Capítulo II-Vleick

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Después de todo lo que ocurrió, estar vivo era lo que menos me esperaba. Me dejé caer sobre el pasto, tratando de asimilar el vórtice de emociones de los últimos minutos. Aquellos instantes con el dispositivo en mi cuello habían sido lo peor de todo. Mi mente no había sido mía, funcionaba de acuerdo con lo que Marilyn dictase. Me daban náuseas.

Un intenso resplandor me obligó a abrir los ojos. Me incorporé en cuanto vi que Ricardo atravesaba el portal. Su pie resbaló y acabó boca arriba, no sin, de paso, soltar un quejido leve.

Se puso a gatas, las manos manchadas de tierra y hojas.

⸺¿Dónde estamos? ⸺preguntó con voz débil.

⸺En el mundo de Marilyn, supongo.

⸺Vleick, eso ya lo sé. ⸺Antes de dirigir su atención hacia mí, echó un vistazo a nuestro alrededor. Nos encontrábamos en el claro de un bosque con árboles muy separados entre sí. Eran plantas de un tamaño considerable: si nos internábamos en la vegetación no tardarían en bloquear la luz del sol. A lo lejos, se escuchaban los cantos de los pájaros. O eso supuse que eran⸺. No se ve muy distinto del nuestro, ¿sabes?

⸺Del tuyo ⸺dije. ¿Por qué ni siquiera me miraba? Empezaba a fastidiarme.

⸺Bueno, sí.

⸺El mío tampoco es tan distinto si estás en un bosque.

Ricardo no dijo nada más. Observaba el paisaje que nos rodeaba con cierto desdén, como si tuviera la culpa de todo lo que nos ocurría. Pensé que el bosque no estaría muy de acuerdo con esa idea.

⸺¿Dónde estuviste? ⸺dijo Ricardo tras volverse hacia mí.

⸺Bueno, es complicado...

A decir verdad, mis recuerdos de los últimos meses eran una especie de borrón gigantesco. Sabía lo que ocurrió, pero las imágenes se difuminaban. Me había teñido el pelo de negro y entrené tanto como pude. Una furia sin precedentes me invadía de pies a cabeza, dispuesta a acabar conmigo. Yo no iba a permitírselo, incluso si me había demostrado que luchar no sirvió de nada. Lo di todo de mí protegiendo a Joseph y, de todos modos, estaba muerto. Se me hizo un mundo en la garganta, pero no lloré; hacía tiempo que no lloraba por eso. No me contenía, simplemente no deseaba hacerlo. En lugar de ello, tenía ganas de golpear todo lo que tuviese en frente con una frecuencia inusual.

⸺No me acuerdo de mucho. Trabajé en una bodega cargando cosas y todo eso. Ah, y me teñí el pelo.

Ricardo me observó de pies a cabeza con el ceño fruncido.

⸺Sigues con el mismo color de pelo.

⸺Marilyn me quitó el tinte. Supongo que quería que me reconocieras o algo así.

Ricardo cerró los ojos y asintió.

⸺¿Sabes qué está haciendo Marilyn? Lo que busca y todo eso.

Negué con la cabeza. Una tarde, cuando regresaba del trabajo hacia un cuarto de mierda que a duras penas conseguí, Marilyn se abalanzó sobre mí desde un sitio que no sabría nombrar. Fue como si su cuerpo brotara de la nada. Apenas alcancé a reconocerle cuando me dio un potente golpe en la cara. Durante mis últimos segundos de consciencia, vislumbré su cabello azulado como si estuviera cubierto por un manto acuoso.

Le conté todo lo que sabía a Ricardo con el mayor detalle posible, que no era mucho; mi cerebro se disgustaba particularmente ante la idea de forzarlo a recordar. De hecho, la cabeza me dolía un poco. Tras volver a ser yo, lo único que deseaba era dejarme caer y abandonarme al sueño; sin embargo, me encontraba allí, en un mundo distinto al mío. Una parte de mí quería reírse a carcajadas, ¿quién habría tenido la dicha de decir que estuvo en tres realidades distintas?

Metaficción II: Destructor de mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora