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El claro boscoso resonaba con el eco de la reciente confrontación entre Elian y Luis, mientras Mely y Emma permanecían al borde, observando la escena con un nerviosismo palpable.

En ese instante, una presencia tranquila y misteriosa se hizo sentir en el claro. Los hombres lobo que quedaban parecían reconocer al recién llegado, mostrando signos de respeto y deferencia hacia él. Esto desconcertó a Mely, quien observaba con curiosidad desde donde se encontraba junto a Emma.

El hombre misterioso, alto y esbelto, envuelto en una chaqueta con capucha que apenas dejaba entrever sus labios y piel pálida, se acercó a Mely con paso firme pero sereno. Sus ojos, usualmente ocultos tras un velo de misterio, esta vez se revelaron como castaños oscuros, penetrando en el alma de Mely con una intensidad que la hizo sentir vulnerable y al mismo tiempo intrigada.

Mely experimentó una mezcla de decepción y una extraña conexión con este hombre. Había algo en él que la atraía inexplicablemente, como si hubiera un vínculo oculto que los unía desde mucho antes de encontrarse en aquel bosque. A pesar de su inicial desilusión al ver que no tenía los ojos dorados que había visto en sus sueños, una voz interior le decía que no podía alejarse de él, que había algo crucial que ambos compartían y que pronto descubrirían.

El hombre misterioso se detuvo frente a Mely, sus ojos castaños buscando los suyos con una intensidad que resonaba en el claro boscoso.

—Mely —susurró él, con una voz profunda que reverberaba en el silencio del bosque.

Mely abrió los ojos sorprendida, preguntándose cómo este hombre conocía su nombre.

—¿Quién eres? —dijo, sintiendo un dolor sutil en el pecho al verlo.

El hombre se agachó ligeramente antes de sonreír dulcemente.

—Vamos, te ayudaré a salir de aquí. Veo que aún tienes un largo camino por recorrer —sus palabras estaban cargadas de una decepción palpable y melancolía.

Mely asintió, sintiendo una mezcla de confusión y curiosidad mientras seguía al hombre misterioso, quien la guió con cuidado fuera del claro, asegurándose de que Emma también los siguiera. A medida que se alejaban de la conmoción de la manada, Mely no podía apartar la mirada de los ojos castaños del hombre misterioso, que ahora parecían transmitir una calma reconfortante.

—Gracias por ayudarnos —murmuró Mely, sintiendo la tensión del momento anterior comenzar a disiparse.

El hombre misterioso asintió con amabilidad, una sombra de tristeza cruzando su rostro.

—No tienes por qué agradecer. Es lo menos que podía hacer —respondió él con su voz serena.

Mientras caminaban por el bosque, Mely notó cómo los hombres lobo evitaban su mirada y murmuraban entre ellos, dejando claro que el respeto que mostraban hacia el hombre misterioso no era algo común.

—¿Quién eres tú? —preguntó Mely finalmente, incapaz de contener su curiosidad.

El hombre misterioso se detuvo y la miró con seriedad por un momento antes de responder.

—Soy alguien que ha estado observando desde las sombras. No soy enemigo tuyo, Mely. Solo quiero protegerte, aunque quizás no lo creas aún —dijo con suavidad, como si cada palabra estuviera cargada de significado.

Mely frunció el ceño, sintiendo que había algo más que el hombre misterioso no estaba revelando. Sin embargo, algo en su voz resonaba con una verdad profunda que la hizo querer confiar en él, al menos por ahora.

—Entiendo. Gracias, de nuevo —respondió Mely con sinceridad, mirando a Emma, quien asentía con agradecimiento también.

El hombre misterioso inclinó la cabeza en respuesta y luego continuaron su camino hacia la seguridad relativa fuera del territorio de la manada de Elian.

Después de salir del bosque y asegurarse de que estaban a salvo, mely y el hombre misterioso llevaron a Emma hacia la universidad, pero al llegar Emma notó rápidamente que Mely no se encontraba bien cuando comenzó a tambalearse, su piel estaba caliente al tacto y su rostro enrojecido.

—Mely, estás ardiendo. Tienes fiebre —dijo Emma con preocupación, colocando una mano en la frente de su amiga.

El hombre misterioso mostró preocupación al ver el estado de Mely, pero se mantuvo a una distancia respetuosa, observando en silencio mientras Emma cuidaba de su amiga con tanto amor y dedicación.

Emma llevó rápidamente a Mely a su apartamento cercano. Una vez dentro, Emma ayudó a Mely a acostarse y le colocó una compresa fría en la frente para intentar bajarle la fiebre. El hombre misterioso se mantuvo cerca, atento a cualquier necesidad que pudiera surgir, aunque permaneció en segundo plano para no interferir directamente.

Mely luchaba contra la fiebre alta que la había dejado exhausta y temblorosa. Emma se quedó a su lado, vigilándola y asegurándose de que estuviera cómoda y cuidada.

—Descansa, Mely. Estaré aquí contigo —susurró Emma, acariciando suavemente el cabello de su amiga mientras esperaba a que la fiebre empezara a ceder.

El hombre misterioso observó desde una esquina del apartamento, sintiendo alivio al ver que Mely estaba en buenas manos. Aunque deseaba ayudar más activamente, comprendió que su presencia directa podría ser perturbadora. Por lo tanto, se mantuvo discreto, asegurándose de que Mely recibiera el cuidado que necesitaba antes de desaparecer silenciosamente, dejando a Emma cuidar de su amiga.

SHADOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora