El lunes llegó, empezamos el día con la mejor actitud, incluso Andy se despertó con muchas ganas de ir a la escuela. Nosotros no le haríamos saber todo el miedo que estaba corriendo por nuestros sistemas y en seguida, nos pusimos en marcha.
Llegamos a la escuela, pasamos directamente a la dirección, la misma oficina que nos recibió hacía poco tiempo. Sin embargo, antes de que pudiéramos avanzar, la recepcionista nos detuvo.
—La directora está reunida con los demás papás, me pidió que les pidiera dejar a Andy con Miss Tina y regresar solos.
No contestamos, pero hicimos lo que pidió.
Cuando regresamos a la oficina, la directora estaba afuera, sentada en una de las sillas en recepción, como si estuviera de verdad harta de su trabajo. Lucía cansada y era el primer día de la segunda semana del ciclo.
—Buen día, directora —saludé y me tendió la mano, sonriéndome y levantándose mientras que cambiaba drásticamente sus gestos por unos más relajados. Enseguida Bill hizo lo mismo y estrechó su mano.
—Buen día. Gracias por venir. No quiero ponerlos en esta situación, pero este ciclo tuvieron más aliados que enemigos. De cualquier manera, quiero decirles que aunque solo ha pasado la primera semana, Miss Tina me ha comentado que Andy está feliz, está adaptándose increíblemente rápido y no tenemos ninguna queja que se pueda agregar a las quejas de los dos papitos. No tengo conocimiento de que ellos se hayan dirigido de forma agresiva con ustedes, pero si es así, les pido una disculpa enorme y sincera. ¿Tienen alguna duda?
—Son David y Anna, ¿verdad? —preguntó Bill con una evidente tristeza e impotencia.
—Me temo que sí. Por favor, acabemos con esto.
En cuanto la directora nos dio paso a su oficina, ocho parejas, las mismas que conocimos el primer día y otras cuatro, dirigieron su par de ojos hacia nosotros. Y el primero en hablar fue un hombre de edad madura, tomó de la mano a su esposa y entonó:
—Nosotros no tenemos problemas con ustedes ni con su hijo, sean bienvenidos por nuestra parte. No habíamos tenido el gusto, pero soy Marco y mi esposa Lara, estaremos encantados en ayudarles en lo que podamos. Nos marchamos.
Los dos se fueron y nosotros agradecimos con una sonrisa.
Bill y yo intercambiamos miradas, sabía que en su mente se dibujaba el recuerdo de Zack y Andy. Marco negro, de quizás cuarenta y cinco años, y su esposa Lara, rubia de entre treinta y ocho o cuarenta años.
—Nosotros también nos vamos. Ya saben lo que pensamos, chicos —dijo Andrea, y Octavio se levantó del sillón junto a la ventana y siguió a Andrea—. Cualquier cosa, ya saben que estamos en el chat.
Así quedamos Elizabeth y Daniel; Mauricio y Beatriz; Dana y Martín; Damián y Anna, quienes parecían echar humo por las orejas y con los ceños fruncidos como si estuvieran sufriendo por algo verdaderamente doloroso. Luego estaban otras tres parejas a quienes Bill y yo habíamos visto y saludado antes, pero no se habían presentado.
—Bien, quieren, por favor exponer sus ideas —habló la directora dirigiéndose a Damián y a Anna.
—Miren, ellos lo saben, solo deben irse.
—Disculpa, Damián —habló una mujer joven, blanca de cabello rojizo, su piel pálida hacía resaltar sus ojos azules y sus pecas que caían por sus mejillas hasta su cuello, parecía tener menos de veinticinco años—, nadie aquí está de acuerdo con lo que dices, ¿por qué no mejor te vas tú?
—Mira Kiara…
—A mi esposa no le vas a hablar así —Bill y yo volvimos a intercambiar miradas, cuando un hombre de quizás cuarenta y cinco años, la defendió—. Y estoy de acuerdo, prácticamente el salón entero no tiene problemas con estos chicos, ¿no te das cuenta que el problema eres tú?
—Eso dices tú, Fede.
—No Damián, no solo yo y Kiara, ya se fueron los demás y… ¿Qué hay de ustedes? —preguntó dirigiéndose a los demás.
Elizabeth y Daniel, Mauricio y Beatriz, Dana y Martín nos miraron sonriendo.
—Ustedes ya lo saben, son bienvenidos para nosotros —habló Beth por fin.
