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El sol matutino iluminaba el campus universitario mientras Mely caminaba con paso ligero hacia su clase. La universidad, con sus edificios de arquitectura moderna y sus amplios jardines, era un refugio temporal para ella, un lugar donde podía perderse en la rutina diaria y en los estudios, aunque siempre con el propósito de encontrar respuestas a su enigmático pasado.

Al llegar a la entrada principal, Mely se encontró con su amiga Emma, una joven de cabello castaño y personalidad vibrante que siempre parecía estar de buen humor.

—¡Mely! —gritó Emma, corriendo hacia ella con una sonrisa radiante—. ¡Tienes que escuchar lo que pasó anoche!

Mely sonrió levemente, acostumbrada a las historias dramáticas de Emma. Antes de que pudiera responder, un joven desconocido con una mochila colgada al hombro se les acercó. Tenía el cabello rubio y ojos azules, una combinación que hizo que el corazón de Mely latiera un poco más rápido.

—Hola, soy Elian. Soy nuevo aquí. ¿Podrías mostrarme las instalaciones? —preguntó con una sonrisa encantadora.

Mely asintió, tratando de mantener la compostura. Emma, siempre dispuesta a hacer amigos nuevos, le dio un codazo juguetón a Mely antes de despedirse con un guiño.

—¡Nos vemos luego! —dijo Emma, dejando a Mely a solas con Elian.

Mely caminó junto a Elian, mostrándole las instalaciones hasta llegar al campus central, donde se detuvieron. Miró de lado a lado para asegurarse de que nadie los viera.

—¿Qué mierda haces aquí? —dijo antes de empujarlo.

—Wow, un "hola" no estaría mal —respondió él, levantando las manos en señal de paz.

—¿Hola? ¿Estás bromeando, Elian? —gruñó, tocándose la cabeza con desesperación—. Le dije a ti y a tu hermano que no los quería volver a ver.

—Lo sabemos, pero también tenemos una vida de día —dijo sonriendo antes de encogerse de hombros y recibir un golpe en la cabeza.

Mely suspiró, lanzándole dagas con la mirada al rubio a su lado.

—Si escucho que tu hermano vuelve a hacer otro escándalo... —hizo una señal con su dedo, pasándolo por su garganta—. ¡Estarán muertos!

Elian levantó las manos en señal de rendición, su sonrisa encantadora aún presente.

—Tranquila, Mely. No estamos aquí para causar problemas —dijo con un tono que intentaba ser conciliador.

Mely rodó los ojos antes de girar y salir de aquel lugar, dejando a Elian detrás.

Emma la esperaba afuera de la cafetería, saltando de emoción.

—¿Qué tal te fue? ¿Te pidió salir? Es muy lindo. Si no lo quieres, por favor, preséntamelo, ¡siii! —dijo Emma, acercándose y hablando en voz alta.

Mely tapó sus oídos, tratando de evitar la chillona voz de su amiga. La amaba, pero a veces era exasperante.

—No lo haré, no es como crees —respondió, justo cuando los gritos de otras chicas se hicieron presentes.

Ambas giraron sus rostros con curiosidad, pero el ceño de Mely se frunció al ver al otro hermano, Killian. Quiso arrancarle esa sonrisa coqueta que tenía en su rostro. Maldito vampiro bastardo. Mordió su labio antes de coger a la embobada de su amiga y jalarla. No podía dejar que sus encantos atraparan a su tonta amiga.

—¡Lo viste! Es tan lindo —chilló Emma—. Me arrepiento, ya no sé a quién escoger, si al tierno o al malo.

—Sí, yo sí sé. Te daré un consejo muy importante —dijo Mely, y la morena se quedó callada, abriendo sus ojos y oídos para escuchar sus sabias palabras—. Ninguno, no te acerques a ninguno.

Emma hizo un puchero antes de respirar hondo y soltar el aire con pesar.

—Está bien, además no puedo engañar a Luis —dijo, haciendo como si llorara mientras sostenía su corazón—. Él es mi amor.

Mely rodó los ojos antes de salir del baño con su amiga. Hoy sería un día largo.

La universidad parecía más bulliciosa que de costumbre, con el eco de conversaciones y risas llenando los pasillos. Mely y Emma se dirigieron a su siguiente clase, pero Mely no podía sacudirse la sensación de inquietud. Los hermanos estaban aquí, y eso solo significaba problemas.

Elian y Killian no eran estudiantes comunes. Eran parte de un mundo del que Mely intentaba mantener alejada a los mortales, un mundo de sombras y secretos que ella vigilaba constantemente. No quería que la parte sobrenatural de su vida se entrelazara con la vida cotidiana de los humanos. Su presencia era un recordatorio constante de las promesas y los peligros que siempre la acechaban.

Mientras tomaban asiento en el aula, Mely miró a su alrededor, notando cómo Killian se deslizaba en una silla al fondo de la clase, sus ojos negros fijos en ella. No podía permitir que su fachada se desmoronara. Tenía que seguir adelante, buscar respuestas y, sobre todo, proteger a aquellos que le importaban.

El día apenas comenzaba, y Mely sabía que el pasado no tardaría en alcanzarla, trayendo consigo los secretos y las sombras.

SHADOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora