Pensé que Vleick estaría muerto. De no ser porque nos sosteníamos de la barandilla, nos habríamos torcido el cuello o la fuerza del impulso habría hecho que nos rompiéramos demasiados huesos. Si bien mis dedos empezaban a crisparse y a resbalar, todas las partes de mi cuerpo se mantenían en su sitio. Sólo esperaba que fuese así durante unos minutos más.
La nave todavía se encontraba un poco inclinada y nos costaría un poco movernos a través de ella, la diferencia radicaba en que ningún travion ejercía ya presión gravitacional sobre la nave. El porlian se encontraba en el suelo, dirigiéndose al tablero de mando. Debajo de este, Vleick yacía de cuclillas y su rostro había recuperado el color. ¿Cómo reaccionaría si se enteraba de que sólo le dije que no renunciara para evitar que me pusiera nervioso? Fui capaz de imaginarlo gritando y corriendo a enfrentarse con los travions sin darle demasiada importancia a que iban a vencerlo en un instante.
Un travion quiso acercarse a nosotros y un rayo de luz naranja se lo impidió. La parte esférica de la criatura se sacudió al tiempo que sus brazos se quedaban rígidos. El traductor en mi cuello me reveló que no enviaba ningún mensaje específico, sólo una frecuencia de zumbido muy alta que revelaba un dolor sin precedentes. Los tentáculos de Al Sabar volaban sobre el tablero y en su semblante pude ver que él estaba tan confundido como cualquiera de nosotros.
Un destello naranja, otro y otro más. Parecían no venir de ninguna parte, nacidos del mismo espacio, creadores de sí mismos. Sus ataques nunca iban dirigidos a nosotros, ni siquiera nos pasaban rozando.
Aquello me resultaba familiar. Mi cerebro estaba demasiado concentrado en sobrevivir y no conseguía visualizar nada que no fuesen pequeños retazos inconexos.
La nave recuperó el impulso en cuanto Al Sabar volvió a colocarla en su posición original. Con las ventanas y las paredes agrietadas, la nave se mostraba enferma y moribunda ante quienes la observaban. Yo mismo la encontraba extraña, un recuerdo del imponente vehículo espacial que me estremeció en el bosque.
⸺¿Alguien puede decirme qué está pasando? ⸺dije mientras caminaba en dirección a Al Sabar con grandes zancadas. Edar, Doménica y Erick venían detrás de mí.
⸺No sabría decírtelo con seguridad. No entiendo por qué un grupo de augurios habría de defendernos.
⸺¿Se refiere a esos rayos láser?
⸺No, lo que pasa es que es lo único de ellos que nos dejan ver. Son los mismos que nos atacaron a Doménica y a mí en la nave.
Ya contábamos con suficiente espacio para movernos por nuestra cuenta. Los travions se alejaban flotando y los augurios iban tras ellos. Entrecerré los ojos y creí distinguir las siluetas de unas enormes alas de murciélago recortándose contra el vacío.
⸺¿Esas cosas son inteligentes? ⸺inquirió Vleick, que ya estaba de pie.
⸺Por supuesto que sí. Lo suficiente como para obedecer órdenes y transmitir conocimientos a las nuevas generaciones. Sobre todo lo de obedecer órdenes.
⸺¿Qué está insinuando?
Al Sabar detuvo los tentáculos sobre el tablero. Verlos allí, suspendidos en el aire, era como contemplar el cadáver de un calamar. Había visto algunas fotos, así que tenía un fundamento para comparar.
⸺Bueno, los augurios obedecen todo lo que su líder les ordene. Es el equivalente a una reina abeja en su mundo. Pero esa reina podría estar obedeciendo a alguien más.
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Metaficción II: Destructor de mundos
FantasyHan pasado seis meses desde la amarga derrota de Raised. Pese a haber vencido, los recuerdos de tantas vidas perdidas atormentan a un Ricardo que no cree haber ganado en realidad. Lejos de Daniela y sin noticias de Vleick, un inesperado reencuentro...