—Nosotros no los conocemos, pero de igual forma, no veo el problema —habló una mujer de unos cuarenta años, blanca. A su lado, estaba un hombre de menos edad, aunque la barba lo hacía lucir de tal vez treinta y seis años—, soy Maribel y él es mi esposo Samuel.
—Gracias, un gusto —contestó Bill por los dos.
—¿Qué no lo ven? —replicó Damián—. ¡Que nuestros hijos se confundirán! ¡Serán los primeros en decir que les gusta alguien de su mismo sexo, serán los primeros en pensar que es normal, que no hay nada de malo, que…
—Ah claro —dijo una de las últimas parejas que aún no conocíamos, un chico joven caucásico—, si los ven a ellos como una pareja que se quiere y cuidan de su hijo, pensarán que ellos pueden hacer lo mismo —dijo en tono irónico.
—Es que a ver, que los niños seguramente querrán casarse —siguió la chica con un hermoso afro, a su lado.
—Y no sabrán si lo sienten en serio o solo quieren repetir lo que aquí ven —interrumpió Damián—, ¿por fin entienden lo que digo?
—Disculpa, Damián, es que no lo habíamos visto desde esta perspectiva —continuó ella.
—Nosotros somos Bruno y Lucy —se presentó él ante nosotros—, y después de esto, sé que lo que dice Damián es una total y tremenda basura. Maestra, creo que podrá decidir qué hacer después de esto.
—Gracias, Bruno. Los invito a retirarse si así lo desean.
—¡Están mal! ¡Nadie entiende lo que este niño puede afectar a los demás!
En la oficina, sólo quedamos Damián, Anna, Dana, Martín, Beth, Daniel, Mauricio y Beatriz, Fede y por supuesto Kiara, y la directora, todos veían a Damián. Todos entendían que ya había llegado lo más lejos que podía llegar.
—Bien, ya habló usted Damián, y ya los escuchamos a todos, ahora es mi turno —comencé—, creo que hasta el momento, y por lo que entiendo, somos los que la tenemos de ganar en este grupo, sin embargo, la maestra decidirá al final. Y ahora, sea la que sea su decisión, le voy a pedir un enorme favor, el problema que usted tenga con mi esposo y conmigo, podrá dirigirse a nosotros, cualquier opinión, ofensa, o lo que sea que se le ocurra, podrá decirlo frente a nosotros, sin problemas, créame que no tomaremos represalias ni habrá un cambio de actitud de nuestra parte hacia su persona, lo que quiero, necesito y lo exhorto es a que no vuelva, que ni se le ocurra y por nada del mundo que se atreva a poner el nombre de mi hijo en su boca. Repito, cualquier problema que tenga con nosotros, lo esperamos donde usted quiera y podremos hablar, pero no vuelva a mencionar a nuestro hijo como uno de sus problemas, de lo contrario, le juro aquí, frente a estas personas, que no tendré problemas en cobrarme cada una de sus homofóbicas opiniones. ¿Le quedó claro?
Buscó con la mirada apoyo de los demás, al no encontrarlo, volvió a mirarme, los dos sabíamos que Bill y yo habíamos ganado.
—Bueno —empezó Martín—, ¿hay algo más en lo que podamos apoyar, maestra?
—No, creo que todo está claro ahora.
—Perfecto. Nos vemos por la tarde. Con permiso.
—Hasta entonces —siguió Kiara.
Nadie habló, nadie añadió nada más, la oficina quedó con cinco presencias. Giré, tomé la mano de Bill y salimos luego de agradecer con un gesto a la directora.
Bill me siguió sin soltar mi mano, subimos al auto y soltó un suspiro en cuanto el auto aisló todo el ruido de afuera.
—Eres increíble, Tom.
—No puedo creer que existan personas así todavía. ¿Qué era lo que esperaba?
—Bueno, ahora se ha dado cuenta que nuestro hijo no está solo y que no somos un maldito chiste.
—Así es. ¿Te dejo en el conservatorio?
—Sí, por favor.
Y fuimos directamente al conservatorio.
ESTÁS LEYENDO
In die Nacht - Zurück zu dir... Zurück zu us [Parte 3]
FanficReescribiendo la última parte de la trilogía In die Nacht. - Bill y Tom adoptan a un bebé, Andy, el cuál va a ir creciendo a lo largo de esta temporada, teniendo como principal conflicto lo que puedan decir los papás de la nueva escuela. Los gemelos...