Los días pasaban sin grandes sorpresas, pero una sensación persistente comenzaba a instalarse en el fondo de mi mente. Era como si alguien o algo me estuviera observando. Al principio, pensé que solo era producto del cansancio y del estrés, pero la sensación no desaparecía. Siempre estaba ahí, oculta, agazapada, esperando en cada esquina.
Intenté ignorarla. Mi vida siguió su curso normal: de casa al colegio, y luego a los entrenamientos con mis hermanos. Con cada sesión, sentía que mi cuerpo ganaba más agilidad. El entrenamiento empezaba a dar frutos, y eso me hacía sentirme más fuerte. Quería dejar atrás todo lo que me hacía sentir débil.
Un sábado, mientras entrenaba, mis padres se quedaron de espectadores. Mi padre, Alexander, me observaba en silencio, y en un momento, decidió unirse al entrenamiento. Ver a mi padre, el gran Alfa, en acción siempre era intimidante, pero también emocionante. Nos enfrentamos en una pequeña práctica, y aunque fue agotador, logré aprender una nueva técnica de defensa.
—Buen trabajo, Sunny —me dijo, dándome una palmada en la espalda cuando terminamos—. Vas mejorando.
Me sentí decepcionado, pero por un breve instante, noté que algo en su expresión cambió. Mis ojos... sabía que algo había pasado con ellos. Había sentido una corriente extraña recorrerme durante la pelea, y por la forma en que mi padre me miraba, estaba segura de que mis ojos habían vuelto a tornarse lila, aunque solo por unos segundos.
Él no dijo nada al respecto, pero se quedó pensativo. Más tarde, mientras comíamos en familia, parecía distraído. Recordé lo que siempre me habían dicho sobre las leyendas antiguas, sobre los lobos cuyas habilidades eran diferentes, más poderosas. Pero mi padre no mencionó nada, y tampoco quise preguntar.
A la mañana siguiente, en la escuela, todo parecía normal hasta que Susana y yo decidimos ir al baño antes de la primera clase. Apenas entramos, esa sensación volvió, más intensa que nunca. Una corriente fría recorrió mi espalda, y por un segundo, sentí que alguien nos estaba mirando. Me quedé quieta, tratando de ignorar el escalofrío que me recorría, pero cuando miré a Susana, vi que ella estaba tan incómoda como yo.
Nos miramos a los ojos, y sin decir una palabra, entendimos que ambos estábamos sintiendo lo mismo. Terminamos rápidamente y regresamos a clase, aunque el malestar no desapareció.
—Tenemos que hablar de esto después de clases —me dijo Susana en voz baja, mientras nos dirigíamos al aula.
El día avanzó lento, como si las horas quisieran alargar nuestra incertidumbre. No podía concentrarme en nada de lo que decía el profesor. Mi mente volvió una y otra vez a esa sensación de ser observada. Era como si hubiera algo, en algún lugar, acechando, esperando... ¿pero qué?
Al terminar la última clase, Susana y yo fuimos directo a mi casa. Nos encerramos en mi habitación, y por un momento, el silencio fue abrumador. Ninguna de las dos sabía por dónde empezar.
—He estado sintiendo esto desde hace días —dije finalmente, sentándome en la cama—. Al principio, pensé que era mi imaginación, pero cada vez se siente más real. Hoy, en el baño, fue más intenso... como si alguien realmente nos estuviera mirando.
Susana ascendió, sentándose a mi lado. —A mí me ha pasado lo mismo. Al principio, pensé que era solo porque hemos estado entrenando tanto y estábamos más alerta... pero esto no es normal. Hoy fue diferente. Más fuerte. Sentí que había algo, algo que no podemos ver.
Nos quedamos en silencio por un momento, ambas procesando lo que estaba ocurriendo.
—Crees que deberíamos decirles a nuestros padres? —pregunté, aunque en el fondo no sabía si esa era la mejor opción.
Susana se encogió de hombros. —No lo sé, Sunny. Si se los decimos y resulta ser solo nuestra imaginación, van a pensar que estamos paranoicas. Pero si hay algo real detrás de esto...
—Exacto. ¿Y si no es solo nuestra imaginación? —la interrumpí.
La incertidumbre nos envolvía. ¿Deberíamos realmente preocuparnos o solo estábamos siendo demasiado paranoicos? Afuera, el sol comenzaba a caer, y una sombra alargada se proyectaba en el suelo desde la ventana. Me levanté para cerrarla, pero ese escalofrío, esa sensación de que algo estaba fuera de lugar, no desapareció.
Algo estaba pasando. Y pronto, tendría que descubrir qué era.
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Lunas Cruzadas
WerewolfEn un mundo donde la luna guía el destino de los lobos, Sunny Simmons parece ser la excepción. Aunque su familia es parte de una poderosa manada, ella es la única que no ha experimentado su transformación. Su sueño es dejar atrás su pequeña ciudad...