In die Nacht - Zurück zu dir... Zurück zu us [Parte 3]

XXII

El doctor nos permitió pasar a verlo después de las primeras veinticuatro horas luego de la cirugía, y debo admitir que fue impresionante verlo en ese estado. Una máquina daba mucha información que en realidad no entendía del todo  solo que seguía vivo; su sonido intermitente de un pitido me hacía estremecer en cada una de sus apariciones; estaba totalmente inmóvil, y aunque despertara, su cabeza también permanecería inmóvil gracias a algo cuadrado y amarillo, esperaba que al menos fuera cómodo; y su manos, extendidas sobre la manta blanca, me hacía pensar que seguramente estaría dormido y que ya nada le dolía. Opté por pensar eso.

El doctor dijo que lo habían puesto en un coma inducido, ya que necesitaban tenerlo en reposo absoluto durante y después de la cirugía. Había tenido lesiones en todo el cuerpo, y una vez admitido en el hospital, se dieron cuenta que también había lesiones cerebrales. En el momento en que llegué, ni siquiera pude procesar tal información, solo me quedé y me aferré a la idea de que estaba bien. Luego de la cirugía explicó que estaría así durante dos semanas al menos, y que su principal preocupación era la movilidad de las piernas. Explicó que hizo una pequeña prueba para saber si había daño en las extremidades, sus brazos reaccionaron sin problemas, pero sus piernas no.

Tuve miedo.

—Bill, ¿quieres que vaya a hablar con el rector? —preguntó Pablo cuando me vio salir del consultorio del doctor encargado del caso de Tom.—. Es que… deberán buscar un reemplazo para los dos.

—Pablo —Laia lo fulminó con la mirada.

—No, tiene razón —concedí.

—Tengo clase mañana a primera hora, así que hablaré con el rector.

—No, hablaré con él hoy mismo, no quiero alejarme de aquí. De hecho, iré a casa para decirle a Tatiana que estamos bien y a hablar con Andy, debe estar asustado y confundido. Ustedes pueden irse, mi papá y Georg estarán aquí, ¿verdad? —les pregunté a los dos, y ellos, tanto Georg como mi padre, asintieron.

—Me puedes llamar por si necesitas algo, por favor, no dudes en hacerlo —dijo Laia antes de abrazarme.

—Gracias, por todo.

—No te preocupes. Los queremos a los dos.

No pude ignorar eso y la abracé. Tener el apoyo de dos amigos más en esta situación me resultaba increíble, y extrañamente estaba agradecido con su reacción.

Ellos se fueron y me quedé otro minuto sentado junto a papá, los tres en silencio otra vez.

—Tu mamá sigue preocupada. Hablaré con ella —dijo papá por fin.

—No le digas lo de las piernas, va a querer venir y hacerlo caminar por segunda vez en su vida.

Georg soltó un quejido para no reír, pero no lo logró, su risa resonó en el pasillo y luego me contagió, también a papá. Y ahí estábamos los tres, riéndonos en medio de una situación grave y delicada.

Agradecí infinitamente ese respiro.

***

Terminé hablando con el rector del conservatorio hasta entrada la noche, preferí pasar tiempo con Andy y explicarle la situación de Tom. Inmediatamente empezó a llorar cuando le dije que estaría dormido en el hospital pero que estaría bien, que los doctores lo están cuidado por nosotros. Preguntó si podía verlo, le contesté que por el momento no era posible, ni para él ni para mí. No era del todo cierto, pero me daba miedo pensar en que si Andy entraba a la habitación de Tom, quisiera abalanzarse sobre él, y entonces yo gritaría, y luego Andy se asustaría y el resultado sería un desastre porque seguramente Andy desarrollaría un trauma y jamás volvería a querer acercarse a Tom una vez que esté en casa y por supuesto, tampoco a un hospital. También podría estar exagerando todo y podría tener al niño más consciente del mundo y ni siquiera saberlo. Pero cómo ponerlo a prueba con esta situación en específico. No.