Capítulo XV-Ricardo

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Era el momento de rendirse. Mi patético intento de encontrar un error argumental en la biblioteca no tardó en manifestar su destino de fracaso absoluto. Era evidente que, de haber algo, ya lo hubiese encontrado. Había conseguido alargar mi estancia allí a expensas del cansancio de Vleick y Edar. Hasta Doménica me inspiraba algo de lástima.

Me volví hacia ella con lentitud, sabiéndome derrotado. Despegó su atención de mis personajes para centrarla en mí.

⸺¿Encontraste algo? ⸺me dijo, dando a entender que sabía de antemano que mi respuesta sería negativa.

⸺Nada que sea muy útil.

Sí que hallé algo que me interesó, pero no era de gran ayuda. Había encontrado un libro acerca de la historia del pueblo. Se llamaba Cravan y su religión se basaba en la adoración a la naturaleza. Sus creencias estaban fundamentadas en la teoría de la evolución, partiendo de la premisa de que todos los seres vivos estaban conectados por su linaje. Tenían un particular interés por las formas de vida ya extintas, pues, gracias a su sacrificio, teníamos la oportunidad de pisar el planeta. Su dinero sólo tenía valor en ese distrito, pues en ningún otro sitio aceptarían una moneda con el dibujo de un rex.

⸺Te la pasaste leyendo un libro de la historia local.

⸺Es que es muy interesante.

⸺Lo sé, a Erick le gustaría mucho vivir aquí.

⸺¿Por qué no vino con ustedes?

⸺Prefirió quedarse en la nave, donde deberíamos estar desde hace rato

⸺Tenemos que irnos ⸺anunció la profunda voz de Al Sabar.

Para mi sorpresa, en serio anhelaba hacer lo que decían. Estaba seguro de que me meterían en un sitio que facilitaría pensar a solas (seguramente intervendrían un par de grilletes alrededor de mis muñecas, pero tampoco estaba en condiciones de exigir mucho). Nada me habría gustado más que liberarme de toda la gente a mi alrededor.

⸺Sí, supongo que sí.

Vleick y Edar se levantaron casi de un salto. Vleick ya no lucía tan mal: su piel había recuperado su habitual blanco lechoso y sus pecas ya se notaban mejor. No me atrevería a decir que aparentaba buena salud, más bien tenía la apariencia de un enfermo cuya recuperación marchaba por buen camino.

⸺Por fin ya nos vamos, ¿verdad? ⸺dijoel hechicero de luz.



La nave también podía camuflarse. Cuando Doménica se detuvo frente a un grupo de árboles que, exceptuando por su altura, no tenían nada de especial, pensé que se había vuelto loca. Si hubiese saltado encima de nosotros con los poderes de un vampiro no habría tenido muchos problemas para asimilarlo. Colocó la palma extendida con los dedos juntos sobre el tronco de un árbol. La figura de la planta se disolvió, dejando en evidencia que se trata de un holograma. Me resultó un poco gracioso que los árboles se esfumaran para dar paso a la gigantesca nave que, en mi mente, sólo era capaz de cruzar el espacio.

Desde allí lucía monstruosa y fuera de lugar. Cualquiera esperaría ver algo así de grande orbitando la Tierra, pero desde la Tierra la cosa cambiaba. Daba la impresión de que respiraba muy despacio, esperando a que sus presas ingresaran en su boca por voluntad propia.

⸺Qué miedo ⸺dijo Vleick.

Pese a que sentía lo mismo que él, le quité importancia con un gesto de la mano.

Metaficción II: Destructor de mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora