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"Recuerda el bosque. Encuentra el lago. Él espera en el lugar donde la luna besa el agua." La frase resonaba en su mente mientras Mely la encontraba una y otra vez en las páginas del diario. Su cabeza comenzaba a doler por el esfuerzo de intentar descifrar su significado. El bosque estaba marcado en el mapa que había encontrado, pero ¿dónde estaba ese lago misterioso donde la luna reflejaba su luz de manera especial?

Sus pensamientos se interrumpieron al fijarse en el calendario pegado en la pared. La luna llena estaba próxima. ¿Debería aventurarse al bosque en esa noche especial? Sabía que era arriesgado, incluso con la protección de la ninfa que cuidaba el lugar. Sin embargo, si quería encontrar respuestas, no podía esperar otro mes para el próximo ciclo lunar.

Decidida, Mely tomó sus cosas y las empacó en una pequeña maleta. Hoy sería la oportunidad de descubrir más sobre el enigma que la había llevado a este viaje. Salió a la terraza del hotel, ubicado en el vigésimo tercer piso, desde donde tenía una vista panorámica de la ciudad extendiéndose ante ella. Las luces de las casas y edificios se extendían hasta donde alcanzaba la vista, creando un mar de destellos en la noche urbana.

Con la luna llena brillando en lo alto, Mely se preparó en la terraza del vigésimo tercer piso. Respiró profundamente, sintiendo la energía de la noche envolverla mientras extendía sus alas. Eran únicas, una negra como la noche más oscura y la otra blanca como la pureza de la luna que iluminaba el cielo.

Las alas vibraron ligeramente antes de desplegarse por completo, captando los destellos de la luz lunar que se filtraban entre los edificios. Mely se sintió poderosa y decidida mientras el viento nocturno acariciaba sus plumas iridiscentes, reflejando un espectro de colores que brillaban con cada movimiento.

Con un salto, Mely se elevó en el aire, dejando atrás el resplandor de las luces de la ciudad que se extendían bajo ella. El silencio de la noche fue su compañero mientras ascendía con gracia, las alas acromáticas batiendo con determinación contra la brisa fresca de la noche.

Voló hacia el este, hacia el bosque marcado en el mapa y en su memoria, donde esperaba encontrar respuestas enterradas en el misterio de aquel lugar especial donde la luna besaba el agua. Mely se dejó llevar por la promesa de descubrimiento, confiando en sus alas para llevarla hacia su destino bajo la luz guía de la luna llena.

Al aterrizar, Mely pudo percibir el cambio en el ambiente desde su última visita. La noche era diferente, más cargada de misterio y expectativa. Un escalofrío recorrió su espalda mientras avanzaba hacia el río, dejando atrás el monumento con la inscripción que había captado su atención antes. Su objetivo era claro: seguir el curso del río hasta encontrar el pequeño lago marcado en el mapa. El tiempo corría en su contra; si no encontraba lo que buscaba, tendría que esperar un mes entero.

Caminó con prisa, el dolor en la planta de sus pies aumentaba con cada paso. Quería desplegar sus alas y volar, pero sabía que eso atraería la atención no deseada en el tranquilo bosque. Distraída por sus pensamientos, resbaló y cayó al suelo, soltando un pequeño grito de sorpresa. Un murmullo la alertó, pero al mirar a su alrededor, no vio nada más que la oscuridad entre los árboles.

Se levantó con cuidado, frotándose el tobillo adolorido. Sin saberlo, una figura difusa entre los árboles la observaba con atención, cada movimiento, cada palabra, cada respiración no pasaban desapercibidos para este misterioso ser que la vigilaba en silencio.

Finalmente, Mely llegó al lago marcado en el mapa, pero su decepción fue palpable al ver que parecía un lago común y corriente. Sin embargo, su desánimo se transformó en asombro cuando varias almas de muertos comenzaron a arremolinarse en la superficie del agua, siendo absorbidas por un vórtice misterioso en el centro del lago. Un escalofrío recorrió su espalda mientras observaba la escena, que resonaba en algún rincón profundo de su memoria.

La luna emergió completamente, iluminando el lago con su luz plateada. En ese momento, algo brilló con intensidad en el fondo del agua: un objeto dorado. Las lágrimas llenaron los ojos de Mely al reconocerlo como el objeto de su búsqueda.

"Recuerda el bosque. Encuentra el lago. Él espera en el lugar donde la luna besa el agua."

El dolor punzante en su cabeza se intensificó, pero no le importó. Con determinación, Mely se lanzó al lago. El agua fría la abrazó mientras luchaba contra la corriente para alcanzar el objeto dorado. La corriente era fuerte, traicionera, y cada vez que creía estar cerca, una ola la alejaba un poco más.

El dolor en su cabeza hacía que su sien palpitara con intensidad, como si el esfuerzo físico despertara un dolor ancestral, pero su deseo de obtener el objeto era más profundo que cualquier malestar físico. Cada brazada era un acto de resistencia contra la fuerza del agua que intentaba arrastrarla. Las burbujas de aire escapaban de sus labios, su visión se nublaba y el agotamiento la envolvía. Parecía que cada movimiento era más difícil que el anterior, pero su voluntad era inquebrantable.

Justo cuando parecía que sus fuerzas la abandonarían, sus dedos finalmente tocaron el objeto dorado. Lo abrazó con fuerza, aferrándose a él como si su vida dependiera de ello, mientras el mundo a su alrededor se desvanecía rápidamente. Las burbujas de aire seguían fluyendo mientras luchaba por mantenerse consciente. El aire se escapaba de sus pulmones, la oscuridad la envolvía lentamente.

Antes de perder el conocimiento, Mely vio una figura nadando hacia ella a través de la bruma del agua. El alivio la envolvió cuando sintió que la figura la alcanzaba, y entonces, todo se volvió negro.

SHADOWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora