11. ¿𝘚𝘶𝘱𝘦𝘳𝘢𝘳?

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—Me da lo mismo.

—No Iván, yo sé que no te da lo mismo. — Ríe levemente.

—La posta es que no, pero, ¿qué puedo hacer? Además de mirarlo de lejitos.

—Anda y hablale, dale.

—¿Y qué le digo?

—Chamuyatelo.

—No para, es un montón ya. — Detiene en seco.

—¿Por qué no?

—¿¡Por qué sí!?

El contrario se queda pensando.

—Porque te gusta. — Responde dudoso.

—Te re cuesta.

—¿Por qué no intentar? — Insiste.

—Porque tiene pareja.

—¿Y sí la pareja le es infiel?

—Lo tendría que saber y en todo caso, ya me lo estaría comiendo.

—¿Y si no sabe?

—Se lo van a decir en algún momento, ¡y recién ahí! Me lo chamuyo.

—Daah, pero tirate, ¿qué podría pasar?

—En el peor de los casos termino detenido otra vez, y en los mejores solo me ignora o me mira mal.

—Dale amigo, no está ni el novio.

—No.

Es la respuesta de Iván antes de irse, pero el insistente lo agarra del brazo, el pelinegro voltea enojado y ve como su amigo agita un mazo de billetes de mil pesos en su rostro.

—Esto, a cambio de que te lo chamuyes.

En su mano no habría más de ocho mil pesos, por lo que se detiene a pensarlo un rato.

Eran nueve mil pesos, no llegaban ni a los diez pero tranquilamente se podía comprar algo.

—¿Solo por eso?

—Solo por eso. — Afirma sonriente.

El alto blanquea los ojos antes de tomar el dinero y dirigirse a donde se encontraba el castaño.

Este último no estaba tan rodeado de personas como la otra vez, solo se encontraba hablando con unas tres personas, aunque estas tampoco estaban tan concentradas en él.

Buhajeruk piensa su próximo movimiento y se adentra en la zona de confort de su ex pareja.

Rodrigo voltea a verlo extrañado, aunque no tarda nada en dirigirle su total atención, girando todo su cuerpo para verlo únicamente a él y darle la espalda a las personas con las que estaba hablando.

La situación es la siguiente; Carrera se encuentra con el hombro apoyado en la pared y la cabeza rozando la misma, mientras que Iván mantiene su espalda apoyada por completo en la pared y trata de no darle importancia al hecho de que el castaño lo examina con sus ojos verdes.

Siente su cuerpo arden a medida que los ojos de ese color inusual recorren cada extremo, de sus labios hacia sus muslos. Todo esto sucede de manera discreta.

—¿Qué me vas a decir ahora?

Una sonrisa se le escapa.

Quería hacerse el serio, el difícil, pero simplemente no le salió, terminó cayendo en los encantadores trucos del bahiense.

—Nada, solo quería saber cómo andabas, últimamente anduvimos muy en contacto. — Bromea a lo último.

—Y todo tranqui, feliz.

𝑇𝑂𝐾𝐼𝑂 ℎ𝑜𝑡𝑒𝑙 ; 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘰𝘴 # 𝙍𝙊𝘿𝙍𝙄𝙑𝘼𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora