Capítulo 37

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El sol aún no se había levantado del todo cuando Kirill salió de la cabaña en dirección al pequeño pueblo cercano. El aire matutino tenía un toque de frescura, y el canto de los pájaros acompañaba sus pensamientos mientras caminaba por el sendero polvoriento. Sabía que trabajar era lo que necesitaba para recuperar su independencia, y aunque le inquietaba la idea de encontrarse con alguien de su pasado, también sentía una curiosidad subyacente. No recordaba a Svetlana con claridad, pero si Nikolai la mencionaba, debía haber sido alguien importante en su vida.

El pueblo no estaba lejos, y en menos de media hora, Kirill llegó a la pequeña cafetería situada en la esquina de una tranquila calle. Era un edificio acogedor, pintado de un color cálido y con grandes ventanales que dejaban entrar la luz del sol. Un letrero colgaba sobre la puerta: *Café Luz de Luna*. Su nombre le sonaba familiar, aunque no podía ubicar el porqué.

Antes de que pudiera entrar, la puerta se abrió de par en par, y una mujer de cabello castaño oscuro y ojos brillantes salió a recibirlo con una sonrisa cálida. “¡Kirill!” exclamó con alegría, como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que lo vio.

Kirill sonrió con timidez, sintiéndose un tanto incómodo por no recordar quién era ella. “Hola, Svetlana, ¿verdad?” dijo, extendiendo la mano.

Svetlana rió suavemente, ignorando el gesto de Kirill y abrazándolo de manera amigable pero firme. “Oh, por favor, deja las formalidades. Fuimos buenos amigos en la escuela, ¿recuerdas? O bueno, al menos lo fuimos hasta que decidiste unirte al ejército y desapareciste. Me alegra mucho verte por aquí.”

Kirill rió nerviosamente mientras intentaba no parecer demasiado perdido. “Sí, he tenido… algunas dificultades para recordar muchas cosas. Pero Nikolai me dijo que me darías un trabajo aquí, y bueno, estoy listo para ayudar en lo que necesites.”

Svetlana lo miró de arriba abajo, evaluándolo con una sonrisa juguetona en los labios. “Siempre tan servicial, Kirill. No te preocupes, te enseñaré lo básico. No es muy complicado, solo tendrás que servir a los clientes, ayudar en la cocina de vez en cuando y asegurarte de que todo esté limpio.”

Kirill asintió, agradecido por su paciencia. El trabajo en sí le pareció simple, pero se sentía extraño estar de vuelta en un lugar que claramente había sido parte de su vida, aunque no pudiera recordarlo del todo.

A medida que avanzaba la mañana, Svetlana le mostró cómo preparar los pedidos de café y pasteles. Al principio, los movimientos de Kirill eran torpes, pero al igual que con el saco de boxeo, su cuerpo comenzó a recordar los gestos. Svetlana, siempre cerca, le hacía bromas y le lanzaba comentarios coquetos de manera sutil, aunque Kirill no lo notaba del todo. “Veo que todavía tienes esas manos fuertes, ¿eh? Seguro que las chicas no te dejan en paz,” bromeó ella mientras Kirill servía una taza de café a un cliente.

Kirill simplemente sonrió, sin captar el doble sentido en sus palabras. “Bueno, no estoy muy concentrado en eso ahora. Solo intento recuperar algo de estabilidad,” respondió, centrado en su tarea.

Svetlana lo observó con una mirada cómplice, claramente disfrutando de su inocencia. “Eso está bien. Pero no puedes negar que eres guapo, Kirill. Algunas de las clientas ya te han echado el ojo,” añadió con una risita.

Kirill frunció el ceño, sin saber cómo reaccionar. “Eh, gracias, supongo,” murmuró, sin darle demasiada importancia. A su mente no le interesaba realmente ese tipo de comentarios.

El día transcurrió sin grandes complicaciones, aunque Svetlana no dejó pasar la oportunidad de seguir coqueteando de manera sutil. Al final de su turno, Kirill estaba cansado, pero se sentía bien. La rutina de trabajar y estar ocupado era justo lo que necesitaba para despejar su mente. Svetlana se despidió de él con una sonrisa seductora, tocándole el brazo con suavidad mientras lo hacía. “Mañana te espero a la misma hora, Kirill. Será divertido trabajar contigo.”

Kirill solo asintió, ajeno a cualquier intento de insinuación. Salió del café con la mente clara, sintiéndose más cerca de la normalidad de lo que había estado en mucho tiempo.



Al segundo día, Kirill regresó al café con más confianza. Ya conocía las tareas básicas y se sentía más cómodo en su entorno. Svetlana lo recibió con la misma energía que el día anterior, aunque esta vez, Kirill notó algo diferente en su comportamiento. Era como si estuviera más cerca, sus bromas un poco más personales. Sin embargo, al igual que antes, Kirill no prestaba demasiada atención. Estaba concentrado en aprender bien el trabajo y evitar errores.

Pasado el mediodía, mientras limpiaba una mesa vacía, la campana sobre la puerta del café sonó, y Kirill levantó la vista para ver a Ghost entrando. Llevaba su típica presencia imponente, vestido con ropa informal pero aún con ese aire intimidante que siempre lo rodeaba. Kirill sonrió, sorprendido de verlo allí. “¿Qué haces aquí, Ghost?”

Ghost lo miró de manera serena, aunque sus ojos no dejaron de escanear el lugar. “Solo vine a ver cómo te iba,” respondió con voz grave. Se acercó al mostrador donde Svetlana estaba atendiendo a un cliente. Sus ojos se entrecerraron por un breve momento, evaluando a la mujer, pero no dijo nada.

Svetlana, al percatarse de la presencia de Ghost, lanzó una mirada rápida entre él y Kirill. Su sonrisa se amplió mientras se dirigía a Ghost. “¡Oh, eres amigo de Kirill! ¿Qué te puedo ofrecer?” preguntó con un tono claramente coqueto.

Ghost la miró con frialdad, apenas notando su actitud. “Café negro. Nada más.” Svetlana le sirvió el café rápidamente, lanzando algunas miradas cómplices a Kirill mientras Ghost tomaba asiento en una mesa cerca de la ventana.

Kirill, inconsciente de las tensiones subyacentes, continuó con su trabajo. Pero Ghost lo observaba con atención, sus ojos siguiendo cada interacción entre Kirill y Svetlana. Cuando Svetlana se inclinó más de la cuenta para entregarle una bandeja, Ghost endureció su expresión. Finalmente, decidió intervenir de una manera sutil.

“Kirill,” llamó Ghost desde su mesa. Kirill se acercó de inmediato. “¿Puedes sentarte un minuto?”

Kirill asintió, quitándose el delantal antes de sentarse frente a él. Ghost lo observó detenidamente antes de hablar. “¿Qué piensas de este lugar?” preguntó, su tono casual, pero sus ojos permanecían fijos en Svetlana, que parecía seguir lanzando miradas hacia Kirill.

Kirill se encogió de hombros, ajeno a las señales. “Está bien. El trabajo es sencillo y creo que me ayuda a concentrarme.”

Ghost asintió lentamente. “Eso es bueno. Aunque parece que te estás volviendo muy popular por aquí.” Su comentario estaba cargado de un doble sentido que Kirill no captó.

Kirill frunció el ceño. “¿Popular? No lo sé. Solo estoy haciendo mi trabajo.”

Ghost no respondió de inmediato. En cambio, tomó un sorbo de su café, su mirada se suavizó por un breve momento. Luego, añadió, “Solo recuerda una cosa. No siempre las intenciones de la gente son tan claras como parecen.” Dejó que sus palabras colgaran en el aire, mientras Kirill lo miraba con confusión, sin entender del todo.

Ghost se levantó y pagó su café, pero antes de irse, dio una última mirada a Svetlana, como si advirtiera algo sin decir una palabra. Luego, sin despedirse, salió del café, dejando a Kirill sumido en la intriga sobre lo que Ghost había querido decir.

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