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El día más caluroso en lo que iba de verano llegaba a su fin. Un chico delgado, con el pelo negro y con gafas, llevaba unos vaqueros rotos y sucios, una camiseta ancha y desteñida, y las suelas de sus zapatillas de deporte estaban desprendiéndose por la parte superior. Harry Potter se preguntaba si Camille lo vería con ojos de amor incluso en estos momentos, en dónde su aspecto desalineado en realidad no le importaba.

En general, Harry creía que debía felicitarse por haber tenido la idea de esconderse allí. Desde que regreso de Hogwarts, su tío Vernon no había dejado pasar el como Harry tenía ahora novia y Dudley no perdía el tiempo preguntando si la chica de la foto de su recamara era ella. Molestando a Harry con eso cada vez que podía. Quizá no estuviera muy cómodo tumbado sobre la dura y recalentada tierra, pero al menos en aquel lugar nadie lo acribillaba de preguntas, como había ocurrido cada vez que había intentado sentarse en el salón para ver la televisión con sus tíos.

En su cabeza solo se reproducía la imagen de su chica, SU chica, ya podía llamarla así, desde el preciso momento en que ella aceptó serlo.

De pronto, como si aquel pensamiento hubiera salido revoloteando por ventana abierta, se oyó la voz de Vernon Dursley, el tío de Harry.

—Me alegro de comprobar que el chico ha dejado de intentar meterse donde no lo llaman. Pero ¿dónde andará? ¿Crees que esté con la chica esa?

—No lo sé —contestó tía Petunia con indiferencia—. Pero en casa no está y no creo que esté con la chica esa, escucho quejarse al niño con su lechuza... a la chica no la dejan salir sus padres.

Tío Vernon soltó un gruñido.

—Me gustaría saber qué es esa niña, igual de rara que el chico me parece... ambos vienen de la escuela...

—¡Vernon! ¡Chissst! —le advirtió tía Petunia—¡La ventana está abierta!

—¡Ah, sí!... Lo siento, querida.

Los Dursley se quedaron callados. Harry observó a la señora Figg, una anciana chiflada amante de los gatos que vivía en el cercano paseo Glicinia y que en ese momento caminaba sin ninguna prisa por la acera. Iba con el entrecejo fruncido y refunfuñaba, y Harry se alegró de estar escondido detrás de las hortensias, pues últimamente a la señora Figg le había dado por invitarlo a tomar el té cada vez que se lo encontraba en la calle. Ya había doblado la esquina y se había perdido de vista cuando la voz de tío Vernon volvió a salir flotando por la ventana.

—¿Y Dudders? ¿Ha ido a tomar el té?

—Sí, a casa de los Polkiss —respondió tía Petunia con ingenuidad—. Tiene tantos amiguitos, es tan popular...

Bajo La Misma Estrella: Harry Potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora