Narrado por Zander
Entramos a la clínica de la manada como una tormenta. Los gritos de "¡Necesitamos un doctor!" rebotan por las paredes, mientras los rostros de las enfermeras pasan de asustados a enfocados en cuestión de segundos. El doctor de la manada aparece casi de inmediato, seguido de su asistente, y sin perder un segundo, nos dice que pongan a Sunny en la camilla.
Mi instinto es quedarme con ella, no dejarla sola. Todos sentimos lo mismo. Puedo escuchar los gruñidos bajos de mis hermanos y de Marcos, mi hermano, a pesar de que él mismo está herido. Pero el doctor necesita espacio para trabajar, y es mi madre, que llega corriendo justo en ese momento, quien logra controlarnos.
—Déjenlo trabajar —nos ordena—. Recemos a la Diosa Luna para que la proteja.
Las palabras de mamá logran calmarme un poco, y, a regañadientes, acceden a dejar que el doctor se la lleve. Nos sentamos en la sala de espera, pero el silencio que nos rodea es más pesado que cualquier palabra. La tensión se siente como una cuerda que está a punto de romperse, y me pierdo en mis pensamientos, preguntándome una y otra vez cómo pude haber evitado esto.
¿Quién está detrás de lo que le ha pasado a mi hermana? No puedo ni siquiera pensar en todas las heridas que vi en su cuerpo sin que la rabia me consuma.
Una mano se posa suavemente en mi hombro, sacándome de ese abismo. Es mi madre. Me da una mirada tranquila, aunque puedo ver el dolor en sus ojos.
—Ponte el polo, hijo —me dice en voz baja.
Miro hacia abajo y me doy cuenta de que estoy desnudo de la cintura para arriba. Había olvidado que le puse mi polo a Sunny cuando la encontramos; su ropa estaba destrozada. Diosa Luna, ¿qué le habrán hecho esos malditos?
Las horas pasan. El doctor no ha salido aún, y la incertidumbre comienza a comernos vivos. Mi beta trae comida para todos, pero ninguno tiene apetito. El aire está cargado de preocupación, miedo y un sentimiento de impotencia que no me deja respirar.
—Debemos comer —dice mi madre, levantándose de su asiento—. No solo por Sunny, sino por la manada.
Tiene razón, como siempre. Se supone que somos los más fuertes, los que llevamos la herencia de las Sombras de Luna. Si caemos, todo caerá. Esto no puede volver a suceder. Debemos ser más fuertes, entrenar como lo hacían nuestros antespasados. Pero sé que mi padre no estará de acuerdo... aunque esta vez, no hay opción.
Los pícaros no llegaron aquí solos, ni muchos menos el brujo que los acompañaba. Alguien debió haberlos ayudado, y esa traición nos puede costar caro si no actuamos ahora.
De repente, siento otra mano en mi hombro. Esta vez es mi padre. Miro hacia él, y aunque su rostro está tenso, sus ojos me dicen que entiende lo que estoy pensando.
—Sé lo que estás pensando, Zander —dice con su voz profunda—. Y te apoyo. Cuando tu hermana se recupere, hablaremos bien sobre lo que debemos hacer. Ya es hora de que tomes el control por completo.
Sus palabras me dejan en shock. Pero cuando me recupero, le doy una sonrisa, aunque pequeña, y asiento.
—Sunny es fuerte. Va a salir de esto, papá. No hay otra opción. Ella es... es nuestra fuerza —respondo con un nudo en la garganta.
Mi padre me devuelve una mirada llena de orgullo, pero ambos sabemos que hay algo más que fuerza en juego. Hay miedo. Miedo de perderla, miedo de que no podamos proteger lo que más amamos.
Finalmente, el doctor sale. Todos nos levantamos al mismo tiempo, esperando noticias, pero la expresión en su rostro me hace contener la respiración.
—La señorita Simmons está muy delicada —nos informa, con voz grave—. Tiene heridas profundas, y no están sanando tan rápido como deberían para un lobo. Es posible que su condición esté afectando su capacidad de curación. Está en riesgo de desarrollar una infección, así que estará bajo medicacion y observación.
Mi madre da un paso adelante, con el rostro pálido por la preocupación.
—Déjeme verla, por favor —ruega—. Solo un momento.
El doctor duda un segundo, pero finalmente asiente.
—Puede verla un momento, pero nada más.
La veo avanzar hacia la habitación donde está Sunny, y aunque trato de mantenerme firme, mi corazón late con fuerza en mis oídos. Cuando la puerta se abre, puedo ver de un vistazo a mi hermana en la cama. Está llena de vendajes, conectada a varias máquinas que monitorean su estado. Es... casi irreconocible.
El dolor me golpea como una ola, y tengo que apretar los dientes para no soltar un gruñido. Nunca la había visto tan vulnerable, tan rota.
Nos quedamos en silencio mientras mi madre entra. Nadie se atreve a decir nada. El miedo sigue ahí, latente, pero debajo de todo eso, está el amor. El amor que le tenemos a Sunny, a nuestra pequeña hermana, la que siempre ha sido nuestra luz.
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Lunas Cruzadas
WerewolfEn un mundo donde la luna guía el destino de los lobos, Sunny Simmons parece ser la excepción. Aunque su familia es parte de una poderosa manada, ella es la única que no ha experimentado su transformación. Su sueño es dejar atrás su pequeña ciudad...