Narrado por Sunny Simmons
Corrí sin parar, como si el aire frío de la noche pudiera borrar el vacío que sentía dentro. El bosque era mi único refugio, su oscuridad acogedora y silenciosa, una diferencia del caos en mi mente. No podía soportar ver la preocupación en los ojos de mi familia, ni la confusión y la lástima. Me estaban mirando como si algo en mí estuviera roto, y eso dolía más de lo que jamás admitiría.
Me detuve solo cuando mis piernas ya no pudieron más. Mis pulmones ardían, y mis manos temblaban mientras intentaba limpiar las lágrimas que caían sin control. Voy a ser la burla de mi familia , pensé con amargura. ¿Qué van a decir Zander, Aziel y Marcos cuando todo esto pase? Ellos, que siempre me protegieron, que siempre me llamaron su "princesa". Pero ahora, ¿qué soy? La única de los Simmons que no puede transformarse.
El viento soplaba a través de los árboles, y por un momento, deseaba que me hablara, que me diera una respuesta. Pero solo había silencio. Un silencio insoportable.
Finalmente, escuché pasos. Sabía que Susana no me dejaría sola por mucho tiempo. Me escondí tras un árbol, intentando evitarla, pero ella me encontró de todos modos.
—Sunny... —dijo suavemente.
—Vete —respondí entre sollozos, sin siquiera mirarla.
—Sabes que no lo haré. —Susana se sentó a mi lado, en silencio al principio, respetando mi espacio. Luego, con voz serena, añadió—: No sé qué está pasando, pero no estás sola en esto.
La miré con los ojos llenos de lágrimas.
— ¿Vas a dejar de ser mi amiga porque no puedo transformarme? —le preguntó, aunque en el fondo sabía que no era así. Pero las dudas me carcomían. Sabía que pronto todos lo sabrían. Pronto terminaríamos la secundaria, y la noticia se extendería: Sunny Simmons, la hija de Alexander, el gran Alfa y lobo puro, no se transformó ni tiene poderes especiales . ¿Cómo no sentirme humillada?
Susana negó con la cabeza, sus ojos esmeralda brillando con compasión.
—No digas eso. Siempre seré tu amiga, con o sin loba. Todos los lobos tienen su tiempo. El tuyo simplemente aún no ha llegado.
Sus palabras, aunque reconfortantes, no lograron aliviar la duda que crecía en mi corazón. A lo largo de mi vida, había esperado este momento con ansias. Era mi derecho como loba, mi conexión con mi familia, con la manada. Pero ahora me sentí más distante que nunca.
Después de un rato, Susana me convenció de volver a casa. Entramos en silencio, y mis padres estaban sentados en la sala, esperándome. El rostro de mamá reflejaba una tristeza que no podía ocultar, y papá me observaba con preocupación, pero no con decepción, al menos no visible.
—Sunny —empezó mamá, levantándose de su silla—, no tienes que hablar si no quieres, pero quiero que sepas que esto no cambia nada. Eres nuestra hija, siempre lo serás.
Las lágrimas volvieron a mis ojos. Sus abrazos me reconfortaban, pero no disipaban la sensación de vacío que había en mí.
Zander, Aziel y Marcos entraron en la sala poco después, y aunque intentaron mantener su aire habitual despreocupado, se notaba que estaban afectados.
—Todo bien, peque? —preguntó Marcos con su habitual tono suave.
—Estoy bien —mentí.
No quería hablar más. No quería enfrentar más palabras de consuelo. Quería estar sola.
Esa noche me encerré en mi habitación, mirando al techo, preguntándome qué sería de mí si nunca llegaba a conocer a mi loba. ¿Qué tipo de vida podría tener sin esa conexión?
El día siguiente fue una mezcla de susurros y miradas de pena. Todos sabían lo que había sucedido, y aunque nadie lo decía en voz alta, podía sentir el juicio en el aire.
Más tarde, decidí ir a la biblioteca de la manada. Necesitaba respuestas, y si no podía encontrarlas en los demás, tal vez podría encontrarlas en los libros. Había historias antiguas, leyendas sobre lobos que no lograban transformarse a tiempo, pero... todas terminaban de forma trágica.
Mientras hojeaba los textos polvorientos, algo llamó mi atención. Un pequeño libro, escondido entre otros mucho más grandes y decorados, parecía fuera de lugar. Lo tomé y, al abrirlo, una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Sus páginas hablaban de lobos que habían perdido su conexión con la luna, de fuerzas oscuras que podían cortar ese lazo sagrado... y de secretos enterrados que la manada jamás compartía.
Mi corazón latía con fuerza mientras leía. ¿Podría ser ese mi destino? ¿Había algo más que desconocía? Justo cuando estaba a punto de encontrar una posible respuesta, alguien entró en la biblioteca. Cerré el libro de golpe y lo escondido detrás de los otros.
—Sunny... —era Zander. Me miró con curiosidad—. ¿Qué haces aquí tan tarde?
—Nada —respondí rápidamente—. Solo quería un poco de paz.
Él ascendió, aunque su mirada me decía que sabía que algo estaba ocultando.
—Descansa, pequeña. Esto pasará. Ya verás —me dijo antes de salir.
Pero no estaba segura de que tuviera razón. Esa noche, mientras intentaba dormir, sentí un leve escozor en mi espalda baja. No le di importancia, pensando que era el estrés, pero si hubiera mirado en ese momento, habría visto un pequeño lunar lila justo donde empezaba mi columna. Un cambio sutil, pero poderoso, del que ni siquiera yo era consciente aún.
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Lunas Cruzadas
WerewolfEn un mundo donde la luna guía el destino de los lobos, Sunny Simmons parece ser la excepción. Aunque su familia es parte de una poderosa manada, ella es la única que no ha experimentado su transformación. Su sueño es dejar atrás su pequeña ciudad...