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Las imágenes y recuerdos fragmentados comenzaron a brillar ante sus ojos mientras se adentraba en las profundidades del Estigia. Momentos de su vida pasada se agolpaban en su mente, como piezas de un rompecabezas que finalmente comenzaban a encajar. Vio destellos de su infancia en el inframundo, encuentros con seres de mitos y leyendas, y momentos que habían sido ocultados en los rincones más oscuros de su memoria.

El dolor y la alegría se entrelazaban en esos recuerdos recuperados, formando una narrativa de su vida que había estado perdida para ella durante demasiado tiempo. Cada revelación era como un eco lejano que resonaba en su alma, confirmando su propósito y fortaleciendo su resolución.

Finalmente, cuando parecía que el peso de sus recuerdos perdidos se hacía casi insoportable, Melinoe encontró lo que había estado buscando desesperadamente. Un fragmento crucial de su historia, un evento olvidado que había sido el punto de quiebre de su existencia en el inframundo.

Con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de una mezcla de dolor y liberación, Melinoe emergió de las profundidades del Lete. La luz mortecina del inframundo la recibió como si fuera una nueva persona, con la certeza de que, a pesar de los peligros y sacrificios que había enfrentado, había recuperado una parte invaluable de sí misma.

En la orilla, Hades la esperaba, su figura majestuosa una presencia imponente en la quietud del inframundo. Sus ojos encontraron los de Melinoe con una mezcla de orgullo y preocupación, reconociendo el triunfo y la determinación en la mirada de su hija.

-Has desafiado el destino, Melinoe- dijo Hades solemnemente, su voz resonando en el aire quieto del inframundo. -Pero has recuperado lo que te pertenece. Ahora, debes recordar que el poder de tus recuerdos también conlleva responsabilidad.

Melinoe, con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada por la emoción, miró a su padre con una mezcla de gratitud y confusión.

-¿Por qué, padre? ¿Por qué tomaste esa decisión de borrar mis recuerdos? - preguntó Melinoe, sus palabras apenas un susurro cargado de anhelo.

Hades la miró con seriedad, su expresión revelando la carga de un padre que había tenido que tomar una decisión dolorosa para proteger a su hija.

-Fue lo mejor, Melinoe- respondió Hades con calma, su voz llena de una sabiduría antigua. -No sabía qué castigo podía imponerles Zeus a ambos si descubría lo que habían hecho. A veces, proteger significa sacrificio.

Con un gesto solemne, Hades se apartó de su hija, dejándola en la orilla mientras su figura se desvanecía entre las sombras del inframundo.

En ese momento de soledad y reflexión, emergió de las sombras un hombre alto y enigmático. Era Donis, el hombre misterioso que había ayudado a Melinoe en varias ocasiones. Se acercó a ella con pasos seguros y decididos, sus alas negras extendidas detrás de él, como un símbolo de su naturaleza y su conexión con el inframundo.

Donis tenía la piel pálida y el cabello negro como la noche, corto pero con un toque de rebeldía. Sus labios rojos contrastaban con sus cejas pobladas, y llevaba un arete en la oreja que añadía un rasgo distintivo a su apariencia. Un delgado collar enmarcaba su clavícula con firmeza, simbolizando un vínculo profundo y perdurable.

Al acercarse a Melinoe, Donis la envolvió con un abrazo cálido y protector, sus ojos dorados reflejando el amor y la determinación que había guiado su búsqueda incansable. Juntos, en el corazón del inframundo, encontraron un momento de paz y renovada esperanza, sabiendo que su amor había resistido las pruebas más duras y renacido más fuerte que nunca.

En ese momento de tranquilidad, cuando el inframundo parecía acoger la paz recién encontrada de Melinoe y Donis, el suelo comenzó a temblar. El sonido resonante de un trueno distante llenó el aire, indicando la furia de alguien supremo. En un abrir y cerrar de ojos, Melinoe y Donis fueron transportados al Olimpo, el hogar de los dioses.

SHADOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora