Capítulo XIII-Ricardo

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Fue Vleick el que hizo que nos percatáramos de que nos olvidábamos de un detalle muy importante: el error argumental descubierto en la dinogranja. Inmerso como estaba en mi discusión con Cristofer, me limité a pasarlo por alto. No sabía si sentirme mal por todos los reclamos que me había hecho. Por un lado, era cierto que escribir otra novela supuso el sufrimiento de muchas personas y, por otro, no se me ocurría nadie mejor que Cristofer para habernos ayudado. Nadie que perteneciera al mundo creado por mí, por lo menos. Seguía siendo el altruista de siempre, por más que se empeñara en negarlo.

⸺Creo que sé lo que es ⸺dijo Vleick⸺. Toda la información de la granja es idéntica a la que encontraríamos en tu realidad. Lo que significa que, en tanto tiempo, no se han hecho más descubrimientos. Sé que Marilyn quería seguir con exactitud la información que ya tenía, pero igual es un error.

Me llevé la mano a la barbilla y asentí. Casi me reí por la pinta de escritor cansado y pretencioso que debía tener. Todavía no podía creer que mis dedos siguieran funcionando.

⸺Vamos a ver, ¿sí?

En la agonía del atardecer, la granja ya no lucía tan alegre. Cristofer había dejado un agujero de tamaño considerable en el techo y, cuando pasé por debajo de él, el polvo me hizo tener un pequeño ataque de tos. Me avergoncé un poco porque ni a Vleick ni a Edar les afectó demasiado. No había rastro alguno de los homoraptores. Si hasta los humanos habían salido corriendo, ¿por qué no lo harían los animales? Me daba un poco de lástima saber que a Margar le costaría trabajo reemprender su negocio, suponiendo que aún tuviese alguna oportunidad. Me gustaba pensar que sí.

Los ríos de luz dorada cruzaban el suelo de la granja. Me acuclillé y dejé que el resplandor iluminara mi mano. En un principio, el corazón me dio un vuelco al no ser capaz de sentir nada nuevo. Pensándolo bien, el error de Marilyn era más que justificable, sobre todo si tu obra buscaba apegarse a los datos científicos. La ciencia ficción dura era un terreno en el que prefería no meterme.

El metal apareció entre mis dedos. En cuanto supe que estaba allí, me apresuré a apretarlo. Había algo raro en él, no se parecía a los discos que había recolectado hasta entonces: le faltaban las puntas. Si quería usarlo como un arma efectiva, tendría que arrojárselo a la cabeza a alguien y no podía jactarme de tener muy buena puntería.

⸺¿Por qué no tiene puntas? ⸺preguntó Edar. No se arrodilló y apenas se contentó con mirar. Me fastidiaba no haber podido tener una conversación con él. Hasta Raised se había mostrado más abierto.

⸺En medio de todo, no es un error tan grave. Creo que es uno de esos errores que la historia necesita.

⸺No lo entiendo.

⸺Bueno, a veces tienes que permitirte uno que otro fallo pequeño por un motivo mayor. Puede ser por el desarrollo de un personaje, de la continuidad de la historia, cosas así. En realidad, es mejor que los evites, pero en este caso no se lo podía saltar. Me pregunto cómo es que hace Marilyn para saber tanto.

⸺Del mismo modo que tú haces para saber mucho sobre libros.

Era una explicación lógica. Además, dada la carencia de complejidad en las explicaciones que había recibido, eso significaba que los conocimientos detrás de ese mundo eran más propios de un aficionado que de un profesional. Además, ¿cuántos años tenía Marilyn? Parecía estar en mi rango de edad, no había tenido tiempo para adquirir los conocimientos necesarios de un profesional.

Me guardé el disco en el bolsillo, tratando de que quedara bien enterrado entre los demás; no quería que en medio de una pelea lo sacara de primero. Me lastimé un poco, pero logré sacar la mano sin nada más que un pequeño rasguño en el pulgar.

Metaficción II: Destructor de mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora