Capítulo 19: No es culpa tuya

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Los ojos azules de Giyuu le devuelven una mirada de sorpresa.

—No es culpa tuya, ¿me oyes? —repite Sanemi. Necesita que el pilar del agua lo entienda, que pueda observarlo todo desde la misma perspectiva que él, sin que la lente de la culpabilidad distorsione su visión de los hechos—. No lo es. Nunca lo ha sido. Tú no eres el problema, el problema es que vivimos en un mundo infestado de demonios que hieren a la gente por mucho que los protejas. Tú no has hecho nada malo. Y yo soy un idiota por haberte gritado en vez de escucharte. Lo siento.

Es la tercera vez que se disculpa ese día, pero es necesario.

—No te...

—Fue totalmente culpa mía, Giyuu. Tú intentaste explicármelo y yo no te dejé como el imbécil que soy.

—No. —Sanemi intenta volver a hablar, pero Giyuu le cubre la boca con una mano. Nota el tacto suave de su palma rozándole la piel de los labios. Un par de mariposas alzan el vuelo en el interior de su estómago—. Sé que no se me da bien explicarme y esta vez era importante. Debería haberme esforzado más. Lo siento.

Sanemi retira la mano de Giyuu de su boca y entrelaza los dedos con los suyos.

—Los dos sabemos que no te habría dejado hablar, Yuu. Tengo que dejar de interrumpirte.

—Algún día lo harás.

—Algún día. —Sanemi sonríe porque, de pronto, ha tenido una idea. Su corazón se acelera únicamente de pensarlo—. Pero hoy no.

Giyuu parpadea.

—¿De qué...?

Antes de que pueda terminar la frase, Sanemi lo besa. Si lo de antes era una pareja de mariposas, esto es un tornado entero formado únicamente por esos insectos, volando a tanta velocidad que sus alas levantan el viento suficiente para arrasar una aldea en segundos. Los dedos de Giyuu acarician el contorno de su cara para luego bajar y detenerse sobre su pecho. Sanemi mantiene un brazo tras la cintura del pilar, atrayéndolo hacia él, mientras su otra mano viaja hasta la nuca de Giyuu y se entierra entre los mechones color obsidiana de su coleta. El pilar del agua separa ligeramente los labios, dejando que Sanemi profundice el beso. El punto en el que sus lenguas se rozan se convierte en una explosión de polvo de estrellas que sacude todo su cuerpo como un relámpago, entorpeciendo su respiración y acelerando su ritmo cardíaco hasta una velocidad mucho más elevada de la que había creído posible.

Solo se separan cuando empiezan a notar la falta de aire.

—Giyuu —Sigue escuchando los latidos de su corazón en los oídos, seis golpes por cada segundo—, yo también te quiero.

Él sonríe y Sanemi memoriza cada milímetro de esa expresión, intentando retener ese recuerdo en su memoria para siempre. Un fragmento de ese mundo horrible que ha tenido que emerger de toda esa desgracia y que, sin embargo, es perfecto.

Ojalá pudiera hacer que Giyuu se viera a sí mismo como lo ve él. Ojalá pudiera hacer que viera que el dolor no lo provoca él, sino un cúmulo de circunstancias que se escapan de su control. Ojalá pudiera hacer que viera que esforzarse por repararlo a pesar de todo lo convierte en una persona perfecta.

Ojalá.

Sanemi no sabe si es posible, pero piensa intentarlo.

Giyuu apoya la cabeza en su hombro. Sanemi se incorpora un poco y entonces el dolor de la herida regresa de golpe, haciéndole doblarse en dos. El pilar del agua lo abraza.

—Shinobu llegará enseguida, ¿vale? No te preocupes, Nemi. Estoy contigo.

Solo una noche [sanegiyuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora