Cuando JJ llega a casa del trabajo, con los músculos exhaustos y cubiertos de grasa, el mejor regalo es saber que su familia lo colmará de todo el amor que tiene.
"¡Papá está en casa, mis bebés!", llama, y su voz resuena por toda la casa.
Tus hijos bajan corriendo las escaleras, cada uno abrazado a sus piernas antes de salir corriendo a jugar de nuevo. Tu hija mayor, sin embargo, se queda, habiendo extrañado a su padre un poquito más que los demás.
Él la levanta y la mira con una sonrisa. "Hola princesa. ¿Cómo estuvo tu día?"
Las manos de tu hija enmarcan el rostro de su padre. "Estuvo bueno, papá. Mamá nos preparó waffles para el desayuno, ¡y después del almuerzo hicimos helados con chispas!"
"¿Sí? Eso suena increíble. ¿Crees que podrías ayudarme a hacer uno después de la cena?"
"¡sí!"
Luego bajas las escaleras, sonriéndole radiante a tu maravilloso marido.
"Hola, linda mamá. Gracias por cuidar tan bien de nuestros hijos".
Sonríes aún más, acercándote a tu marido para poder besarlo. Tarareas cuando tus labios se tocan y él sonríe.
"¿Cómo estuvo el trabajo?" preguntas, mientras una de tus manos se enrosca entre sus mechones rubios. "Te ves cansado".
JJ sacude la cabeza. "Estoy bien ahora. Sólo necesitaba ver a mis bebés". Su cabeza se gira hacia su hija nuevamente. "¿Tienes ganas de darle un beso a papi?"
"¿Te doy un beso en cinco minutos, papi?"
Él asiente con la cabeza en señal de comprensión. "Por supuesto que puedes, cariño. Mi princesa recibe besos cuando quiere". La baja y la observa correr hacia sus hermanos. Luego, abre sus brazos para ti y tú te acurrucas entre ellos con más que buena voluntad.
"Eres tan bueno con ellos", le dices. "Me haces querer darte otro bebé".
Él sonríe, depositando un beso en el hueco de tu cuello. "Tú tomas las decisiones, mamá".