder solo empeoraría las cosas. Marcos empujó su hombro con fuerza, y Rodrigo chocó contra el casillero, dejándose caer al suelo. La risa resonó en el pasillo.

Fue entonces cuando una voz firme interrumpió el momento. "Déjalo en paz."

Todos se giraron, sorprendidos, hacia Iván, el chico nuevo, que estaba parado con los brazos cruzados y una mirada desafiante. Nadie lo conocía, pero su presencia era lo suficientemente fuerte como para hacer que los acosadores dudaran por un instante.

Marcos se rió, pero no con la misma confianza de antes. "¿Y tú quién eres? ¿El héroe del día?"

"Solo alguien que no soporta a los cobardes", respondió Iván, acercándose lentamente.

Hubo un silencio incómodo. Marcos y su grupo intercambiaron miradas, y finalmente, como si hubiera perdido interés, se dieron la vuelta y se alejaron, murmurando entre ellos.

Rodrigo, aún en el suelo, miró a Iván con asombro. No podía entender por qué alguien se había molestado en ayudarlo. Iván le tendió una mano, y después de unos segundos de duda, Rodrigo la tomó.

"¿Estás bien?", preguntó Iván, con una sonrisa tranquila.

Rodrigo asintió, todavía demasiado aturdido para hablar. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien se había puesto de su lado. Y aunque no sabía por qué Iván lo había hecho, algo le decía que su vida estaba a punto de cambiar.

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𝘏𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢𝘴 - 𝑅𝑜𝑑𝑟𝑖𝑣𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora