2O

514 62 0
                                        


Fourth miró su vientre que empezaba a abultarse. No iba a poder ocultarlo por más tiempo; tarde o temprano se darían cuenta de su situación y no sabía cómo explicarlo. 

Lo peor de todo era que era sumamente horrible: los ascos, los mareos, los dolores de cabeza, de espalda e incluso de pies, y conforme fuera pasando el tiempo, sabía que se pondría peor. 

Además, no saber quién era el padre solo lo martirizaba más. Nadie puede vivir normalmente sin saber quién lo procreó. Su hijo iba a ser muy infeliz, y tampoco estaba seguro de querer saberlo. El hombre bien podría ser alguien peligroso, o peor aún, un hombre casado, y mucho peor aún, podría quitarle al bebé. 

Corrió de nuevo al baño a vomitar. 

Por supuesto, la convivencia en la oficina no era buena. Ver a Gemini lo molestaba; cada vez que lo veía siendo feliz, solo quería golpearlo. Quería tomar su coche, apretar el acelerador y arrollarlo.  

¿Por qué Gemini se veía tan bien mientras él sentía que moría día con día? 

Gemini seguía con su trabajo, revisando sus acciones, ayudando a Jimmy en lo que fuera necesario, y cada vez que se lo encontraba en los pasillos, hacía como si no existiera.  

¿Cómo si nunca hubieran compartido tantas noches juntos, tantos besos, abrazos y desayunos? ¿Cómo si no hubieran compartido diez años juntos? 

Y lo odiaba. Odiaba que fuera feliz, que estuviera avanzando mientras él se quedaba estancado en su pasado, que se viera tan relajado y fresco.

De nuevo lo había encontrado platicando con Sea (su primo traidor) en la sala de copias. Sonreían y hablaban sobre niños, sobre el preescolar y cómo los profesores eran demasiado exigentes con los niños. 

—Cuando yo tenía su edad no sabía usar la calculadora y ahora ya les piden que manejen tabletas electrónicas —se expresó Sea—. Es una exageración.

—Yo opino lo mismo —estuvo de acuerdo Gemini—. Los niños deben estar jugando a las escondidas y las atrapadas, yo qué sé, pero no metidos en la electrónica. 

Fourth tosió para interrumpir la conversación—. Voy a usar la máquina —dijo incómodo y se movió entre los dos tratando de conectar el USB a la impresora. 

Ni Sea ni Gemini le dijeron nada, tampoco hablaban entre ellos, y eso solo lograba irritarlo e irritarlo e irritarlo. 

—¿Te ves un poco pálido, estás comiendo bien? —finalmente Gemini le preguntó. Odiaba que fuera tan observador y supiera tantas cosas de él.

—Estoy bien, solo es fiebre —su corazón empezó a latir como un loco cuando Gemini puso su mano en la frente—. No parece que tengas fiebre. ¿Estás seguro de que estás bien? 

"Maldita sea", pensó Fourth, sintiéndose locamente enamorado. Apretó los puños y apartó su mano de un manotazo.

—No vuelvas a tocarme —le advirtió—. Y estoy mejor que nunca ahora que ya no estás. 

Le dijo secamente, tomó sus impresiones y se retiró rápidamente.

...


Traición | Geminifourth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora