Lyra irrumpió en la habitación de Evelina y Zaik, el rostro pálido y los ojos llenos de urgencia. Apenas había podido cerrar la puerta cuando empezó a hablar, con la voz entrecortada por el miedo.
-Zaik, Evelina... Algo terrible ha sucedido.... Tengo que contarles algo. Es importante. Lo escuché todo, y creo que Cassian—
Antes de que pudiera continuar, el sonido de gritos agudos resonó desde los pasillos. Evelina, sobresaltada, dio un paso atrás, mientras Zaik se tensaba. El grito era inconfundible. Era la voz de su madre.
-¡Ayuda! ¡El rey! ¡Mi esposo, no!- La voz de la reina Aria resonaba por todo el castillo, cargada de pánico.
Evelina sintió cómo el terror se apoderaba de su cuerpo.
-¡Es mi padre!- Sin pensarlo dos veces, salió corriendo, seguida de Zaik y Lyra. Atravesaron los corredores a toda prisa, mientras los gritos de los sirvientes llenaban el aire con una mezcla de desesperación y confusión.
Cuando llegaron a la habitación del rey, Evelina casi no podía respirar. Vio a su madre arrodillada junto a la cama, llorando desconsoladamente mientras sostenía la mano inmóvil del rey. El color de su piel era ceniza, sus labios azulados, y su pecho no se movía.
-¡No respira!- gritó uno de los criados. -¡Está muriendo!
Evelina cayó de rodillas junto a su padre, incapaz de procesar lo que veía. -No... no, por favor... papá, no... no me hagas esto...- Su voz se quebraba en cada palabra, sus lágrimas empezaron a caer sin control.
Zaik, quien hasta entonces había observado con gravedad, dio un paso adelante. Su rostro había cambiado, pasando de la sorpresa a una concentración implacable. Se arrodilló rápidamente junto al rey, apartando con suavidad a la reina Aria.
-Déjame espacio, sé lo que debo hacer,- dijo con una calma inusual, aunque en su interior sentía la presión de la vida del rey colgando de un hilo.
Sin perder tiempo, Zaik se inclinó sobre el cuerpo del rey, colocó una mano firme en el centro de su pecho y la otra sobre ella, preparándose para aplicar presión. Comenzó con compresiones torácicas, moviéndose rítmicamente, sus manos firmes pero cuidadosas, hundiendo el pecho del rey con cada presión.
-Uno, dos, tres, cuatro...- contaba en voz baja, su respiración acompasada. Evelina lo miraba con una mezcla de incredulidad y esperanza. ¿Cómo sabía hacer esto?
-Respira Edmun, Zaik, por favor, ayúdalo,- sollozó la reina, sus manos temblorosas cubriendo su boca.
Cada compresión era un latido robado a la muerte. Después de varias rondas, Zaik detuvo las compresiones y bajó su cabeza hacia el rostro del rey, colocando sus labios sobre los del monarca para insuflar aire en sus pulmones. Evelina miraba, con el corazón en un puño, el sonido del aire entrando en el cuerpo de su padre apenas audible entre los sollozos de su madre y los murmullos aterrados de los sirvientes.
Zaik continuó con el ciclo, alternando entre las compresiones y el boca a boca. -Vamos, vamos,-murmuraba con los dientes apretados. -No te rindas.
Evelina estaba de pie, con las manos cubriendo su boca para no gritar, su mente dividida entre el miedo y la incredulidad. El tiempo se sentía suspendido, cada segundo era una eternidad de sufrimiento.
Cuando Zaik parecía estar a punto de agotarse, de repente, el cuerpo del rey se estremeció. Un jadeo escapó de sus labios y su pecho se levantó en una respiración profunda y entrecortada.
-¡Está respirando!- gritó uno de los criados. Evelina cayó de rodillas, llorando, mientras la reina Aria se desplomaba, abrumada por el alivio.
Zaik se sentó en el suelo, sudando y jadeando por el esfuerzo, pero una sonrisa de alivio cruzó su rostro. -Lo logramos... su corazón está latiendo de nuevo.
Más tarde, en los aposentos del rey...
El caos de la emergencia había comenzado a disiparse. Los médicos del castillo ahora vigilaban atentamente al rey, mientras su esposa y su hija se mantenían a su lado. Zaik, aunque agotado, permanecía cerca, observando con un aire protector.
Fue entonces cuando Celina, la cuidadora del rey, se acercó a Evelina. La expresión en su rostro era grave, una sombra de preocupación cruzando sus ojos.
-Princesa, necesito hablar con usted. Es sobre el rey.
Evelina, aunque aún con el corazón acelerado, asintió y se apartó ligeramente de la cama de su padre.
-¿Qué sucede, Celina? ¿Algo no va bien?
La mujer, siempre tranquila, vaciló por un momento antes de hablar.
-Tengo razones para creer que el rey está siendo envenenado.
Evelina dio un paso hacia atrás, sintiendo un frío recorrer su espalda.
-¿Qué? ¿Cómo puede ser eso?
Celina bajó la voz, lanzando una mirada cautelosa a los guardias y sirvientes cercanos.
-Hace un par de días, antes de la boda, cuando fui a darle sus medicinas como hago cada mañana, noté algo extraño. Había un vaso en la mesita de noche, junto a su cama. No lo había visto antes, y cuando pregunté a los sirvientes, nadie sabía quién se lo había dado.
-¿Y qué tenía ese vaso?- preguntó Evelina, sintiendo un nudo formarse en su garganta.
Celina respiró hondo.
-Soy de Verdantia, como sabes, y he estudiado plantas medicinales desde niña. Al acercarme al vaso, noté un aroma dulzón, fácilmente reconocible para quienes conocen el arte de las hierbas. Era extracto de adelfa, una planta extremadamente venenosa.
Evelina sintió cómo el pánico la envolvía.
-¿Adelfa? Pero... ¿cómo es posible? ¿Por qué nadie lo detectó?
-La dosis fue muy baja,- explicó Celina, con tono sombrío. -Si se administra en pequeñas cantidades, el veneno puede pasar desapercibido para los exámenes médicos, pero con el tiempo, paraliza los órganos poco a poco. Es un veneno lento pero mortal. El paro cardíaco que sufrió hoy es una señal de que su cuerpo está luchando contra este veneno.
Evelina se llevó las manos a la cabeza, tratando de contener la rabia y el miedo que comenzaban a surgir dentro de ella. -¿Qué podemos hacer?
-He comenzado a administrarle un antídoto, también en pequeñas dosis para evitar un shock en su cuerpo. Será un proceso lento, pero confío en que el rey se recuperará. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado. Alguien está tratando de matarlo, y debemos averiguar quién es.
Evelina asintió, su mente en plena marcha. -Voy a aumentar la guardia en los aposentos de mi padre. Nadie entra ni sale sin que yo lo autorice. Y Celina... te confío esta investigación. Si alguien está envenenando a mi padre, lo descubriremos.
Celina inclinó la cabeza.
-Haré lo que esté en mi mano, princesa. No dejaré que el rey caiga.
Mientras la noche caía sobre el castillo, Evelina se quedó observando a su padre, su corazón lleno de preocupación y sospechas. Sabía que una oscuridad reinaba a su alrededor, y ahora estaba decidida a descubrir la verdad antes de que fuera demasiado tarde.
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Guerra y Corona
FantasyEn el corazón del reino de Valeria, la princesa Evelina se enfrenta a pruebas no solo de fuerza y astucia, sino también de lealtad y honor. Con el reino sumido en susurros de traición y un pasado oscuro que amenaza con salir a la luz, Evelina descub...