XV

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Fede y Kiara habían traído a Bill y a Andy a la escuela, así que Bill condujo nuestro auto de regreso a casa, y no puse objeción cuando me quito las llaves apenas salimos del auditorio. Durante el camino a casa, de noche, no paró de hablar de la increíble participación de nuestro hijo, mientras que este último solo rodaba los ojos.

—No me importa, no pararé de decírtelo, estuviste genial, fuiste la estrella.

—Es que papá, no fue la gran cosa, ni siquiera tuve el papel principal.

—Lo sé, pero estuviste genial. Y claro que sí fue la gran cosa.

—Papá, ayúdame —dijo, atrayendo mi atención, lo vi por el retrovisor, y a pesar de que seguía con un nudo en la garganta que me dejaba sin respirar, logré mantener la calma. Andy se estiró hasta tocar mi brazo, puso ojos y boca en forma de un puchero, y pidió mi ayuda.

—Apoyo completamente a tu padre. Siéntate bien.

—No se vale —regresó a su postura permitida dentro de un coche.

Lo vi cruzar los brazos y sonreír por el retrovisor. Luego Bill hizo lo mismo, luego se volvió a concentrar en el camino y por último, dejamos que la vida continuara.

—¿Puedo ir mañana a casa de Sofi?

Los dos nos alertamos, hacía ya bastante tiempo que no veía a Sofía como la veía de más pequeño.

—¿Sofi? ¿Qué hay con Sofi mañana? —preguntó Bill viéndolo nuevamente por el retrovisor.

—No puede ser, ¿se les olvidó que mañana es su cumple?

—Cierto. Claro, si no hay problema… ¿Amor?

Ciertamente, contesto en cualquier momento que Andy o Bill hablan, es decir, ninguno de los dos tienen que pedirme mi opinión para yo expresar mis ideas, esta ocasión era diferente, todo era diferente, sentí realmente como si mi vida, la de Bill y la de Andy a nuestro lado, estuviera dependiendo de un solo maldito error que pudiera cometer. Mis manos sobre mis piernas no dejaban de sudar, incluso temía que al levantarlas, dejaran una huella imborrable de sudor en mis pantalones.

—Sí, no hay problema —contesté sin moverme en mi propio asiento, incluso, sin voltear a verlos.

Nadie habló después de eso, hasta que llegamos a casa.

Bill estacionó el auto, Andy esperó y yo supe que lo que Bill quería era mandar a Andy a su habitación y quedarse conmigo en el auto para interrogarme. Eso precisamente fue lo que pasó.

—¿Vas a decirme qué pasa?

—No.

—¿Por qué?

—Porque no es nada.

—Entonces mírame. Si no es nada, no veo cuál es el problema para que no puedas decírmelo a los ojos.

No pude hacerlo de repente, o al menos, como lo hubiera deseado, pero logré hacerlo. En un segundo tuve los ojos inundados y me aferré a ellas, el nudo en mi garganta se intensificó, mis manos siguieron temblando y sudando sobre mis piernas. No lloré frente a él, pero no me faltaron ganas de hacerlo. Fue increíblemente horrible.

—Creo que te lo he dicho muchas veces, y si es necesario lo repetiré cuantas veces quieras. Somos uno, Tom, no cargues con algo tú solo. Lo dijiste en nuestra boda. ¿Ya se te olvidaron nuestros votos?

—Jamás se me olvidará eso.

—Bien, entonces demuéstralo y hazme sentir que te puedo ayudar en lo que sea.

—Solo que no sea hoy, Bill. Por favor. Te lo diré cuando sea el momento correcto. ¿Bien?

—Confiaré en ti.

Bajó del auto y entonces sí que me permití sacarlo todo.

~*~

—¿Qué le pasa a papá?

—Está cansado del trabajo, solo eso.

—Se ve triste y enojado.

—Sí, lo sé.

—¿Ya se cansó de nosotros?

—Andy.

Recordé entonces que este niño es magia, alegría, ternura y en especial nobleza, recordé las risas y sus preocupaciones por cosas que para nosotros podrían ser insignificantes. Era Andy, un niño de nueve años preocupado por que sus papás, pudieran divorciarse de un día para otro como los papás de sus compañeros. Mis dedos dieron un leve apretón en el puente de mi naríz y solté un gran suspiro. No podía explicarle que eso no pasaría, aunque lo quisiéramos no tendríamos los suficientes huevos para hacerlo, y no dejaríamos que pasara. Pero sí podía actuar como un papá.

—Basta. Te daré un vaso de leche y galletas y quiero que te vayas a dormir ya.

—¿Discutieron?

—No. Toma y come.

Tom entró entonces, Andy se sentó en la barra de la cocina y bebió su leche y comió sus galletas. Dejé que Tom se fuera a recostar, o que hiciera lo que quisiera, ya después encontraríamos tiempo para seguir hablando.

Mientras tanto, no pude darme la oportunidad de no analizar lo que probablemente estaría ocurriendo. Tal vez sería el trabajo, aunque cualquier cosa relacionada con la disquera o con el conservatorio, me lo dice, hablamos de todos los problemas. Lo que sus alumnos o los míos dijeron o contestaron, que sus chicos no están trabajando en los sencillos o que no están trabajando en el álbum que ya tiene fecha de lanzamiento. Tampoco resulta ser problema hablar de problemas entre nosotros, es decir, si yo he hecho algo o él ha hecho algo que no nos guste, lo terminamos hablando como sea. Realmente nada nos afecta como para no hablarlo o simplemente pasar de ello sin darle frente a la situación.

Había algo, eso era cierto. Pero, ¿qué?

—¡Papá!

—¿Qué? —volví a la realidad, entonces vi que Andy había recogido su vaso y su plato.

—Ya terminé.

—Sí, mi cielo. Descansa.

—Buenas noches.

—Buenas noches.

Fue la primera noche de mi vida, la primera noche con Tom como mi esposo y aún cuando éramos como novios con las hormonas tan alteradas, que no quise ir a la cama.

In die Nacht - Zurück zu dir... Zurück zu us [Parte 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora