*Celina*
Celina sentía un peso en el pecho cada vez que se acercaba a la cama del rey. Su piel estaba fría, sus respiraciones entrecortadas, y aunque había logrado mantenerlo con vida, sabía que la causa de su enfermedad seguía latente. El veneno de adelfa, si se administraba en pequeñas cantidades, era prácticamente indetectable, pero mortal si continuaba acumulándose en el cuerpo.
"Esto es obra de alguien metódico, alguien que entiende perfectamente cómo matar sin dejar rastros."
Con la certeza de que alguien en el castillo estaba conspirando, Celina decidió no dejar piedra sin mover. Necesitaba actuar con discreción, pero también con celeridad. No había tiempo para titubeos. Comenzó preguntando a los sirvientes más cercanos al rey. Lo primero que le llamó la atención fue que, aunque muchos decían no haber visto nada extraño, algunos de los sirvientes parecían inquietos, casi temerosos.
-¿Alguien ha entrado en la habitación del rey sin ser visto? -preguntó a una criada que se encargaba de limpiar los corredores.
La joven criada titubeó antes de responder. -No, señora. Solo la familia entra en los aposentos reales. Nosotros nunca lo hacemos cuando la familia está cerca.
"Familia," pensó Celina. Pero la joven criada evitaba su mirada, lo que despertó su curiosidad. -¿Estás segura?- insistió, manteniendo un tono suave pero firme.
La criada asintió rápidamente, pero su nerviosismo la traicionaba.
-Sí, señora, pero... hubo una vez, la semana pasada. Vi a alguien que entró al anochecer, pero no pude ver quién era. Fue solo un instante.
"Un rastro," pensó Celina. "Quizá alguien que intenta no ser visto."
Decidida a seguir esta pista, habló con los guardias reales. -¿Habéis notado algo fuera de lo común en las visitas al rey?- les preguntó.
Los guardias se miraron entre sí. Uno de ellos, más veterano, respondió con cautela. -Solo la familia tiene acceso directo a los aposentos. No hemos visto nada inusual. El príncipe Zaik, la reina Aria, la princesa Evelina... todos los movimientos son normales.
Pero mientras el guardia hablaba, un pensamiento atravesó la mente de Celina. El envenenador tenía que tener conocimientos de plantas medicinales. El veneno de adelfa no era conocido en Valeria, lo que significaba que quien estuviera detrás probablemente no era originario de este reino o era una persona que había viajado y tenía conocimiento de plantas medicinales . Este detalle reducía considerablemente la lista de sospechosos.
Durante los siguientes días, Celina observó con cuidado a los miembros de la familia. Primero, a Zaik, lo cual era lógico ya que era un forastero. Aunque al principio tuvo dudas sobre él, sus sospechas pronto desaparecieron. Zaik siempre estaba con Evelina y solo visitaba los aposentos del rey cuando ella lo hacía. Además, su intervención para salvar al rey no parecía la acción de alguien que quería verlo muerto. Zaik no podía ser el envenenador.
Siguió a Lyra, la amiga más cercana de Evelina, pero no encontró nada sospechoso. Lyra rara vez se acercaba a los aposentos reales, y cuando lo hacía, siempre era en compañía de Evelina o la reina. No había indicios de que supiera algo sobre venenos o plantas medicinales.
Pero entonces, algo sucedió. Una noche, mientras Celina caminaba por los pasillos cercanos a la habitación del rey tras otra noche de insomnio, vio una figura que se movía con sigilo. Alguien que sabía lo que hacía ya que no levantaba sospechas. Al principio, pensó que era otro sirviente, pero cuando la figura se acercó a los aposentos del rey, se dio cuenta de quién era: Alistair. El primo de Evelina.
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Guerra y Corona
FantasyEn el corazón del reino de Valeria, la princesa Evelina se enfrenta a pruebas no solo de fuerza y astucia, sino también de lealtad y honor. Con el reino sumido en susurros de traición y un pasado oscuro que amenaza con salir a la luz, Evelina descub...