Capítulo 8: Secretos del desierto

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Al día siguiente, Evelina se levantó temprano, deseando comenzar su misión. El día anterior le había venido bien tener una toma de contacto y saber a lo que se enfrentaba. Hoy estaba dispuesta a descubrir mucho más. Mientras se preparaba, un sirviente llamó a su puerta, informándole que el Duque Dravan la esperaba para desayunar.

El comedor estaba nuevamente adornado con una variedad de platos exóticos. Evelina tomó asiento, sintiendo la mirada del Duque sobre ella.

-Buenos días, princesa Evelina,- saludó Dravan, su voz llena de cortesía -Espero que hayas descansado bien.

-Buenos días, Duque Dravan,- respondió Evelina, sirviéndose un poco de té. - Muy bien, sus camas son realmente cómodas.

Dravan asintió, observándola con interés. -Me alegra escuchar eso. Hoy tendrás la oportunidad de conocer mejor a Zaik. Creemos que una alianza entre nuestros reinos podría ser muy beneficiosa. Y ayer no tuvo mucha oportunidad de hablar contigo antes de que sus responsabilidades lo llamaran.

Evelina asintió, dispuesta a seguir adelante con su plan. Sabía que debía ganarse la confianza del Duque y de Zaik para poder descubrir sus intenciones.

-Estoy ansiosa por conocer más sobre Aridia y sus costumbres.

Después del desayuno, Evelina se reunió con Zaik en los jardines del castillo. A pesar de la tensión entre ellos, sabía que debía aprovechar esta oportunidad para aprender más sobre él y su reino.

-Buenos días, Princesa,- saludó Zaik, su expresión serena. -¿Lista para un recorrido?

-Por supuesto, -respondió Evelina, esforzándose por mantener una sonrisa cordial.

Zaik la guió por los jardines, explicando la historia y las tradiciones de Aridia. Evelina escuchaba con atención, tratando de captar cualquier indicio de las verdaderas intenciones del Duque. Mientras caminaban, el calor del desierto se hizo más intenso, y Evelina comenzó a sentir la incomodidad de la arena pegándose a su piel y ropa.

-El clima aquí es bastante diferente al de Valeria,- comentó Evelina, tratando de iniciar una conversación.

-Sí, el desierto puede ser implacable,- respondió Zaik. -Pero también tiene su propia belleza y desafíos.

Continuaron caminando hasta llegar a una parte del jardín donde un grupo de camellos estaba preparado para un viaje. Zaik le explicó que para llegar a ciertos lugares del desierto, era necesario dejar los caballos y continuar a camello.

Evelina montó uno de los camellos, sintiendo cómo el animal se levantaba lentamente, y siguió a Zaik a través de las dunas de arena. El paisaje cambió drásticamente, con el sol reflejándose en las dunas doradas y creando una vista deslumbrante. A pesar de la belleza, Evelina no podía dejar de pensar en su misión y en los riesgos que enfrentaba.

Durante el recorrido, Zaik señaló varios pequeños oasis, explicando que estos servían como puntos de descanso vitales para los viajeros del desierto.

-Estos oasis son nuestra salvación. Sin ellos, el desierto sería impenetrable. Además, la arena de esta región es rica en minerales, lo que nos permite producir las mejores especias aromáticas y medicinas.

Evelina se sorprendió al descubrir la riqueza natural de Aridia. -No me imaginaba que el desierto pudiera ofrecer tanto.

Zaik asintió, con un destello de orgullo en sus ojos. -Aridia es más de lo que parece a simple vista.

La frescura de la mañana pronto dio paso a un calor sofocante, pero la vista del entorno fascinante del desierto mantenía a Evelina intrigada.

Mientras caminaban, Zaik señaló un pequeño oasis a lo lejos. -Ese es el Oasis de Cairo,- dijo. -Es uno de los muchos oasis sagrados de Aridia, lugares de descanso y celebración.

Guerra y CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora