Mely se sumergió en las aguas turbulentas del río Lete una vez más, sintiendo la frescura y la energía que fluían a través de ella con cada movimiento. El agua oscura reflejaba débilmente la luz de las antorchas cercanas, creando un juego de sombras y destellos plateados alrededor de su figura. Nadó con la gracia de quien está en su elemento, sus largos cabellos acromáticos flotando como serpientes de sombra a su alrededor.
Al alcanzar el fondo del río, Mely extendió sus manos, buscando entre las corrientes en busca de otro hilo dorado. Su mente se concentró en la búsqueda, recordando las sensaciones y los destellos fugaces de sus recuerdos mientras exploraba el fondo rocoso.
Finalmente, sus dedos encontraron lo que buscaba: un hilo dorado, brillando débilmente entre las rocas. Lo tomó con cuidado, sintiendo cómo la energía mágica del hilo resonaba en su piel. Este hilo, como los anteriores, estaba lleno de recuerdos entrelazados y emociones vívidas que la conectaban con un pasado que había estado perdido en las sombras del olvido.
.
.
Donis comenzó a notar un patrón curioso en sus encuentros con Melinoe en el inframundo. Aunque ella seguía disfrutando asustándolo de vez en cuando, también estaba ahí para protegerlo de otros peligros que acechaban en las sombras.
Una tarde, mientras exploraban un sector desconocido del inframundo, Donis tropezó con una piedra suelta y cayó al suelo. Antes de que pudiera levantarse, una sombra oscura se acercó rápidamente hacia él. Donis cerró los ojos, esperando lo peor, pero de repente, la sombra retrocedió con un grito agudo.
—¡Aléjate de él! —ordenó Melinoe, apareciendo con una expresión feroz en su rostro.
La criatura oscura, una empusa, se retiró entre murmullos amenazadores, temiendo a la hija de Hades. Melinoe extendió la mano hacia Donis, ayudándolo a ponerse de pie.
—¿Estás bien? —preguntó ella, su preocupación visible bajo su habitual actitud distante.
Donis asintió, mirándola con gratitud.
—Gracias, Melinoe. Esa fue... impresionante.
Ella desvió la mirada, incómoda con los elogios, pero también sintiéndose un poco reconfortada por haber podido proteger a Donis.
Con el tiempo, Donis comenzó a buscar más la compañía de Melinoe. Descubrió que, más allá de sus travesuras y su actitud reservada, había una amiga en la que podía confiar en el inframundo. Melinoe, a su manera única, comenzó a enseñarle los secretos y peligros del reino de Hades.
Una tarde soleada, decidieron descansar cerca del río Estigia después de explorar un laberinto oscuro y enmarañado. Melinoe observó cómo Donis miraba el agua turbulenta con cierta aprensión.
—¿Tienes miedo de cruzar el río? —preguntó ella, notando la tensión en su rostro.
Donis asintió, sintiéndose un poco avergonzado.
—Es... intimidante. No sé muy bien cómo hacerlo.
Melinoe se acercó a él y colocó una mano reconfortante en su hombro.
—Te mostraré cómo hacerlo. Ven conmigo.
Juntos, caminaron hacia el borde del río. Melinoe señaló los puntos seguros y advirtió sobre las corrientes peligrosas.
—Lo más importante es mantenerse firme y no dejar que el agua te arrastre —explicó ella mientras Donis la escuchaba atentamente.
Después de asegurarse de que entendiera las instrucciones, Melinoe lo observó cruzar con cuidado, siguiendo cada consejo que le había dado.
—¡Lo hiciste muy bien! —exclamó Melinoe cuando Donis llegó al otro lado, con una mezcla de orgullo y alivio.
Él sonrió, agradecido por su guía.
—Gracias a ti, Melinoe. No podría haberlo hecho sin ti.
Esa noche, mientras descansaban juntos bajo un árbol frondoso, el ambiente se volvió más sereno. La conversación se deslizó hacia temas más personales mientras las sombras del inframundo se alargaban lentamente.
—Siempre he tenido miedo de estar sola aquí —confesó Melinoe en voz baja, rompiendo el silencio. Su mirada estaba fija en las estrellas que apenas se veían a través de la bóveda celeste del inframundo.
Donis la miró con comprensión y cariño, sintiendo cómo se acercaban más el uno al otro con cada confesión compartida.
—Yo también me siento solo a veces. Los seres cercanos que tenía... murieron —confesó Donis en voz baja, revelando un dolor que había llevado consigo en silencio.
Melinoe lo miró con sorpresa y compasión, comprendiendo mejor la melancolía que a veces percibía en él.
—Lo siento mucho, Donis. Pero quiero que sepas que no estás solo ahora. Estoy aquí contigo, siempre —respondió ella sinceramente, extendiendo su mano hacia la suya.
Él la tomó con gratitud, sintiendo una calidez reconfortante en su corazón al saber que tenía a alguien con quien compartir sus temores y sus esperanzas en el oscuro inframundo.
Así, entre momentos de aventura, protección mutua y confesiones íntimas, la amistad entre Melinoe y Donis se fortaleció, tejida entre las oscuras maravillas y los peligros del inframundo.
ESTÁS LEYENDO
SHADOW
RomanceSin recuerdos de quién es ni de su verdadero origen, ha vagado por los años sabiendo que no pertenece a este mundo. Atrapada entre su naturaleza sobrenatural y el vacío de su memoria, solo una imagen la persigue: unos ojos dorados que la observan de...