Entre Sombras y Luz

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El dolor en mi cabeza es insoportable, como si miles de agujas se clavaran en mi cráneo. Trato de abrir los ojos, pero el peso del dolor los mantiene cerrados. No sé qué ha pasado, pero siento algo frío y pegajoso en mi piel. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha sucedido?

Intento moverme, pero mi cuerpo está entumecido, como si hubiera estado tirada en el suelo por horas. De repente, escucho voces. No puedo distinguir lo que dicen, pero su tono es amenazante, como si estuvieran discutiendo. Las palabras "pícaros" me golpean como un rayo. ¡Oh no! Mi hermano... Diosa, por favor, que él esté a salvo.

Mis recuerdos vuelven lentamente. Estábamos en el bosque... los mercenarios nos rodearon... Marcos. Intento abrir los ojos con todas mis fuerzas, pero el dolor los mantiene cerrados. Mis manos están temblorosas y siento que algo terrible está por suceder. Escucho de nuevo esas voces, más cerca esta vez.

"No lo necesitamos más, el trato era entregarla a ella", dice una voz ronca.
"El encargo no es tan simple como dijeron. Se van a arrepentir", replica el brujo, con un tono amenazante que me hiela la sangre.

De repente, siento un jalón violento en mi cabello, lo que me arranca un grito ahogado. Mis ojos finalmente se abren, pero la luz me ciega por un momento. Poco a poco, mi vista se aclara y veo al hombre que me tiene agarrada. Tiene una cicatriz profunda en el ojo izquierdo y una sonrisa torcida que hace que mi estómago se revuelva.

"Pagaron bien por ti", dice, acercando su rostro al mío.
"No debemos matarte... pero sí hacerte sufrir. Aunque antes... queremos jugar un poco."

Siento su mano sucia recorrer mi muslo, y mi cuerpo se pone rígido de inmediato. Mi corazón late desbocado. El miedo me paraliza. No puedo evitarlo. Diosa, ayúdame. Él se ríe, deleitándose con mi reacción, disfrutando del poder que tiene sobre mí.

"¿Qué quieren de mí?" logro preguntar, con la voz rota. "¿Por qué me hacen esto?"

Las risas llenan la cueva, crudas y llenas de maldad. La rabia comienza a arder dentro de mí. No voy a ser su víctima. No voy a dejar que me vean débil. Sin pensarlo, le escupo en la cara.

"Que te jodan", le digo, llena de furia.

Su expresión cambia en un instante. Los ojos del hombre se oscurecen de pura ira. Me agarra la barbilla con una fuerza descomunal, apretando hasta que siento que me va a romper los huesos.

"A mí nadie me falta el respeto, perra," gruñe antes de golpearme con tal fuerza que todo se desvanece de nuevo en la oscuridad.

Antes de perder completamente el conocimiento, oigo una voz distante: "Ella aún no puede morir."

Me hundo en un abismo oscuro. Mi mente no es capaz de aferrarse a la realidad. Pero en lo más profundo de mi inconsciencia, siento que corro. Mis pies tocan la tierra blanda de una pradera, y el viento acaricia mi rostro. Por un momento, me siento libre, como si los horrores de la cueva se hubieran desvanecido. El bosque me rodea, pero no siento miedo, sino una extraña sensación de pertenencia.

"Diosa Luna..." murmuro, con el corazón latiendo fuerte en mi pecho. "Dame a mi loba. No quiero que nadie más sufra por mi culpa."

A lo lejos, veo una luz brillante, casi cegadora. Me acerco corriendo, con la esperanza de que en esa luz encuentre respuestas. Mientras me acerco, siento una profunda paz. La luz toma forma y, frente a mí, aparece una mujer alta y majestuosa, vestida con una túnica blanca decorada con bordes dorados. Su cabello brilla como el sol y su mirada es tan penetrante que siento que conoce cada rincón de mi alma.

"Has sido elegida por mí," dice la mujer con una voz suave pero poderosa. "Tienes un destino que cumplir, uno que unirá al mundo. Pero para ello, debes ser fuerte. La fuerza que buscas está en el bosque. Debes sentirla y dejar que fluya a través de ti."

"¿Por qué yo?" pregunto, sintiendo la desesperación mezclarse con la incredulidad. "¿Por qué fui elegida?"

La mujer sonríe, pero su respuesta es misteriosa: "Todo a su tiempo, hija mía. La verdad está en ti."

Quiero hacerle más preguntas, pedirle respuestas, pero la luz comienza a desvanecerse, y su figura se disuelve en el aire. Trato de alcanzarla, pero todo se apaga. Me quedo sola de nuevo... hasta que despierto en la realidad.

Cuando mis ojos se abren, vuelvo a estar en la cueva. El frío y la humedad regresan como un golpe al cuerpo. El dolor es punzante, y mi cabeza late con fuerza, pero lo que más me afecta es la sensación de impotencia. Estoy atrapada, y no sé qué ha sido de Marcos ni del resto. ¿Están vivos? ¿Vendrán a por mí?

Pero una cosa es clara. Lo que vi en ese sueño... no fue solo un sueño. Fue una advertencia. Algo dentro de mí ha comenzado a despertar, y aunque aún no tengo a mi loba, sé que no estoy sola. La fuerza del bosque está conmigo.

Lunas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora