Capítulo 23

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Himiko

Seguía procesando lo que había pasado, mi madre no se comportaba así jamás, muy pocas veces se sorprendía con algo. ¿Qué estará tramando?

-Oye, no lo pienses tanto.

La voz de la castaña me sacó de mis pensamientos, con una sonrisa me apretujó a su lado en un abrazo, podía notar que ella estaba levemente pensativa.

-A veces las coincidencias pueden ser muy grandes.

-Pero esta es demasiado grande -dije- mi madre no tiene muchas amigas, solo conocidas a grandes rasgos, y esta vez se sorprendió mucho. ¿Qué tienes, Uraraka Ochako que dejaste helada a mi madre?

Ambas reímos en mi cama, era casi una comedia trágica, pero no podía quedarme con la duda, así que me levanté a pesar de que ella tiraba de mi mano para que volviera a su lado.

-No tardaré, te lo prometo -dejé un beso en sus labios, me miró con un puchero- le diré a Melissa que prepare algo rico para comer.

Su expresión cambió totalmente y eso me agradó, le lancé un último beso y salí de mi habitación con dirección al despacho de mi madre, en el camino me crucé con varios mayordomos, por lo menos ya no corrían tanto como hace un rato, aproveché de ver a Melissa y pedirle unos dulces para después, esta vez había optado por decirme Mimi, había sido una gran mejora.

El despacho de mi madre siempre me gustó, era una sala llena de libros, pasaba la mayor parte del tiempo ahí cuando era pequeña, ella me prestaba los libros que consideraba para niños y con eso podía pasar todo el día ¡Me divertía mucho! Pero ahora era un lugar algo nostálgico, nuestra relación había cambiado bastante, entonces aquel sitio solo podía ser un bonito recuerdo y no me causaba el mismo efecto que antes al entrar.

-Espero no interrumpir.

Dije abriéndome paso por la larga sala, de fondo se escuchaba un poco de música clásica y ella se encontraba con una mirada algo seria frente a una ventana.

-No, está bien -me miró y sonrió- nunca me has interrumpido.

Era algo raro, algo le pasaba y me moría por descubrir que era.

-¿Recuerdas cuando íbamos de viaje? -decía mientras caminaba a su escritorio y tomaba una bolsa que reconocí al instante- una vez que fuimos a Alemania no querías irte porque descubrimos una tienda que hacía unos chocolates maravillosos. Unos que se volvieron tus favoritos.

Con una sonrisa me extendió aquella bolsa, la abrí curiosa y mi emoción fue bastante notable al ver una caja de aquellos chocolates. ¡Mis favoritos! Escuché una pequeña risa por parte de ella y me avergoncé, con un ligero sonrojo desvié la mirada.

-Muchas gracias, mamá.

Ella caminó hacia un sofá que hay cerca de una ventana y me invitó a sentarme a su lado, aunque una vez allí me rodeó con sus brazos y piernas, haciendo que quedara recostada sobre su pecho.

-¿Quieres...quieres uno? -Ofrecí avergonzada, hace mucho tiempo que no estábamos así.

Ella aceptó comer uno de los chocolates con una sonrisa, el silencio se hizo presente después de eso, pero no era algo incómodo, se sentía muy bien.

-Ya dime la verdad ¿Por qué volvieron antes de que terminara tu gira? -pregunté- no es usual que lo hagas, pensaba que América era tu última parada.

-Suspendí los demás conciertos porque quise volver a ti -ella sonrió- estuve escuchando un poco de tu música, y también vi tu concierto en Corea del Sur.

Eso me sorprendió en demasía, no pude evitar girarme con una sonrisa muy grande.

-¿Qué te pareció?

¡Oye, chica!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora