Me volví a enamorar. No me di cuenta de lo mucho que extrañaba amar a un personaje, contar una historia a través de palabras que transmutaban en travesías. Pocos lo entendían, por supuesto. Para mis padres y Rebeca, me había pasado las últimas semanas frente al ordenador, con la espalda encorvada y los ojos muy abiertos. Ellos no entendían que Cristofer y yo caminábamos de la mano, volábamos juntos, peleábamos contra los hechiceros de la corona y tratábamos de detener a un chico enloquecido a causa de los efectos de una planta desconocida. Tampoco comprenderían jamás mi tristeza cuando llegó el momento de escribir las últimas palabras. Cristofer se despedía del que una vez fue al mismo tiempo que yo me despedía de él. Y, luego, comprendí que aquel no podía ser el fin. A diferencia de con Vleick, Cristofer me susurraba al oído que tenía más cosas que decirme.
Y, sin embargo, no me decidía a continuar. ¿Qué tan ético sería de mi parte hacerlo? Ya me arriesgué lo suficiente al escribir aquella novela corta. Había seguido la recomendación de Marilyn: copié el texto en cuanto lo terminé y borré el archivo original. Así, evitaría que Cristofer saltara a mi mundo. Me sorprendí al descubrir que me dolía hacerlo; ansiaba hablar con alguien ¿y quién mejor que alguien creado por mí? Daniela se encontraba lejos. No tenía la menor idea del paradero de Vleick. Joseph no regresaría jamás. Respiré hondo, tratando de no romperme al recordar todos sus elogios hacia mí como escritor, por más ciegos que fueran. ¿Cómo me atreví a quejarme de ellos? Ahora daría lo que fuese por volver a oírlos.
Habían pasado seis meses desde que, se suponía, había vencido a Raised. Pero yo me sabía derrotado. Y vivía con miedo. Miedo de los seguidores de Raised que todavía andaban por allí y me consideraban una amenaza, miedo de que a Vleick le hubiese ocurrido algo y, sobre todo, de quienes menos sabía: aquellas personas que iban detrás de mí que mencionó Marilyn. Había releído aquella nota una y otra vez, tratando de encontrar alguna pista. Lo único que había conseguido era que su significado se perdiera, igual que las palabras que, tras repetirse en innumerables ocasiones, se convierten en simples vibraciones molestas.
Me incliné hacia delante. Me dolía la espalda, los ojos me gritaban que, por favor, tomara un descanso. Y yo no podía hacerlo. No cuando, en mi mente, Cristofer se convertía en el protagonista de una aventura que se me estaba saliendo de las manos. Aquella trama era, por lejos, la más compleja a la que me había enfrentado, el mayor reto en mi carrera como escritor. Por lo menos hasta ahora. No me bastaría tener a Cristofer como único protagonista. Necesitaría de, por lo menos, cuatro puntos de vista distintos.
La historia giraría en torno a la fuente de las anomalías de las brumas. Se trataba de una esfera de bruma en cuyo interior residía el poder que dotaba a los hechiceros de su magia. Las anomalías en aquella esfera fueron la razón de la existencia de Raised, de la de Belfegor y de los poderes del alga verde que habían enloquecido a Leandro. Si bien, en un principio, la razón de las anomalías en las brumas eran sucesos al azar, se me ocurrió que la existencia de un elemento como aquel era compatible con lo que ya había presentado en las historias de... Todavía estaba pensando un buen nombre para mi mundo. Sólo se me ocurría La Tierra de los Hechiceros, pero era demasiado trillado para mi gusto. No, debía pensar en algo mejor.
Aquella esfera, cuyo nombre aún no decidía, estaría en manos de Kraisar, el emperador de Tarcal. Kraisar y sus antecesores lo sabían y, debido al temor que les daba la idea de desatar una guerra entre todas las naciones, prefería mantener el secreto guardado entre él y sus hechiceros supremos. La historia empezaría en cuanto uno de ellos, inconforme con el mandato de Kraisar de eliminar la esclavitud, decidiría traicionarlo y vender el secreto a Gralios. El rey Jonás invadiría Tarcal. No encontraría la esfera por ningún sitio y decidiría ordenar una búsqueda. Los rumores llegarían a Cristofer, que siente que es su deber encontrar la esfera e impedir que el rey de Gralios se haga con un poder casi absoluto. Al mismo tiempo, descubre que la sangre de una familia aristocrática le permite ser inmune a la locura de la sustancia que enloqueció a Leandro, dotándole así de unos poderes aún más grandiosos sin perder la cordura. La única portadora de ese poder sería Carla, una niña atormentada.
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Metaficción II: Destructor de mundos
FantasyHan pasado seis meses desde la amarga derrota de Raised. Pese a haber vencido, los recuerdos de tantas vidas perdidas atormentan a un Ricardo que no cree haber ganado en realidad. Lejos de Daniela y sin noticias de Vleick, un inesperado reencuentro...