BIRDS OF A FEATHER

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Mingyu se levantó sorprendido al verse dentro de la habitación de Seokmin.

—Buenos días, bello durmiente —dijo Hao arrojándole su chaqueta de mezclilla en la cara.

—¿Cómo llegamos aquí?

—Ni yo tengo idea, pero estoy agradecido de no tener que haber dormido en las prisiones municipales; un castigo más en mi carta de buena conducta de la vida y me devuelven a China.

El alto negó —salimos librados anoche.

Seokmin entró con pan tostado y jugo de naranja al parecer.

—Estuve cerca, la verdad, pero me alegro que despertamos en una camita caliente y no en el suelo de la prisión.

—Estaba pensando que ya no deberíamos hacer esto si nos sigue metiendo en problemas —mencionó Minghao mirando a sus amigos.

—No, Hao, no le hacemos un mal a nadie, además, en los lugares en donde pintamos nadie vive o renta para negocios.

—Pues no, pero siguen teniendo dueños aunque no usen los lugares...

—Es una injusticia que a nosotros siempre nos quieren cazar y nos tratan como animales cuando hay delincuentes de verdad allá afuera que hacen daño a la gente y a ellos no les hacen nada...

Mingyu solo miraba la discusión de sus amigos mientras comía de su pan tostado.

—Ya está bien, si dices que no somos delincuentes te creo, pero mi mente aún piensa que estamos expuestos.

—Ya, Hao, no seas gallina, sabías a lo que te metías con nosotros.

—Pues ya que

Seokmin le dio una palmada en la espalda.

—Gyu, ¿tienes el boceto que haremos esta noche?

El alto asintió y comenzó a buscar en las bolsas de su chaqueta sin éxito. Abrió sus ojos con sorpresa al no encontrarla en su chaqueta; sin embargo, sí estaba el escrito de la noche.

—Te lo juro que la tenía.

Seokmin y Minghao se golpearon en la frente.

—Te dije que me lo dieras a mí.

—De verdad, anoche la traía aquí —sacó la hoja con el escrito y Seokmin la tomó abriendola sin éxito.

—Qué estupidez ¿qué es esto?

Mingyu por instinto la jaló de las manos del mayor del trío —iré a buscarla.

Salió corriendo, poniéndose sus tenis en el camino. No tenía tiempo para transporte; iría caminando para encontrarlo si las ráfagas de aire la habían arrastrado hasta un punto.

Se fue todo el camino hasta llegar frente al observatorio, mirando a un chico pelinegro delgado con piel blanca. Llevaba gafas negras y un lindo suéter que cubría hasta sus manos.

Volteó con una sonrisa y alzó su brazo saludando.

El alto parpadeó un par de veces. ¿Le hablaba a él? ¿Lo conocía?

Comenzó a caminar hacia él y lo hizo sorprenderse apunto de subir su mano para corresponder al saludo.

Paso justo a un lado suyo y volteó mirando al pelinegro abrazando a un chico más bajo que él y con unos enormes brazos saliendo de un automóvil negro.

Rodó los ojos; por supuesto que no lo saludaban a él, ni siquiera lo conocía.

Volteó caminando hacia el frente; ese fortachón del auto no era un gran tipo; parecía engreído y bastante arrogante. Quizás todas las personas ricas con las que se topó eran así de insoportables; no podía confiar en ninguna de ellas.

Un guardia salió y lo miró de pies a cabeza haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo...

El hombre alzó la vista y sonrió al voltear a ver a otra persona. —Wonwoo, ¿es esto lo que buscabas? El hombre alzó una hoja de papel blanca.

Mingyu sonrió; esa era su hoja y estuvo apunto de alzar su brazo y decir que era suya. Hasta que el mismo chico delgado llegó casi a su lado tomándola con tanta delicadeza mientras agradecía un par de veces.

Finalmente sonrió y dio media vuelta para enfrentarlo. Él era el dueño del escrito que se encontró anoche mientras huía.

—¡Oye!

El pelinegro subió su vista y le sonrió a él. Esta vez le había sonreído a él —¿Sí?

Saco de su chaqueta el escrito y lo tomo —creo que esto es tuyo y lo que tú tienes en tus manos es mío.

El chico bajó su vista hasta el papel en sus propias manos y lo desdobló encontrando un lindo dibujo de un par de flores que parecían margaritas.

Mingyu sonrió y acercó su escrito. —Lo desdoble pensando que era mi dibujo, pero no lo he leído, quizás es muy íntimo.

—Muchas gracias, es importante para tí, supongo.

—Bastante

Ambos intercambiaron sus hojas y el pelinegro mayor sonrió alzando su hoja. —Muchas gracias, era importante.

El alto miró al pelinegro subirse al automóvil negro junto al tipo que para nada le agradaba. No le había hecho ni dicho nada esta vez para merecer su odio, pero algo en él no le gustaba.

Tragó en seco y volteó mirando al guardia que seguía mirándolo.

—¿Qué tanto me mira?

—Se me hace conocido.

El alto rodó los ojos y dio media vuelta para irse del lugar de vuelta a casa de Seokmin.

Miro el dibujo varias veces, era horrible; mejor se hubiera quedado con el escrito, le mintió al chico de gafas. Lo había leído tantas veces en la noche que aprendió cada párrafo y memorizó el estúpido dibujo a la esquina que le parecía ridículamente tierno.

Volteo mirando el observatorio.

Volvería ahí; quizás el chico tenía razón y las estrellas sí eran un cálido abrazo para almas rotas como la suya.

Entre cartas y constelaciones [ MINWON / MEANIE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora