La Decisión de No Ser Débil

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Narrado por Sunny Simmons

Los días pasaban lentamente después de esa noche en el bosque. Todos actuaron como si todo volviera a la normalidad, pero yo sabía que no era así. Sentía las miradas. Algunas eran de compasión, como si me estuvieran viendo romperme por dentro, mientras que otras eran de rechazo, como si fuera un bicho raro. La única sin loba. Eso me dolía más de lo que podía admitir, pero nunca lo mostraría. Ni siquiera Susana. Ella me conocía bien, pero era mejor que pensara que yo estaba bien.

Cada mañana, mis hermanos intentaban hacerme reír. En el desayuno, se sintieron más relajados, como si con sus bromas pudieran borrar lo que había pasado. Esa mañana, mientras me sentaba a la mesa, Zander me lanzó una sonrisa burlona.

—Sunny, te he dejado una sorpresa en tu mochila para que te acuerdes de mí en el instituto —dijo, tratando de sonar inocente.

¿Una sorpresa? —levanté una ceja, desconfiada—. ¿Qué hiciste ahora?

Aziel soltó una carcajada antes de que Zander pudiera contestar.

—No te preocupes, peque. Solo es... un pequeño recordatorio de lo mucho que te queremos.

Marcos quería contener la risa, pero cayó miserablemente. Decidí no preguntar más y terminé mi desayuno, aunque sabía que algo tramaban.

Cuando llegué al instituto y abrí mi mochila, lo descubrí: una nota pegajosa que decía "La mejor hermana del mundo" con un dibujo ridículo de una loba. A pesar de todo, me hizo sonreír. Mis hermanos seguían siendo ellos, intentando animarme de cualquier manera.

El día en el instituto transcurrió sin mayores sorpresas, hasta que llegó la hora del descanso. Fui al baño, como de costumbre, pero al salir me topé con ella: Claudia, la chica más popular y odiosa del instituto, junto con sus secuaces. Me bloqueó el paso, cruzando los brazos con esa sonrisa prepotente que odiaba.

—Mira quién tenemos aquí —dijo, con una voz cargada de desprecio—. La lobita sin loba.

Mis manos temblaron, pero no podía mostrar debilidad. Intenté pasar de largo, pero Claudia me empujó contra la pared.

—¿Qué pasa, Sunny? ¿No vas a aullar? —se burló, sus ojos brillando con maldad—. Quizás tu loba esté muerta, ¿has pensado en eso?

Las risas de sus amigas resonaban en mi cabeza, haciéndome sentir pequeña. Quería gritar, quería defenderme, pero las palabras no salían. Claudia se acercó más, susurrando:

—No digas nada de esto, o lo lamentarás.

Antes de irse, me empujó una vez más, lo suficientemente fuerte como para que cayera al suelo. Sentí un ardor en la mejilla. Me había herido. Pero más que el dolor físico, me dolía mi orgullo. Me quedé en el suelo unos segundos, respirando profundamente, tratando de no romperme. No más , pensé. No más.

Decidí en ese momento que nunca más me dejaría pisotear por nadie. Si no tenía a mi loba para defenderme, entonces me haría fuerte yo sola. No permitiría que nadie me volviera a ver como débil.

Flashback: El Inicio del Entrenamiento

Al día siguiente, empecé a entrenar en secreto. Cada mañana y tarde me escabullía al bosque, lejos de la manada, para practicar. Al principio fue duro. No estaba acostumbrada al dolor físico, y mucho menos al agotamiento que sentía después de cada sesión. Mis músculos ardían, y después de cada entrenamiento, regresaba a casa llena de moretones.

Uno de esos días, tras una larga sesión de entrenamiento, regresó a casa adolorida, pero satisfecha. Me quité la ropa para darme una ducha, y al mirarme al espejo, vi los moretones que cubrían mis brazos y costillas. No me importaba. Esto era lo que necesitaba hacer. No seré débil nunca más , me repetía.

Un día con Susana

Era fin de semana, y Susana y yo decidimos pasar el día juntas. Después de todo lo que había pasado, me hacía falta desconectar un poco. Fuimos de compras, paseamos por el centro del pueblo y comimos helado. Parecía un día normal, hasta que Susana notó algo.

—Sunny, ¿qué te pasó en el brazo? —preguntó, señalando un moretón grande que no pude ocultar a tiempo.

Suspiré, sabiendo que no podría mentirle.

—He estado entrenando —respondí, sin darle importancia.

Susana me miró preocupada.

—Entrenando para qué? No tienes que demostrarle nada a nadie.

—No se trata de eso —respondí, sacudiendo la cabeza—. No quiero ser una carga para mi familia, Susana. Si vamos a vivir entre los humanos, también tengo que aprender a defenderme.

Susana me miró en silencio por un momento, luego avanzando lentamente.

—Lo entiendo, pero no quiero verte siempre así, llena de moretones y agotada. Tienes que descansar también, Sunny.

Sonreí, tocada por su preocupación.

—Lo sé, pero necesito esto. Quiero ser fuerte, para mí misma.

Susana suspir y luego, para mi sorpresa, dijo:

—Está bien, entonces yo también entrenaré contigo. No voy a dejar que te hagas más fuerte sin mí.

No pude evitar sonreír ante su determinación. Sabía que, con ella a mi lado, podríamos lograr cualquier cosa. Nos abrazamos, y supe que, aunque el camino que había elegido fuera duro, no estaría sola.

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