El silencio en la sala apenas se rompía por los susurros del viento que entraban por las ventanas abiertas del castillo. Selene, Evelina y Zaik se sentaron alrededor de una mesa, con el mapa de Valeria desplegado entre ellos. Los ojos de Zaik se oscurecieron mientras trazaba con un dedo los caminos que llevaban hacia las tierras de Ardida y seguían hacia Eryndor, ahí justo estaban Las Colinas Crestadas, un sitio sumamente peligroso. Evelina se imaginaba con una sonrisa en los labios que si hace unos meses alguien le hubiera dicho que volvería a las colinas, pero ya no para realizar la segunda prueba de la competición del solsticio, si no para rescatar a la madre de su marido, se habría partido de risa y le habría recomendado a esa persona un manicomio. Como habían cambiado las cosas en un lapso tan corto de tiempo.
Selene, inclinada sobre la mesa, pues la muy cabezona se negaba a seguir en la cama, señaló un punto marcado en el mapa.
-Aquí es donde debemos comenzar. Un espía que trabajaba para Draven ha estado oculto en Las Colinas desde hace años. Es el único que sabe dónde está prisionera tu madre, Zaik.
Zaik no respondió de inmediato. El peso de la revelación de Selene sobre su madre, Lyanna, aún lo abrumaba. Había pasado toda su vida creyendo que su madre había huido, incapaz de soportar a Draven, pero ahora la verdad era mucho más oscura. Su madre había sido una de las pocas personas que habían intentado detener los planes de Draven desde dentro, y había sido traicionada por ello.
Evelina lo miró con preocupación. Sabía que el dolor de Zaik era profundo, pero también sabía que no había tiempo para dudar. El conde Draven ya debía haber sentido los movimientos de Selene en Valeria, y su poder se expandía cada día más. Si no actuaban pronto, Draven consolidaría su control sobre Eryndor y pondría en peligro no solo su reino, sino toda la región.
-Zaik,- dijo Evelina suavemente, -tenemos que encontrar a tu madre. Si la rescatamos, podremos desmantelar el poder de Draven desde dentro. Y Selene tiene razón, el espía es nuestra única esperanza para descubrir dónde está.
Zaik asintió, aunque su rostro seguía tenso. -Sé que tienes razón. No me perdonaré si no lo intento.- Sus ojos se encontraron con los de Selene. -¿Qué más sabes sobre este espía?
Selene, que hasta entonces había estado en silencio, cruzó los brazos mientras sus pensamientos parecían moverse rápidamente. -Trabajó para Draven durante años, infiltrándose en varios reinos y sembrando el caos. Pero algo cambió; se dio cuenta de lo que Draven estaba planeando a gran escala y huyó, temiendo por su vida. Se ha estado escondiendo en Las Colinas desde entonces, pero no será fácil encontrarlo.
Evelina observó el mapa. -¿Qué tan peligroso es este territorio? ¿Y cómo sabemos que no intentará escapar una vez que lo encontremos?
Selene miró a Evelina con seriedad. -Las Colinas es un refugio para criminales, mercenarios y exiliados. Pero más allá de eso, también es un lugar donde la lealtad se compra. Este espía sabe que si Draven lo encuentra primero, no tendrá oportunidad de sobrevivir. Si le ofrecemos protección y la posibilidad de traicionar a Draven, lo tomará.
Zaik soltó un suspiro profundo. -Es arriesgado. Pero es lo único que tenemos. Partimos inmediatamente.
Evelina protesto ya que los se estaban recuperando de sus heridas pero ninguno atendió a razones.
Horas más tarde, en el camino hacia Las Colinas...
La noche comenzaba a caer mientras Evelina, Zaik y Selene cabalgaban hacia las tierras de Las Colinas. El viaje era largo, pero la urgencia los obligaba a moverse rápido. Selene guiaba el grupo, con una determinación feroz en sus ojos. Evelina, siempre atenta a su entorno, sentía el peligro que acechaba en cada sombra.
El territorio se veía desolado. Las colinas secas y los bosques oscuros que rodeaban el lugar parecían reflejar la naturaleza caótica de sus habitantes. Mientras avanzaban, vieron campamentos dispersos de mercenarios y bandidos que les lanzaban miradas sospechosas. No eran bienvenidos.
