Capítulo 11: Hora del té

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—¿Estás bien?

Sanemi se separa un poco de él para mirarlo, aunque sus manos siguen estando apoyadas en la cintura de Giyuu. Este nota los chispazos de electricidad que el contacto produce en sus terminaciones nerviosas.

Asiente en respuesta, aunque no sea cierto. Hace años que no está bien, no del todo. Nunca del todo. Pero está lo suficientemente bien como para seguir adelante.

—¿Quieres entrar?

Asiente de nuevo.

—Bien.

Sanemi lo suelta y Giyuu siente la ausencia de su tacto como una herida. El malestar desaparece cuando el pilar del viento entrelaza los dedos de una mano con los suyos para llevarlo hasta la entrada de la casa. Abre la puerta. Giyuu ha oído que Sanemi tiene un hermano, así que se espera encontrarlo ahí, pero el estado está vacío y silencioso.

Giyuu deja caer la mano a su lado al notar que el otro ha parado de tirar de él. Sanemi le lanza un fugaz vistazo, con las mejillas encendidas, como si no hubiera reparado en que se estaban dando la mano hasta ese momento.

—¿Quieres que te traiga algo? —pregunta. Giyuu niega con la cabeza—. Bien, vale.

El silencio que sigue a sus palabras es tenso e incómodo, porque ninguno de los dos está acostumbrado a estar con el otro sin discutir. En el aire flotan los fantasmas de las palabras que ambos están evitando, de la conversación que saben que deben mantener en algún momento pero que ninguno se atreve a iniciar.

Finalmente, Sanemi le hace un gesto para que lo siga a la cocina y empieza a preparar té. Giyuu lo mira sin moverse de su sitio junto al mesado, intentando decidir qué hacer con las manos, porque dejarlas a ambos lados no parece natural, pero si cruza los brazos o tira de las mangas se su haori Sanemi podría pensar que se siente incómodo por estar ahí, y si pone las manos sobre la encimera tendría que colocarse en un ángulo muy forzado para poder seguir observando al pilar del viento.

—¿Vas a decir de una vez lo que estás pensando o prefieres seguir mirándome como un pervertido durante más rato, Tapiocas?

—No estaba pensando en nada.

Sanemi pone la tetera a hervir. Apoya un codo en la encimera y se vuelve hacia Giyuu.

—Imposible. Tú siempre le estás dando vueltas a algo, pero te lo callas. ¿Qué era ahora?

—Elijo la opción del pervertido, gracias.

El pilar del viento deja escapar una carcajada. Es la primera vez que Giyuu lo ve reírse de forma genuina por algo e, inmediatamente, el sonido de su risa se convierte en una de sus melodías favoritas.

—¿Por qué? —pregunta Sanemi, todavía sonriendo—. ¿Acaso quieres tener algo conmigo?

Giyuu sabe qué es una broma, pero eso no evita que se sonroje.

—A lo mejor sí —responde, haciendo que las mejillas del otro adquieran un rubor rosáceo. Es lo más cerca que han estado de hablar del tema.

—No digas tonterías. Tú no intimidas lo suficiente para ser el acosador, cuando te enfadas más bien pareces un gato intentando dar miedo.

—¿Un gato? —repite Giyuu, frunciendo ligeramente el ceño—. Los demonios se asustan al verme, ¿sabes?

—Puede que la espada y el uniforme de pilar tengan algo que ver. Te recuerdo que también se asustan de Kanroji y ella no sabe poner mirada de amenazar. —Sanemi levanta la tapa de la tetera para comprobar el estado del té y vuelve a dejarla en su sitio al ver que no está listo—. Como iba diciendo, no das el suficiente miedo para ser el acosador. Te queda mejor el papel de la chica supuestamente inocente que finge no darse cuenta de que la siguen. Casi nunca hablas alto, tienes unos ojos bonitos y el pelo como una princesa. —Desliza los dedos por el flequillo de Giyuu para recolocarle un mechón negro—. Además, te ves mono cuando te sonrojas.

Por supuesto, eso solo consigue que el pilar del agua se sonroje más. Desvía la mirada.

—No puedes decir esas cosas sin más —masculla.

—Ah, claro, y tú puedes decirme lo de «¿cómo puede alguien tan hermoso torturarme tanto?» en medio de una cafetería llena de gente, ¿no, Yuu?

—Solo te estaba imitando, Nemi.

Sanemi sonríe de medio lado.

—Ya puestos a imitar —dice—, para la próxima haz la parte de los besos en el cuello, ¿no?

Giyuu siente la sangre subir a su rostro a la acerada velocidad a la que corre su corazón, pero eso no evita que lo diga:

—¿Y no prefieres que te imite en la parte en la que nos encontramos ayer en la Mansión Mariposa?

No se ha dado cuenta hasta ese momento, pero el caso es que ambos se han estado acercando lentamente durante la conversación, de modo que ahora sus narices casi se rozan.

—No creo que quieras hacer esa parte —ríe Sanemi—, porque yo no tengo la paciencia para pararte cuando empieces.

Se acercan un centímetro más. Los ojos violetas del pilar se posan en sus labios y Giyuu cierra los párpados. Un último centímetro y...

La tetera los interrumpe con un silbido justo antes de desbordarse.

Solo una noche [sanegiyuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora