En las Garras de la Oscuridad

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El sonido de sus voces sigue retumbando en mis oídos.

-Debemos darnos prisa, la están buscando.

Escucho decir a uno de los pícaros. El hombre de la cicatriz en el ojo izquierdo parece estar al mando. Se supone que los pícaros no trabajan en grupos, y mucho menos se organizan de esta manera. Algo no cuadra.

Lo veo acercarse a mí, con pasos lentos y calculados, y detrás de él, varios más lo siguen como hienas ansiosas. El miedo me paraliza, siento cómo recorre mi cuerpo como un veneno helado, y no puedo evitar temblar. Intento moverme, pero no puedo. Mis manos siguen atadas y mi cuerpo se siente débil.

-Es hora de comenzar la función,

 Dice, con una sonrisa retorcida. Su mirada se clava en la mía, y no puedo respirar. Mi corazón golpea en mi pecho como un tambor de guerra. Quiero gritar, pero el terror me asfixia.

Trato de moverme, de luchar, pero sus manos me impiden el paso. Lo siento acariciar mi cuerpo, sus dedos sucios recorriendo mi piel, y las risas de los otros llenan la cueva, burdas y llenas de malicia. Su aliento roza mi cuello, caliente y apestoso. -La vamos a pasar bien fiera, me susurra al oído, y un escalofrío de asco me recorre la espina dorsal.

Trato de morderlo, pero él se aparta justo a tiempo. -Tranquila, dice con una risa seca, -Ya tendrás tu turno."

Su mano desciende lentamente por mi escote, y me pregunto cómo he llegado aquí. Diosa, ¿por qué me está pasando esto a mí? Tal vez todo lo que soñé no era más que una mentira. Tal vez nunca estuve destinada a nada más que a sufrir en este infierno. No puedo perder la esperanza, pero esto... esto es demasiado.

Quería guardarme para mi compañero, para aquel que sería mi "Mate". Pero ¿quién me querrá ahora? Ni siquiera tengo mi loba, y lo único puro que tenía... lo voy a perder todo.

Siento cómo su asquerosa mano se posa sobre uno de mis senos, lo estruja con fuerza, como si intentara arrancar la poca dignidad que me queda. Trato de retroceder, pero tropiezo con algo. Alzo la mirada y me topo con unos ojos que rebosan maldad y una oscuridad infinita. Mi corazón se encoge más de lo que creía posible, temblando sin poder evitarlo por lo que sé que está por suceder.

Me agarra del pelo y tira de él con tanta fuerza que siento como si mi cuero cabelludo fuera a desprenderse. Se me escapa una lágrima, no puedo evitarlo. Quien me tiene agarrada del pelo se burla de mi dolor. 

-Aún no debes llorar, dice, esto apenas está comenzando. Ordenaron que tienes sufrir. 

No puedo entenderlo... ¿Quién me odia tanto como para hacerme esto? ¿Por qué? No soy una amenaza para nadie, soy como una simple mortal comparada con ellos.

Siento cómo me muerde la oreja mientras sus garras recorren mi cuello y bajan hasta mi pecho, dejando un rastro de sangre que fluye lentamente por mi piel. El otro tipo, cuya mirada parece aún más sádica, sigue recorriendo mi cuerpo con sus manos sucias. Trato de moverme, pero eso solo empeora la situación.

El que me tiene agarrada, cuya cicatriz en el rostro le da un aire aún más aterrador, comienza a descender su mano por mi cara. Lo veo intentar capturar mi boca, pero lo muerdo con todas mis fuerzas. El grito de furia que suelta es tan fuerte que resuena en la cueva. Me da un puñetazo en la cara, tan fuerte que siento el sabor metálico de mi propia sangre en mis labios. Mi visión se nubla por las lágrimas, y entre gritos les pregunto por qué me hacen esto.

Se ríen de mi desesperación. -Nos pagaron bien por ti, dice uno de ellos con una sonrisa macabra y nos pidieron que te hicieramos sufrir.

El líder, el de la cicatriz, les ordena a los demás que salgan. -Quiero divertirme con ella a solas, dice. Los demás protestan, pero finalmente obedecen. Sé lo que va a pasar. Esto va a ser horrible. El miedo me consume, pero una voz en mi cabeza me susurra: Resiste. Puedes hacerlo.

No entiendo de dónde viene esa voz. ¿Estoy volviéndome loca? ¿Cómo puedo resistir? No tengo fuerza. No soy nada sin mi loba.

Intento pedirle que me maten de una vez, que terminen con esto.

-No es tan fácil, perrita, dice él, sonriendo mientras baja su boca por mi cuerpo, su aliento caliente roza mi piel como una maldición. Muerde mi pezón con fuerza. El dolor me atraviesa como una daga, pero no parece que vaya a detenerse. En un acto de pura rabia y desesperación, lo escupo. "Muérete", le digo con la poca fuerza que me queda.

Eso solo lo enfurece más. Me golpea tan fuerte en las costillas que siento un crujido. Algo dentro de mí se ha roto. El dolor es tan agudo que me roba el aliento. "Vas a aprender a respetar, perra", me escupe mientras me mira con desprecio.

Las lágrimas brotan de mis ojos, pero me obliga a no quebrarme. No ahora. No puedo permitirme caer. Debo sobrevivir.

De repente, noto que la soga que amarra mis manos comienza a aflojarse. Afuera, una explosión sacude la tierra, y él se distrae por un instante, lo suficiente para que yo actúe. Aprovecho ese segundo y, con toda la fuerza que me queda, le hago una llave, exactamente como Zander me enseñó en nuestros entrenamientos. Él se retuerce y golpea mi costilla rota de nuevo, el dolor es insoportable, pero no lo suelto. Me aferro con cada onza de energía que tengo.

El calor en mi cuerpo comienza a aumentar. No es solo la adrenalina. Es algo más. Es como si la cueva misma estuviera infundiendo su energía en mí, fluyendo en mis venas. Algo dentro de mí está cambiando.

Sigo haciendo presión hasta que escucha un "crack" y su cuello se rompe. Su cuerpo se debilita de inmediato, cayendo inerte a mis pies. Estoy temblando, jadeando. Mi cuerpo arde, pero no tengo tiempo para detenerme. Debo salir de aquí.

El dolor en mi costilla me hace tambalear, pero la adrenalina me impulsa a seguir adelante. Debo salir de aquí antes de que vuelvan los otros. Los gritos de los pícaros afuera me dicen que no tengo mucho tiempo.


*Hice algunos cambios espero que les gusten, besos* 

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