Sanemi siente su corazón a punto de estallar. Está casi completamente seguro de que ha muerto, pero no consigue decidir si se encuentra en el cielo o en su propio infierno particular.
El motivo no es otro que Giyuu, claro.
El pilar del agua está tumbado frente a él en el futón. Sus dedos trazan el contorno del rostro de Sanemi con delicadeza, siguiendo la línea de su mándibula, después la de su nariz y luego la de las raíces de su pelo. Sus ojos azules lo observan con algo que únicamente podría describirse como amor.
Sería un momento perfecto si no fuera porque Sanemi no puede responder. Las ganas de besarlo luchan en su interior contra la necesidad de apartarlo antes de sufrir un cortocircuito.
Por lo menos ha conseguido convencerlo de que deje de intentar besarlo. Si no lo hubiera hecho, Sanemi está convencido de que en estos momentos se estaría volviendo totalmente loco.
El recorrido de los dedos de Giyuu termina en los labios de Sanemi, a la vez que sus ojos bajan hasta ese punto. El pilar del viento nota el calor en sus mejillas.
—Tomioka, no.
Él sonríe y Sanemi puede notar como se le acelera el corazón. ¿Por qué tiene que ser tan adorable?
—Lo sé —dice Giyuu—. Tú me odias y mañana me matarás si lo hago.
—Exactamente.
De golpe, la expresión del pilar del agua vuelve a la seriedad habitual. Desvía la mirada y sus dedos abandonan los labios de Sanemi.
—Exactamente —repite.
—¿Y ahora qué mierdas te pasa?, ¿te vas a enfadar sin más? ¿No crees que tengo suficientes motivos para odiarte después de que te hayas pasado años enteros creyéndote por encima de los demás pilares? De todas formas, ¿por qué te importa? Si tan superior eres el resto deberíamos darte exactamente igual, como nos has demostrado todas las veces que preferías no hablar con nosotros porque, por lo visto, somos indignos de existir en tu presencia o algo. Porque tú «no eres como nosotros», obviamente.
—Si no soy como vostros es porque yo no merezco ser un pilar —dice Giyuu. En sus ojos brilla un fuego azul que Sanemi no había visto antes. Es como si el veneno le estuviera haciendo expresar sus emociones en lugar de mantener la habitual expresión de indiferencia. Ahora su enfado es evidente y hace que el pilar del viento permanezca helado en el sitio porque realmente no creía que fuera a recibir una respuesta—. ¿Superior a vosotros?, ¿estás de broma? Me desmayé al inicio de la prueba de admisión porque me hirió un demonio de los más simples. ¿Cómo voy a ser un pilar así? Sabito debería tener el puesto, no yo. Él mató a casi todos los demonios de la prueba y consiguió que el resto de cazadores sobreviviéramos, incluso sacrificando su propia vida. Con trece años ya era mejor pilar de lo que yo llegaré a ser nunca.
—Giyuu...
—No me importa lo que tengas que decir. Ya no.
Esta vez, cuando le aparta la mirada, lo hace en un intento por evitar que Sanemi vea las lágrimas.
—Giyuu, escúchame. Por favor.
Sanemi no se reconoce a sí mismo. ¿Él rogándole a Giyuu? ¿A qué realidad paralela ha ido a parar? Pero es que tampoco reconoce al Giyuu que tiene delante. No concuerda en absoluto con la visión que él tenía del pilar. Y eso le hace ver que, quizás, se ha equivocado al judgarlo.
Aparta la mano con la que el pilar del agua estaba tratando de cubrir su rostro con una delicadeza impropia de él. Le resulta remendamente extraño y no solo por el hecho de que, hasta hace un par de minutos, creía que no podía sentir compasión por Giyuu. Lo cierto es que hace mucho tiempo que Sanemi no tiene que consolar a alguien.
Ha habido más gente en su vida desde la muerte de su madre y sus hermanos, desde que se separó de Genya. Compañeros, amigos e, incluso una vez alguien que estuvo cerca de llegar a ser algo más que eso. Quizás lo hubiera sido si cierto demonio no hubiera acabado con su vida, dejándolo a él sin la chica a la que amaba y a Kocho sin su hermana.
Pero nunca le ha sido él el encargado de calmar a los demás. Más bien suele ser al revés.
—No sabía eso. Dijiste que no eras igual a nosotros y yo asumí que pensabas que eras superior. Ni siquiera me planteé preguntártelo. Y claro que te mereces ser un pilar. Que en ese momento no fueras tan fuerte como crees que deberías haber sido no quiere decir que no hayas cambiado desde entonces.
—Nunca he podido salvar a nadie a tiempo, Sanemi. Ni a mis padres, ni a mi hermana ni a Sabito. Los demonios los mataron por protegerme a mí. No puedo querer a nadie porque mueren por mi culpa.
—¿Y qué pasa con el resto de las personas a las que sí has salvado? El resto de gente que habría muerto por culpa de los demonios si tú no hubieras ido a las misiones. No podemos salvarlos a todos, ya lo sé. Pero tenemos que intentarlo igual. ¿O acaso vas a las misiones a dejarlos morir?
—No...
—Bien. Entonces te mereces ser un pilar.
—Pero...
—Pero cometiste errores. Ya. ¿Y crees que los demás no? ¿Qué cazador, pilar o no, ha conseguido salvar a todas las víctimas? Todos hemos perdido a alguien por culpa de los demonios, Giyuu.
El pilar del agua no es capaz de decir nada más después de eso, pero Sanemi tampoco esperaba que lo hiciera. Puede notar cuando Giyuu empieza a temblar y lo abraza sin estar muy seguro de si es eso lo que debe hacer o no. Por lo visto, ha elegido la opción correcta, porque el otro le devuelve el abrazo, hundiendo la cabeza en su hombro.
—Gracias —murmura al cabo de unos segundos.
—No hace falta —responde Sanemi—, fue culpa mía. No debería haberte hablado así en un principio.
—Debería habértelo explicado antes.
—Y yo debería haber preguntado en vez de asumir sin más.
—Deja de culparte por cosas del pasado, Sanemi.
Él se separa para poder mirar a Giyuu, a quién descrubre sonriendo.
—Dijo Giyuu No-soy-un-pilar Tomioka.
En respuesta, el pilar del agua le estampa una almohada en la cara.
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Solo una noche [sanegiyuu]
RomanceTodo empezó con un beso. Sanemi Shinazugawa está actuando raro alrededor de Giyuu Tomioka. Este decide llevarlo a la enfermería, donde Shinobu Kocho les explica que le ha afectado un arte demoníaca que hace que Sanemi necesite la cercanía de la pers...