Zaik, aún debilitado por su herida, se esforzaba por mantenerse erguido sobre su caballo, pero Evelina podía ver la preocupación en su rostro. Ella se acercó y le susurró: -¿Estás bien? Podemos descansar si lo necesitas.
Zaik negó con la cabeza. -No. Debemos seguir. No tenemos tiempo que perder.
De pronto, un grupo de hombres apareció en el camino, bloqueando su paso. Eran cuatro, con ropas desaliñadas y armas oxidadas, pero sus intenciones eran claras. No eran mercaderes ni campesinos.
El líder, un hombre alto y corpulento con cicatrices en el rostro, sonrió de manera inquietante. -¿Qué hacen tres viajeros elegantes como ustedes en estas tierras? No parece que pertenezcan a este lugar.
Evelina sintió que la tensión aumentaba, pero antes de que pudiera responder, Selene dio un paso adelante, desenvainando su espada. -No estamos aquí para charlar. No queremos problemas, pero si intentan detenernos, los tendrán.
El hombre rió con desprecio. -¿Problemas? Aquí los problemas se resuelven rápido.
Los bandidos comenzaron a rodearlos, y Evelina supo que la diplomacia no funcionaría. No había opción más que pelear.
-¡Prepárense!- gritó Selene, con los ojos encendidos de furia.
La batalla fue rápida y feroz.
Evelina y Selene, ambas expertas en el combate, se movían con una sincronización impecable. Selene desvió el primer ataque de uno de los bandidos y lo derribó con un golpe rápido en la pierna, mientras Evelina bloqueaba a otro atacante con su espada, respondiendo con un corte certero.
Zaik, aún debilitado pero determinado a no quedarse atrás, esquivó el ataque de uno de los bandidos y le asestó un golpe en el costado. Aunque estaba visiblemente cansado, su habilidad con la espada seguía siendo evidente.
En cuestión de minutos, los bandidos restantes, heridos y acobardados, huyeron hacia el bosque, dejando el camino despejado.
Evelina respiraba con fuerza, todavía alerta. -¿Todos están bien?
Selene asintió, limpiando la sangre de su espada. -Estamos bien. Pero esto solo es el comienzo. Aquí, la lucha nunca termina.
Al caer la noche...
El grupo encontró un lugar seguro donde descansar. Mientras el fuego crepitaba suavemente, Selene les explicó más detalles sobre el espía.
-Se llama Tahar. En su momento, fue uno de los espías más valiosos de Draven. Nadie podía mover una pieza sin que él lo supiera. Pero, como todos los que trabajan para Draven, terminó siendo traicionado. Ahora se oculta en un pequeño asentamiento al norte de Las Colinas. Es un lugar difícil de acceder, pero si lo encontramos, nos dirá dónde está prisionera Lyanna.
Zaik asintió, pensativo. -Si encontramos a mi madre y las pruebas que incriminan a Draven, podremos derrumbarlo. Pero me preocupa cuánto más puede hacer Draven mientras estamos aquí.
Evelina se acercó a Zaik, tomando su mano suavemente. -No dejaremos que gane. Estamos más cerca de detenerlo de lo que nunca hemos estado.
Zaik la miró, su semblante suavizándose momentáneamente. -Lo sé. Pero la verdad es que cada paso que damos parece más peligroso.
Selene se unió a ellos. -Todo esto comenzó con el poder desmedido de Draven, y ahora vamos a terminarlo. Pero mañana, cuando encontremos a Tahar, las cosas podrían complicarse aún más. Debemos estar preparados.
Mientras las llamas del fuego se alzaban en la noche oscura, el grupo sabía que lo peor estaba por venir. Ardida no era un lugar para los débiles, y si Tahar los traicionaba o si Draven descubría sus movimientos, todo podría desmoronarse.
El destino de Lyanna, y el de sus propios reinos, estaba ahora en juego.
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Guerra y Corona
FantasyEn el corazón del reino de Valeria, la princesa Evelina se enfrenta a pruebas no solo de fuerza y astucia, sino también de lealtad y honor. Con el reino sumido en susurros de traición y un pasado oscuro que amenaza con salir a la luz, Evelina descub...